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Por Agroempresario.com
Mark Carney logró este lunes una victoria decisiva en las elecciones federales de Canadá, asegurando un cuarto mandato consecutivo para el Partido Liberal. El ex gobernador del Banco de Canadá y del Banco de Inglaterra, que debutó en la política partidaria hace apenas unos meses, se convirtió en el nuevo primer ministro tras revertir un escenario que, hasta hace poco, anticipaba una derrota liberal.
Los primeros resultados provenientes de las provincias de Quebec y Ontario inclinaron la tendencia en favor del oficialismo. Aunque al cierre de la jornada electoral aún no estaba claro si los liberales obtendrían la mayoría absoluta en el Parlamento, las proyecciones de la Corporación Canadiense de Radiodifusión (CBC) confirmaron que Carney tendrá la oportunidad de formar gobierno.
La posibilidad de un gobierno en minoría marcará el tono político de los próximos meses. Carney deberá negociar con otras fuerzas para avanzar con su agenda legislativa, como ya ocurrió durante el último período parlamentario bajo Justin Trudeau, cuando los liberales lograron acuerdos informales con el Nuevo Partido Democrático (NPD).
La elección de Carney representa una suerte de resurrección para un partido que, hacia fines de 2024, atravesaba una de sus crisis más profundas en una década. El desgaste del gobierno de Trudeau, las disputas internas y un clima de descontento entre los votantes habían dejado al oficialismo relegado en las encuestas. Para muchos analistas, parecía inevitable una victoria conservadora.
“Estábamos muertos y enterrados en diciembre. Ahora vamos a formar un gobierno”, expresó el ex ministro de Justicia, David Lametti, en declaraciones a CTV. “Hemos revertido esto gracias a Mark”, agregó, reconociendo el rol central que jugó Carney en el inesperado giro electoral.
Ese giro, sin embargo, no fue únicamente producto de maniobras políticas internas. Un factor externo alteró profundamente la campaña: las declaraciones del presidente estadounidense Donald Trump. Durante un acto en Michigan, Trump se refirió a Canadá como un "posible 51.º estado" de EE.UU. y llamó a Trudeau "gobernador", provocando indignación a lo largo y ancho del país.
La respuesta del electorado canadiense no se hizo esperar. El nacionalismo revivió con fuerza, generando un repunte de apoyo a los liberales. Según David Coletto, director de la consultora Abacus, “el cambio en las encuestas fue absolutamente sin precedentes. No puedo pensar en otra jurisdicción donde se haya producido una transformación tan drástica del escenario político en tan poco tiempo”.
El gran derrotado de la jornada fue el Partido Conservador, liderado por Pierre Poilievre. A pesar de haber liderado las encuestas durante gran parte del último año, y de contar con una ventaja de hasta 25 puntos en diciembre, los conservadores no pudieron sostener su impulso frente a la irrupción de Carney y el cambio de humor social provocado por las tensiones con Estados Unidos.
Para Carney, esta elección representó un riesgo político considerable. Asumió el liderazgo del partido y del gobierno provisional apenas nueve días antes de convocar los comicios. De haber perdido, su mandato habría sido el más breve de la historia canadiense. En cambio, su estrategia se vio recompensada con una victoria que lo legitima como nuevo referente del liberalismo en el país.
En Ottawa, la emoción fue palpable en la sede de campaña liberal. Cada nueva actualización del recuento provocaba estallidos de júbilo entre los seguidores del flamante primer ministro. “Vi cómo se comportó Carney y sentí que era un hombre que respondió al momento”, dijo Ian Laroque, voluntario de campaña. “No es un político tradicional, pero es el tipo de líder que necesitamos ahora. No todos los días se tiene a un economista en medio de una crisis económica”.
Los resultados de esta elección también marcan un regreso al bipartidismo clásico en Canadá. Por primera vez en casi 70 años, liberales y conservadores concentraron más del 80% del voto popular. En contraposición, formaciones menores como el NPD o el Bloque Quebequés experimentaron fuertes caídas, reflejo de una polarización electoral sin precedentes en el país.
Con el panorama legislativo aún por definirse, Carney enfrentará una agenda compleja. Además de consolidar alianzas parlamentarias, deberá gestionar una economía en recuperación, responder a desafíos sociales internos y, sobre todo, reposicionar a Canadá en el nuevo escenario geopolítico norteamericano.
La relación con Estados Unidos, en particular, será uno de los principales focos de atención. Carney deberá defender la soberanía nacional frente a un socio comercial cada vez más impredecible, en un contexto internacional marcado por la incertidumbre y la necesidad de estabilidad. La tarea no será sencilla, pero el nuevo primer ministro ya demostró que, en política, los momentos difíciles también pueden ser oportunidades.
