Por Agroempresario.com
Ladislas d’Herbigny camina por las calles de Buenos Aires como si siempre hubieran sido suyas. Alto, rubio y con una tonada que delata su origen, este joven parisino de 27 años no pasa desapercibido, pero tampoco busca destacarse. Su historia, sin embargo, sorprende: desciende de la aristocracia francesa, creció a pocas cuadras de la Torre Eiffel y, tras recorrer varios países, eligió vivir en Argentina, dejar todo atrás y comenzar de nuevo. No fue una decisión repentina, sino un proceso de enamoramiento con una tierra que lo conquistó desde el primer momento.
“Me llamó mucho la atención”, dice en perfecto español mientras prepara un mate con la naturalidad de un nativo. Es jueves y planea ir a una peña. Su vida hoy está muy lejos de los lujos y comodidades que podría haber tenido en Europa, pero no lo lamenta: está exactamente donde quiere estar.
La primera vez que pisó suelo argentino fue a fines de 2021, justo antes de Navidad. Venía de haber recorrido otros países sudamericanos, pero hubo algo en la energía de Buenos Aires, en la gente, en el idioma, en las costumbres, que le hizo sentir que estaba en casa. Había estudiado Relaciones Internacionales y sus compañeros de universidad buscaban trabajos tradicionales en embajadas o empresas multinacionales. Él, en cambio, sentía que su destino —como su usuario en redes, @ladistino, sugiere— estaba al otro lado del océano.
Volvió a París solo para terminar su carrera y despedirse de su familia. Después regresó, esta vez con el objetivo de establecerse definitivamente. Comenzó los trámites para convertirse en residente legal y empezó a generar contenido en redes sociales para compartir su experiencia como extranjero en Argentina. Lo que nació como un hobby rápidamente se convirtió en su sustento y en una herramienta para tejer puentes culturales.
Ladislas nació en París, pero sus raíces están divididas entre el norte y el oeste de Francia. Su padre, originario de Lille, dejó la capital para instalarse en su tierra natal y dedicarse a la producción artesanal de cerveza. Su madre, también del interior, acompañó el proyecto. Ladis, como lo llaman sus amigos, decidió quedarse en París y vivió solo desde los 16 años en un departamento de apenas 9 metros cuadrados. “Aprendí a vivir con poco, a organizarme, a no desperdiciar nada”, recuerda. Esa disciplina todavía lo acompaña.
Aunque lleva un apellido que remite a la nobleza, nunca se sintió distinto por ello. “Mi familia tiene escudo de armas y una historia ligada a la aristocracia, pero mi vida fue como la de cualquier chico”. Su infancia estuvo marcada por una hiperactividad que lo hizo chocar con los límites del sistema educativo tradicional. Cambió de colegio varias veces, hasta que terminó en uno alternativo que, según él, le abrió la mente. Allí conoció a chicos “fuera de la norma” con quienes aún mantiene contacto. “Eran personas muy inteligentes, diferentes, y aprendí muchísimo de ellos”.
A los 14 años, Ladis tuvo la oportunidad de viajar a Perú en el marco de un programa de intercambio escolar. No sabía español —ni le interesaba—, pero el incentivo de viajar lo llevó a estudiar lo suficiente como para ser seleccionado. Ese viaje fue, en sus palabras, un “flash”. Se enamoró del continente, de la gente, de la manera de vivir. Años después volvió a Perú, vivió varios meses en Arequipa y Lima, y sintió que había encontrado su lugar en el mundo.
Durante esos viajes conoció de cerca la calidez humana que caracteriza a América Latina. “La gente es más abierta, más solidaria. Hay una conexión que en Europa no siempre se encuentra”. Comenzó a seguir con más interés la cultura de la región, a perfeccionar su español, y a elegir siempre que podía, Argentina en los videojuegos de fútbol. “Ya era fanático de la Selección desde antes del Mundial. Me encantaban Lavezzi, Di María, Pastore…”.
