Por Agroempresario.com
“La Argentina debería aumentar un 50% sus exportaciones solo para estar al nivel de sus vecinos latinoamericanos”. Con esta frase contundente, el especialista en comercio internacional Marcelo Elizondo describió la dimensión del desafío que enfrenta el país en materia de inserción global. Director de la consultora DNI y referente habitual en temas de comercio exterior, Elizondo repasó los principales sectores con potencial exportador, los obstáculos estructurales que limitan el crecimiento y el rol clave del sector privado para transformar el modelo productivo.
Durante su análisis, el especialista planteó que el bajo nivel de exportaciones está directamente relacionado con una productividad sistémica deficiente, producto de años de políticas erráticas, alta inflación y una economía cerrada. Y remarcó que las reformas no solo deben venir del Estado, sino también del empresariado: “El sector privado tiene que cambiar, tiene que invertir”, sentenció.
En el contexto global, Elizondo explicó que el actual escenario de desescalada en la tensión entre Estados Unidos y China no implica un retorno a la globalización total, sino una reconfiguración en bloques: “Los países se están aliando en clubes de amigos. Estados Unidos ya firmó acuerdos con Reino Unido, Ucrania y hasta con China. Argentina tiene que encontrar sus propios socios”, sostuvo, y destacó la importancia de avanzar en acuerdos internacionales, como el que se negocia entre el Mercosur y la Unión Europea.
En ese marco, subrayó que la integración comercial no puede depender solo del tipo de cambio, sino que requiere una estrategia sostenida de posicionamiento internacional y reformas que mejoren la competitividad local.
Consultado sobre los rubros donde Argentina puede ampliar su participación exportadora, Elizondo fue claro: el agro lidera el ranking por trayectoria y volumen, concentrando el 60% de las exportaciones anuales, que rondan los US$86.000 millones. “Es un sector estancado en los últimos años por malas políticas, pero con capacidad de recuperación”, explicó.
En segundo lugar, destacó al sector energético y petrolero, impulsado por Vaca Muerta, que ya ocupa el segundo puesto en el podio exportador detrás del complejo sojero. Luego, mencionó la minería, con un “enorme potencial todavía por desarrollar”, y finalmente, la economía del conocimiento, que incluye servicios basados en el capital intelectual, un campo donde la Argentina “tiene mucho para dar”.
Estos cuatro pilares —agroindustria, energía, minería y servicios tecnológicos— son, para Elizondo, la clave para generar divisas genuinas, escalar producción y fortalecer la balanza comercial.
El debate sobre el nivel del tipo de cambio tras la flexibilización del cepo también fue abordado por el experto, quien advirtió que la estabilidad macroeconómica es tan importante como el precio del dólar. “No hay inserción internacional con un país inestable en precios y tipo de cambio. En los últimos 25 años, Argentina y Venezuela son los países que más devaluaron sus monedas… y también los que menos crecieron en exportaciones”, graficó.
En ese sentido, sostuvo que la competitividad debe buscarse con una agenda estructural que incluya reformas profundas. “Los precios en dólares de los productos argentinos son altos. Hay que trabajar en bajar costos, eliminar distorsiones y facilitar procesos”, señaló.
Entre las reformas necesarias, Elizondo hizo foco en cuatro ejes:
Desregulación de la economía para reducir trabas burocráticas.
Reforma impositiva para simplificar el sistema y reducir la presión fiscal.
Reforma laboral que apunte no solo al costo salarial, sino a las contingencias que enfrentan las empresas en términos de litigiosidad y rigidez.
Redefinición de la relación Nación-provincias, especialmente en la distribución de fondos, que actualmente genera ineficiencia en el uso del presupuesto.
“La Argentina tiene un sistema impositivo costoso y engorroso. Y en lo laboral, muchas empresas operan con miedo. Se necesita un entorno más amigable para crecer”, argumentó.
Pero el cambio no es solo político ni estatal. Elizondo apuntó también al empresariado argentino: “Tenemos niveles de productividad muy bajos. Las empresas han trabajado durante años con lógica de corto plazo, maximizando márgenes en un entorno inflacionario”.
El nuevo escenario, para él, exige un cambio de paradigma: “Hay que empezar a maximizar el largo plazo, con menos rentabilidad por unidad, pero más inversión, más escala, más innovación, más alianzas”, propuso. Ese “reseteo” del modelo de negocios debe incluir la adopción de tecnologías, la profesionalización de las estructuras y la búsqueda activa de mercados internacionales.
“No ocurre de un día para el otro, pero es un camino que las empresas van a tener que recorrer”, advirtió.
En línea con la apertura comercial que impulsa el actual gobierno, Elizondo señaló que la Argentina es el país de la región con menor relación importaciones-PBI, un dato que revela aislamiento y limita la capacidad productiva.
“La industria necesita importar más bienes de capital, partes y componentes. Pero para poder importar más, hay que exportar más. Y eso permite ganar escala, mejorar calidad y competir mejor adentro y afuera”, explicó.
Una economía más abierta, argumentó, no solo implica más competencia, sino también más tecnología, más productividad y más oportunidades para modernizar el tejido empresarial argentino.
Finalmente, Elizondo evaluó que el avance de las reformas necesarias dependerá de tres factores:
El capital político del gobierno, tanto propio como en su capacidad de generar alianzas parlamentarias y federales.
La coordinación con las provincias, clave para implementar reformas profundas en materia fiscal y regulatoria.
El compromiso del sector privado, que deberá invertir, asumir riesgos, innovar y adaptar sus modelos organizativos a una economía más competitiva y abierta.
“Hay un trabajo conjunto que debe hacerse. La política debe aprender a dialogar con el empresariado y el empresariado debe asumir su rol en esta nueva etapa”, concluyó.