En una misión técnica organizada por la Embajada del Reino de los Países Bajos en Argentina, referentes del sector semillero argentino, liderados por la Asociación Semilleros Argentinos (ASA), visitaron instituciones clave y empresas del sector hortícola neerlandés. El objetivo: conocer de primera mano un sistema que ha logrado consolidarse como referente global en innovación agrícola, mejoramiento genético y protección de la propiedad intelectual vegetal.
La delegación multisectorial estuvo integrada por referentes del ámbito público y privado: Ignacio Elena, asesor agrícola de la embajada; Perla Godoy, de la Dirección de Biotecnología; Elena Gatti, de SENASA; Laura Villamayor, del INASE; Tomás Palazón, de la Sociedad Rural Argentina; Hugo Rossi, asesor técnico; y Alfredo Paseyro, director ejecutivo de ASA.
Durante la misión, se priorizó el análisis de sistemas de I+D, estándares internacionales fitosanitarios, y modelos de propiedad intelectual vegetal, con la mira puesta en adaptar y aplicar aprendizajes para fortalecer la competitividad del sector hortícola argentino.
Las reuniones realizadas con empresas y organismos neerlandeses permitieron identificar los pilares que sustentan un sector que mueve más de 4.500 millones de euros anuales. La inversión privada en mejoramiento genético vegetal alcanza entre el 15% y el 30% de su facturación anual, frente al 9% al 10% que se invierte actualmente en Argentina.
“Pudimos conocer de primera mano las empresas que trabajan en el mejoramiento de variedades vegetales, de papa y flores, sectores donde la genética se combina con sanidad, rendimiento y calidad para satisfacer al consumidor”, explicó Alfredo Paseyro a Agroempresario.com.
Según Paseyro, el éxito del sistema holandés se basa en tres pilares fundamentales: sanidad del cultivo, rendimiento productivo y aceptación del consumidor.
“El principal enfoque está en la sanidad del cultivo. Todos los programas parten de una genética inicial con altos estándares sanitarios, lo que redunda en mejores rindes y sostenibilidad para el productor de semillas y productos finales”, destacó.
A estos aspectos se suman características como el color, la forma y el sabor, que definen la aceptación comercial del producto final en mercados globales exigentes.
Uno de los temas clave abordados durante la misión fue la necesidad de fortalecer la protección de los derechos del obtentor vegetal. En este sentido, se evaluó la importancia de avanzar hacia la adhesión al Acta 1991 del Convenio UPOV, herramienta que otorga mayor seguridad jurídica a los desarrollos genéticos y estimula la inversión a largo plazo.
“Desarrollar una nueva variedad de tomate o papa puede llevar más de 10 o 15 años. Por eso es vital que haya un marco que proteja la inversión en innovación genética”, sostuvo Paseyro.
Uno de los encuentros destacados fue la visita a Naktuinbouw, la institución neerlandesa que registra, fiscaliza y garantiza la calidad genética y sanitaria de semillas y plantas ornamentales. Dependiente del Ministerio de Agricultura, Naturaleza y Calidad Alimentaria, este organismo es ejemplo de gestión pública eficiente y cooperativa con el sector privado.
Durante la visita, se discutieron mecanismos de cooperación e incentivos para atraer inversiones hacia el sector hortícola argentino, replicando la experiencia exitosa de Países Bajos.
Pese al talento técnico y el potencial productivo, Argentina aún enfrenta desafíos estructurales. Según Paseyro, es fundamental mejorar las condiciones macroeconómicas para atraer inversiones internacionales y fomentar la instalación de empresas biotecnológicas de primer nivel.
“Algunas empresas están en la Argentina y otras no, pero hay condiciones. Si mejoramos la macroeconomía y garantizamos protección de la propiedad intelectual, se podrá avanzar en un modelo más competitivo y sostenible”, remarcó.
La misión permitió observar el impacto directo de políticas agrícolas integrales, que integran inversión en I+D, cooperación institucional y estándares internacionales. Para la delegación argentina, fue una experiencia enriquecedora que ofrece un horizonte concreto para la transformación del sistema semillero local.
“Esta misión nos permitió identificar oportunidades concretas para mejorar el mercado argentino, impulsando innovación y competitividad en la producción de semillas hortícolas”, concluyó Paseyro.
Consolidar una relación institucional sólida entre Argentina y Países Bajos en materia de genética vegetal, trazabilidad y fitosanidad podría posicionar a la Argentina como un actor más competitivo en el escenario agrícola global. El intercambio de conocimientos, experiencias y modelos de desarrollo puede ser el punto de partida para construir un sistema moderno, eficiente y con estándares internacionales.