En 2020, cuando estaba por hacer un intercambio universitario en Argentina, la pandemia de COVID-19 cambió todos los planes. Ladis no quería quedarse encerrado estudiando online en su departamento parisino, así que buscó en un mapa qué países mantenían sus fronteras abiertas. Terminó en Bolivia, donde trabajó para una ONG ambientalista. Recorrió zonas rurales, aprendió sobre la cultura local y vivió experiencias que jamás imaginó. “Rubio, de ojos claros, preguntando por hojas de coca… pensaban que era un espía o algo raro”, cuenta entre risas.
Después siguió por Paraguay, donde vivió casi cinco meses. Fue entonces cuando empezó a grabar videos para TikTok, alentado por sus amigos que querían ver su día a día en lugares tan distintos. Eligió el español para comunicarse porque se sentía más conectado con la audiencia latina. El contenido comenzó a ganar seguidores y él, sin proponérselo, se convirtió en un influencer.
Argentina fue el país que más lo atrapó. “Tiene una mezcla perfecta entre Europa y América Latina. Hay historia, diversidad, intensidad”. Vivió en Buenos Aires, en Córdoba, y viajó por diferentes provincias. Participó en fiestas populares, visitó estadios como la Bombonera y el Gigante de Arroyito, se emocionó con la consagración mundial en Qatar 2022, y hasta se tatuó el mapa del país y las Islas Malvinas.
Le apasiona el fútbol, pero también el folklore, el tango y hasta el cuarteto cordobés. Compró un tocadiscos y coleccionó vinilos de música argentina. “Me gusta escuchar Los Palmeras mientras cocino, o Carlos Rolán en las previas con amigos. Aprender sobre la cultura musical de cada región me fascina”. Dice que el tango le genera una sensación única, como si caminara por una película.
Para Ladislas, Argentina es un país incomparable en cuanto a paisajes y contrastes. “No existe otro lugar que tenga desierto, selva, bosque, glaciares, montaña y mar, todo junto. Es una locura”. Tiene como meta conocer todas las provincias y ya planificar futuros viajes al norte y al sur. Valora la cercanía con la naturaleza, la posibilidad de encontrar lugares poco explorados y la calidez de la gente en cada rincón.
Le gusta que los argentinos muestran con orgullo su bandera, algo que en Europa muchas veces es mal visto o está asociado con ideologías extremas. Aquí, en cambio, es símbolo de identidad, de pasión y de comunidad. “Que el himno suene en una fiesta o en un recital es increíble. En Francia eso no existe”.
No vino por trabajo ni por estudios. Vino porque sintió que debía estar acá. Su historia genera curiosidad: ¿por qué un joven con todas las oportunidades en Europa elige vivir en un país con inflación, crisis y problemas estructurales? “Porque acá hay cosas que no se compran con dinero. La amistad, la espontaneidad, la forma de vivir el presente. Mis amigos me ayudaron a mudarme sin que yo les pidiera nada. Eso no pasa en todos lados”.
Ladislas no idealiza la realidad: sabe que la vida en Argentina puede ser difícil. Pero eligió apostar a largo plazo. Se imagina dentro de diez años con una familia, hijos, una casa con jardín. No sabe si será en Buenos Aires o en alguna provincia más tranquila, pero está seguro de que será en esta tierra. “Me gustaría criar a mis hijos acá. Que crezcan con esta cultura, esta forma de ver la vida”.
Hoy, a través de sus redes sociales, busca acercar a los argentinos al mundo francófono y viceversa. Enseña francés, cuenta anécdotas sobre su vida en París, pero sobre todo, muestra la Argentina con ojos de extranjero enamorado. “Me interesa conectar culturas, mostrar que no somos tan distintos”.
Sueña con tocar la guitarra en una peña, con seguir grabando vídeos, pero también con aportar algo más profundo. “Quiero demostrar que se puede elegir un lugar por amor, por intuición, y construir algo genuino desde ahí”.
Ladislas d’Herbigny eligió dejar la torre Eiffel por el Obelisco, los quesos franceses por el asado, y la rigidez europea por la pasión argentina. En su piel lleva tatuado el continente sudamericano y su lema familiar en latín: ardens ut ignis, ardiente como el fuego. Esa intensidad lo define.
En tiempos en que muchos sueñan con irse, su historia invita a repensar qué hace que un país sea un lugar digno para vivir. A veces, lo que buscamos afuera, otros lo encuentran aquí.