Por Agroempresario.com
La escena cambiaria argentina vivió en las últimas semanas un fenómeno poco habitual: la desaparición casi total de la brecha entre el dólar oficial y el blue. En un contexto de cambios significativos en la política monetaria y cambiaria del país, el tipo de cambio informal cayó un 13,8% hasta los $1.185, mientras que el mayorista subió un 8,5% hasta $1.170, dejando apenas una diferencia del 1,3%.
Este movimiento no es casual. Responde a un proceso de convergencia que combina varios factores estructurales y coyunturales. Entre ellos, destacan la eliminación de restricciones para la compra de divisas, la desaparición del esquema blend, la alta oferta de dólares del agro y una nueva etapa de flotación administrada que redefinió los incentivos del mercado.
Desde el 14 de abril, el Banco Central dejó de intervenir activamente en el mercado cambiario, lo que permitió que la cotización se determine por la interacción entre oferta y demanda. En este nuevo esquema de mayor apertura, los volúmenes operados se ubicaron en torno a los USD 800 millones diarios, lo que refleja una dinámica más saludable y transparente.
Este giro fue acompañado por el inicio de la liquidación de la cosecha gruesa, lo cual incrementó la disponibilidad de divisas y favoreció una estabilización del tipo de cambio en torno a los $1.200, nivel que representa el punto medio de la banda dispuesta por la autoridad monetaria.
Así, al fijarse un tipo de cambio genuino en el mercado formal, los dólares paralelos comenzaron a perder atractivo, ya que los individuos y empresas encontraron condiciones similares —y muchas veces mejores— en el circuito legal.
La convergencia entre las diferentes cotizaciones también se explica por el arbitraje de precios que realizaron los actores del mercado. Al eliminarse el recargo impositivo sobre la compra de dólares, el valor del dólar minorista en bancos pasó a competir directamente con el blue, que hasta entonces servía como único refugio frente al cepo.
Esto generó una presión bajista sobre el dólar informal, ya que los compradores se volcaron al mercado legal, reduciendo la demanda del blue y aumentando su oferta. Como resultado, el precio del paralelo se ubicó incluso por debajo del dólar minorista promedio, que cerró el miércoles en $1.193,88.
Otro punto crucial fue la eliminación del esquema blend, que obligaba a los exportadores a liquidar el 20% de sus ventas en el mercado financiero. Esa porción de dólares, que antes alimentaba las cotizaciones bursátiles como el MEP y el contado con liquidación, volvió a ingresar al mercado oficial, aumentando la oferta en ese segmento.
En paralelo, la demanda del dólar MEP por parte de los ahorristas también cayó, ya que ahora pueden acceder sin restricciones al dólar oficial. Esto provocó una fuerte baja en estas cotizaciones: desde la flexibilización del cepo, el MEP cayó un 12,3% hasta $1.174,72 y el CCL retrocedió 11% hasta $1.189,76.
El resultado fue la desaparición de otra brecha que durante años caracterizó al sistema cambiario argentino: la que existía entre los dólares financieros y el dólar bancario.
La mayor estabilidad y previsibilidad también se reflejó en el comportamiento de los depósitos en moneda extranjera. Según datos del Banco Central, los depósitos privados en dólares aumentaron en USD 1.135 millones durante la segunda quincena de abril, alcanzando los USD 30.183 millones.
Este crecimiento demuestra un mayor nivel de confianza por parte del sector privado, que comienza a ver señales de normalización en el funcionamiento del sistema financiero.
El proceso actual contrasta fuertemente con la situación de fines de 2023, cuando la brecha entre el oficial y el blue llegó al 200%. En ese entonces, el mayorista cotizaba a $350 mientras que el blue se disparaba a $1.050, en un contexto de fuerte incertidumbre preelectoral.
Esa diferencia de precios solo tenía un antecedente similar en marzo de 1989, durante los últimos meses del gobierno de Raúl Alfonsín, cuando la brecha alcanzó el 214,8% en medio de un proceso hiperinflacionario.
Hoy, con un gobierno que avanza en la consolidación fiscal, la disciplina monetaria y una política cambiaria más previsible, el escenario es radicalmente distinto. Según el economista Gustavo Ber, “los avances en la consolidación fiscal y monetaria, sumados a una mayor flotación cambiaria, están siendo bien recibidos y no alteran el proceso de desinflación”.
De cara a los próximos días, los analistas anticipan que la estabilidad del tipo de cambio podría continuar. La entrada de divisas por la cosecha, junto con las ventas habituales de empresas a comienzos de mes para cubrir compromisos, reforzarían la oferta de dólares y mantendrían al tipo de cambio contenido.
“El dólar en niveles de $1.200 parece ser considerado razonable por los agentes económicos, lo que alienta la oferta”, explicó Ber. Según su visión, este entorno podría facilitar una reducción sostenida del riesgo país y allanar el camino hacia una mayor integración con los mercados internacionales.