Por Agroempresario.com
La derrota de Leandro Santoro en las elecciones legislativas porteñas frente a Manuel Adorni reconfiguró el tablero político en la Ciudad de Buenos Aires y dejó al descubierto una fractura interna en el peronismo que promete debates intensos. El resultado no solo sorprendió por su contundencia, sino también por la forma en que echó por tierra las expectativas construidas por encuestas previas y el optimismo que circulaba en el búnker de “Es ahora Buenos Aires”. El golpe es simbólico y real: se perdió la oportunidad de alcanzar un triunfo histórico y se consolidó la figura del vocero presidencial como actor político central del oficialismo.
Con más del 50% de las mesas escrutadas, las caras largas se multiplicaron en Ferro, sede del comando electoral de Unión por la Patria (UP). El peronismo apostaba a que la fragmentación del voto opositor entre el PRO y La Libertad Avanza (LLA) abriría un camino al triunfo para Santoro. Pero ese cálculo político no se cumplió. La baja participación —apenas un 53,34% del padrón— y la consolidación del espacio libertario, especialmente con Adorni como figura convocante, alteraron el escenario.
El punto de inflexión, según muchos dentro del propio peronismo, fue la estrepitosa caída del PRO, que terminó arrastrando consigo parte de la estrategia de UP. La candidata Silvia Lospenatto, respaldada por Mauricio Macri, no logró posicionarse como alternativa competitiva, y su mala elección facilitó que el oficialismo capitalizara el voto opositor disperso. En ese marco, Manuel Adorni emergió como el gran ganador, simbolizando una victoria doble: ante el peronismo y ante el PRO, dos fuerzas históricas en la Ciudad.
Leandro Santoro obtuvo el 27,35% de los votos, una cifra levemente superior al 25% alcanzado en 2021. Sin embargo, en aquella oportunidad votó el 66% del padrón, lo que convierte el resultado de esta elección en una señal de estancamiento. Aunque UP logró renovar las 8 bancas que tenía y sumar dos más en la Legislatura, la percepción de derrota fue más poderosa que los logros parlamentarios. La emoción predominante en el búnker fue el desencanto.
En términos territoriales, UP también marcó un hito: ganó en siete comunas, la mejor performance desde 2005. Pero estos pequeños avances quedaron opacados por la desilusión de no haber podido romper con el techo electoral en un contexto que parecía favorable. La noche del domingo cerró con reproches cruzados, pases de factura y una sensación de oportunidad perdida.
Uno de los aspectos más criticados dentro del espacio fue el enfoque de la campaña. “Hicimos una campaña local en una disputa que era claramente nacional”, expresó un dirigente de UP. Mientras el Gobierno nacional convertía la elección en una pulseada directa contra el kirchnerismo y el albertismo porteño hablaba de subtes y residuos, la narrativa libertaria logró captar la atención del electorado con propuestas disruptivas y presencia mediática.
Manuel Adorni no solo encarnó la figura del vocero, sino que se transformó en un símbolo de la nueva política libertaria. Respaldado por los hermanos Milei y por el aparato estatal nacional, su campaña tuvo un despliegue territorial y comunicacional sin precedentes. Su triunfo consolida a LLA como una fuerza con capacidad real de competencia en bastiones históricos del macrismo y el peronismo.
El peronismo, por su parte, sigue pagando el precio de la fragmentación. Los casi tres puntos que sumaron Alejandro Kim y Juan Manuel Abal Medina podrían haber sido decisivos para torcer el resultado. Esa dispersión, que se repite en otros distritos como Salta y Chaco, se convierte en un llamado de atención urgente: sin unidad, no hay posibilidad de competitividad real frente al crecimiento libertario.
Santoro, visiblemente afectado, reconoció la derrota pero no brindó un mensaje a la militancia presente, lo que generó enojo entre fiscales y militantes que esperaban una señal de respaldo tras la dura jornada. La falta de conducción emocional se suma a las críticas estratégicas y alimenta el clima de tensión interna.
Con la mirada puesta en las próximas elecciones en la provincia de Buenos Aires, la discusión por la unidad del peronismo cobra una relevancia central. La experiencia porteña podría funcionar como advertencia: si las distintas vertientes del espacio no convergen en una estrategia común, el camino al retroceso se profundizará. El plan original, que incluía un acuerdo de listas entre legisladores locales, senadores nacionales y diputados, deberá ser revisado.
La derrota en CABA marca un antes y un después para Unión por la Patria. Es la señal más clara hasta el momento de que el modelo electoral necesita ser reconfigurado, tanto en su discurso como en sus liderazgos. La pregunta que se abre es si el peronismo podrá capitalizar esta experiencia para reconstruirse o si el golpe dejará secuelas irreversibles en un distrito históricamente esquivo.