Por Agroempresario.com
El stock bovino argentino volvió a caer y encendió nuevas alarmas en la cadena ganadera. Según datos oficiales recientemente publicados por la Dirección Nacional de Producción Animal, el número total de cabezas al cierre de 2024 fue de 51.626.909, lo que representa una merma del 2,2% respecto del año anterior, equivalente a 1,16 millones de animales menos. Aunque la sequía de los últimos años tuvo un rol clave, los analistas coinciden en que no es el único responsable: el escenario de restricciones e intervenciones comerciales que ha sufrido el sector también contribuyó a frenar la recuperación productiva.
Uno de los datos que generó alivio fue la cantidad de terneros y terneras logrados, que alcanzó las 14.602.899 cabezas, prácticamente sin variaciones en relación a 2023. Sin embargo, esta cifra sigue por debajo del récord de 2022, cuando se alcanzaron los 15,1 millones. Aun así, el índice ternero/vaca se ubicó en 65,2%, el segundo mejor registro histórico, detrás del 66,7% de hace dos años, según destacan desde el Rosgan.
Más allá de este resultado positivo, los números globales muestran un retroceso que no puede explicarse sólo por factores climáticos. “Desde la gran sequía de 2008/09, que generó una pérdida de cerca de 10 millones de cabezas, nunca hubo un plan nacional serio para recuperar el stock. Peor aún, durante años se aplicaron políticas que desincentivaron la inversión y frenaron el crecimiento de la producción”, indican analistas del mercado ganadero.
La sequía de los últimos dos años terminó de acorralar a una actividad que ya venía debilitada. Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y La Pampa, las provincias con mayor concentración ganadera del país, perdieron en conjunto más de 850 mil cabezas el año pasado, lo que representa el 75% de la caída nacional. Estas jurisdicciones, que concentran el 65% del stock total, son clave por su elevada productividad: generan el 70% de los terneros a nivel país.
Una de las señales más preocupantes proviene del novillo, una categoría fundamental para la producción de carne de exportación. El stock de novillos cayó en casi 100 mil cabezas durante 2024 y alcanzó el nivel más bajo de los últimos siete años: apenas 2,2 millones de animales, frente a los 4,7 millones registrados en 2007. Esta caída estructural refleja el enorme desafío que enfrenta la ganadería argentina para recuperar volumen en un contexto de demanda internacional creciente, pero con un sistema productivo cada vez más condicionado.
También se encendieron luces amarillas en otras categorías clave. En los últimos dos años de seca, la ganadería perdió más de 1,7 millones de vientres, entre vacas y vaquillonas. Esto significa una pérdida potencial de casi 1,5 millones de terneros que no pudieron producirse. La categoría de vaquillonas, en particular, viene resignando existencias desde 2017, y su declive se ha profundizado. En 2024, se faenaron más de 4 millones de hembras jóvenes, lo que implicó una extracción del 54% del stock inicial.
Como resultado, el stock de vaquillonas cerró 2024 en 6,88 millones de cabezas, muy lejos de los 8,25 millones registrados en 2016. La situación de las vacas también es delicada: si bien la faena se moderó en comparación con años anteriores (2,62 millones), el stock continúa en descenso. Con 22,08 millones de vacas, se registran 324 mil menos que en 2023 y 924 mil por debajo del cierre de 2022.
A pesar de que las condiciones climáticas han mejorado en los primeros meses de 2025, los datos del nuevo ciclo comercial no muestran señales de una recuperación sólida. La faena de vaquillonas, por ejemplo, creció un 7% en el primer trimestre en comparación con el mismo período del año anterior, totalizando 980 mil cabezas. Esto representa casi una cuarta parte del total faenado en todo 2024 y pone en jaque la posibilidad de frenar la caída del stock.
Según estimaciones del Rosgan, para lograr una estabilización del stock de vaquillonas, la faena anual de esta categoría debería reducirse al menos un 12%, es decir, en unas 475 a 500 mil cabezas respecto del año pasado. Con un punto de partida similar al de 2024 (7,29 millones de terneras), será clave reducir el sacrificio en lo que resta del año para evitar nuevas caídas en las existencias finales.
En términos operativos, esto implicaría que entre abril y diciembre el promedio mensual de faena de vaquillonas debería rondar las 285 mil cabezas, un 17% menos que el promedio registrado en igual período del año anterior. Se trata de un objetivo desafiante en un contexto donde muchos productores siguen optando por vender hembras jóvenes ante la incertidumbre económica y la necesidad de liquidez inmediata.
Frente a este panorama, especialistas del sector insisten en que es necesario implementar políticas de largo plazo que den previsibilidad y fomenten la inversión en cría y recría. La recuperación del stock no puede quedar librada únicamente al azar del clima. “La producción ganadera necesita reglas claras, acceso al financiamiento y un marco comercial estable para volver a crecer. Sin eso, no hay retención que alcance ni clima que ayude”, sostienen desde entidades rurales.
La caída del stock bovino no sólo representa una amenaza para el abastecimiento interno y las exportaciones, sino que también compromete la sustentabilidad del negocio ganadero en su conjunto. Con menos animales, mayores costos y mercados internacionales cada vez más exigentes, la ganadería argentina enfrenta una encrucijada. O se encaran medidas concretas para apuntalar el crecimiento o el país seguirá perdiendo protagonismo en uno de los rubros más emblemáticos de su economía agroindustrial.