Por Agroempresario.com
Las reuniones de primavera del FMI y el Banco Mundial, celebradas la última semana en Washington, estuvieron marcadas por la conmoción global ante la muerte del Papa Francisco. Sin embargo, a pesar de la carga emotiva, Estados Unidos logró imponer el tono político y económico del encuentro a través de contundentes declaraciones de Scott Bessent, secretario del Tesoro y principal referente económico del gobierno de Donald Trump.
Bessent, quien días antes había visitado la Argentina, aprovechó el escenario para consolidar los ejes de la nueva estrategia estadounidense: apoyo explícito al gobierno de Javier Milei, críticas frontales a la conducción actual de los organismos multilaterales y una severa advertencia hacia China como motor de desequilibrios económicos globales.
Así de contundente fue el mensaje de Bessent en su discurso ante el Instituto de Finanzas Internacionales, el influyente think tank de Wall Street. Para el secretario del Tesoro, tanto el FMI como el Banco Mundial han "desviado su propósito original", perdiendo el foco en sus misiones fundacionales: la estabilidad monetaria, la cooperación financiera internacional y el crecimiento equilibrado del comercio mundial.
En su análisis, Bessent denunció que el FMI dedica actualmente "tiempo y recursos desproporcionados" a cuestiones como el cambio climático y temas sociales o de género, desviándose de sus obligaciones esenciales. Lo más grave, advirtió, es que esa dispersión de objetivos termina saboteando la misión principal de asegurar la estabilidad financiera global.
La crítica se apoyó en ejemplos concretos. Bessent citó el reciente informe del FMI sobre desequilibrios externos como prueba de la "ceguera institucional", acusando al organismo de minimizar los riesgos sistémicos y privilegiar la preservación del status quo en lugar de realizar un diagnóstico brutal y honesto de la situación global.
Las observaciones del secretario del Tesoro no se limitaron al FMI. Bessent también apuntó con dureza al Banco Mundial, al que acusó de conceder préstamos de forma irresponsable, "entregando cheques en blanco" a cambio de compromisos marketineros en lugar de resultados verificables. Para el funcionario norteamericano, los recursos escasos del Banco deben ser utilizados "de la manera más eficiente posible", enfocándose en verdaderas oportunidades de desarrollo y no en operaciones cosméticas.
Esta línea crítica parece haber encontrado eco en la declaración final del Comité Monetario y Financiero Internacional (IMFC), el órgano de conducción política del Fondo y el Banco Mundial. El comunicado, leído por el ministro de Finanzas de Arabia Saudita, Mohammed Aljadaan, instó explícitamente a "recentrar" el mandato del FMI en sus tareas principales y dejó entrever un respaldo a las demandas de Washington.
Uno de los mensajes más llamativos de Bessent fue el respaldo explícito a la política económica de Javier Milei. El secretario del Tesoro puso a la Argentina como ejemplo de país que "está realizando un progreso real hacia el cumplimiento de sus metas financieras", y advirtió que el apoyo de organismos multilaterales no debe darse por automático: solo los países que demuestran compromiso con reformas estructurales merecen asistencia.
En un encuentro posterior organizado por el banco J.P. Morgan, Bessent fue incluso más allá. Anticipó que, si la Argentina sufre un shock externo y mantiene el rumbo actual, Estados Unidos podría activar el Fondo de Estabilización Cambiaria (FSE) del Tesoro, una herramienta poderosa que ya fue utilizada en los años noventa para rescatar a México durante la crisis del "efecto Tequila".
Este guiño fue interpretado por analistas como un respaldo estratégico al plan de dolarización y ajuste fiscal que impulsa el gobierno argentino, y una muestra de que Washington considera a Buenos Aires un aliado clave en su nueva arquitectura económica global.
Sin medias tintas, Bessent cargó duramente contra China, a la que acusó de ser la principal fuente de distorsiones comerciales y cambiarias en el mundo. "El FMI debe llamar la atención a países como China, que durante décadas han aplicado políticas opacas y distorsivas", sostuvo.
El secretario del Tesoro también criticó los mecanismos de financiamiento chinos en América Latina, que —según advirtió— imitan las prácticas "depredadoras" que Beijing desplegó en África para apropiarse de recursos naturales y generar endeudamiento insostenible.
Particularmente, instó a la Argentina a reconsiderar su swap de monedas con el Banco Central de China, remarcando que Estados Unidos desea evitar en América Latina los errores que facilitaron la expansión del poderío chino en otras regiones en desarrollo.
Asimismo, Bessent volvió a fustigar al Banco Mundial por seguir prestando dinero a China, "la segunda mayor economía del mundo", calificando de "absurdo" que siga siendo tratado como un "país en desarrollo" para recibir beneficios financieros.
Otro de los temas que impulsó Bessent durante las reuniones fue el regreso de la energía nuclear como motor del desarrollo. Celebró que el Banco Mundial haya decidido levantar las restricciones históricas a la financiación de proyectos nucleares y sostuvo que la abundancia energética será "una condición sine qua non para el crecimiento de los mercados emergentes".
Para Estados Unidos, la apuesta por la energía nuclear no sólo responde a necesidades ambientales o de diversificación energética, sino también a razones estratégicas: controlar las nuevas fuentes de energía será clave para mantener la estabilidad global y frenar la influencia de China y Rusia.
En suma, el paso de Scott Bessent por Washington dejó claro que Estados Unidos no piensa tolerar más la deriva progresista de los organismos multilaterales ni su inacción frente a las prácticas distorsivas de China. Apoyado por otros actores del G7, Washington presiona ahora por un "retorno a las fuentes" tanto en el FMI como en el Banco Mundial.
Para la Argentina, el respaldo norteamericano representa una oportunidad crucial, pero también una exigencia: no habrá indulgencias si el país abandona las reformas económicas o si no logra resultados concretos en estabilidad e inversión.
Así, las reuniones de primavera marcaron el inicio de una nueva etapa, en la que los organismos multilaterales deberán redefinir sus prioridades y su alineamiento en un mundo cada vez más fragmentado y competitivo.