Por Agroempresario.com
Durante un evento organizado por la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina (AmCham), el reconocido economista Ricardo Arriazu —uno de los analistas más cercanos al presidente Javier Milei— delineó un panorama ambicioso pero desafiante para la economía argentina. En su presentación, titulada “De la macro a la micro”, Arriazu explicó que si el país aprovecha su potencial productivo, las exportaciones podrían duplicarse en pocos años, lo cual convertiría a la Argentina en un “país caro”. Sin embargo, advirtió que la transición entre destrucción y creación de empleo y sectores será crítica y debe ser gestionada con cuidado para evitar tensiones sociales.
En la apertura de su análisis, Arriazu valoró la salida gradual del cepo cambiario para personas físicas impulsada por el Gobierno de Javier Milei. “Odio el cepo, pero odio mucho más las consecuencias sociales por sacarlo cuando no se puede”, expresó, dejando clara su postura pragmática sobre el timing de las decisiones económicas. Para él, Argentina aún se encuentra “en una etapa de rebote”, donde es prematuro evaluar resultados estructurales, aunque se están sentando las bases para una transformación profunda.
El economista hizo especial hincapié en evitar las crisis de balanza de pagos, que, según explicó, han sido responsables de limitar el crecimiento del país durante las últimas cuatro décadas. “Si no hubiéramos tenido esas crisis, Argentina habría duplicado su tasa de expansión”, afirmó. Para evitarlas, sugiere dos medidas clave: “No hay que gastar de más ni emitir de más”, principios con los que, asegura, el actual Gobierno está comprometido.
En su análisis sectorial, Ricardo Arriazu identificó al campo, la construcción, la energía y la minería como los motores potenciales del nuevo ciclo económico argentino.
“El campo siempre reacciona cuando recibe el precio relativo adecuado”, afirmó Arriazu. En este sentido, propuso eliminar retenciones y bajar el costo de los insumos productivos a niveles de “export parity” en lugar de “import parity”. Con estas condiciones, pronosticó un crecimiento significativo tanto en superficie sembrada como en productividad.
Además, consideró que el agro podría jugar un papel fundamental en la reactivación económica si se consolida un marco de reglas claras y estabilidad. La previsibilidad en el sector agroexportador no solo impactaría en los ingresos de divisas sino también en el empleo y en el desarrollo territorial.
Respecto a la construcción, Arriazu la vinculó directamente con la expansión del crédito hipotecario y la baja sostenida de la inflación. “La inflación destruye el mercado de crédito y hay una necesidad de más de 4 millones de viviendas, además de infraestructura crítica”, indicó.
Para que este sector prospere, se requiere un entorno macroeconómico estable y un sistema financiero sólido que permita el acceso a créditos de largo plazo. De cumplirse estas condiciones, la construcción no solo atendería un déficit social histórico, sino que también dinamizaría el empleo y múltiples industrias asociadas.
Con una afirmación contundente, Arriazu aseguró: “Tenemos la mejor roca del mundo”. En referencia a Vaca Muerta, uno de los yacimientos de shale más importantes a nivel global, proyectó que Argentina podría lograr un superávit energético de entre 30.000 y 32.000 millones de dólares.
Este escenario positivo no solo reduciría la dependencia externa, sino que también mejoraría las cuentas fiscales, aumentaría las exportaciones y transformaría al país en un actor relevante en el mercado energético mundial. No obstante, para concretarlo se requieren inversiones, infraestructura y regulaciones claras.
Sobre la minería, el economista fue claro: se trata de un sector que necesita “mucho dinero, mucha confianza y mucho tiempo”. Sin embargo, visualiza un horizonte optimista: “Hacia 2030 ya deberíamos estar exportando”.
En particular, el potencial del litio, el cobre y otros minerales críticos vinculados a la transición energética mundial podría ubicar a Argentina como proveedor estratégico. Para ello, insistió en la importancia de reglas de juego estables y un ambiente favorable a las inversiones.
Arriazu cerró su presentación con una reflexión de fondo. “La destrucción se da más rápido que la creación”, advirtió, en referencia a los procesos de reestructuración económica. En su visión, el país atraviesa un momento bisagra donde se eliminarán sectores ineficientes y se generarán nuevas oportunidades, pero este proceso no es automático ni indoloro.
Por eso, remarcó que la transición debe ser acompañada con políticas públicas que mitiguen los “bolsones de pobreza y los descontentos”. “Es imposible separar la economía de la política y de la sociología”, afirmó, recordando que el éxito económico también depende del consenso social.
Consultado sobre por qué esta vez el escenario podría ser diferente, Arriazu subrayó que la clave está en el liderazgo político. “Esta vez no es un ministro que convence al Presidente. Es el Presidente que, si el ministro no lo hace, lo echa”, explicó. Según su visión, la firmeza fiscal del Gobierno marca una diferencia respecto a experiencias pasadas.
Aunque sostuvo que Argentina es “el país que siempre pierde las oportunidades”, esta vez vislumbra una chance concreta de encaminarse hacia un sendero de crecimiento sostenible si se cumplen las condiciones.