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Por Agroempresario.com
En un nuevo capítulo de la compleja relación comercial entre Estados Unidos y China, la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (USTR, por sus siglas en inglés) anunció la extensión, hasta el 31 de agosto de 2025, de la suspensión de aranceles a una serie de productos clave importados desde China. La medida, enmarcada en la Sección 301 de la Ley de Comercio, responde a una revisión en curso sobre las prácticas chinas en materia de propiedad intelectual, transferencia de tecnología e innovación.
La decisión de la USTR llega en un contexto marcado por tensiones diplomáticas y comerciales que no han dado tregua desde que en 2018 se implementaron las primeras tarifas bajo la administración de Donald Trump. Aquella investigación inicial determinó que las políticas comerciales chinas eran desleales y perjudiciales para las empresas y trabajadores estadounidenses. Desde entonces, ambos países se han enfrentado en una guerra arancelaria que ha impactado no solo sus economías, sino también las cadenas de suministro globales.
La prórroga anunciada se aplica a un conjunto de productos —mayoritariamente tecnológicos e industriales— cuya exclusión fue autorizada en función de los testimonios del sector privado y las observaciones recabadas en audiencias públicas. Según el comunicado oficial, la USTR podrá considerar nuevas extensiones o modificaciones, en coordinación con el Comité Interinstitucional de la Sección 301.
La decisión estadounidense se produce justo cuando la industria manufacturera china atraviesa su peor momento en ocho meses. El índice gerente de compras (PMI) elaborado por Caixin y S&P Global cayó en mayo a 48,3 puntos, marcando una contracción más pronunciada de lo previsto. Mientras los analistas proyectaban una mejora hasta los 50,6 puntos, el sector no solo no creció, sino que retrocedió respecto al mes anterior.
“El subíndice de nuevos pedidos para exportación cayó a su nivel más bajo desde julio de 2023”, señaló Wang Zhe, economista de Caixin. La caída en la demanda extranjera, sumada a una reducción sostenida en los precios de venta —ya seis meses consecutivos a la baja—, refleja la presión que enfrenta la manufactura china para mantenerse competitiva.
Por su parte, los datos de la Oficina Nacional de Estadística de China (ONE) ofrecieron una visión ligeramente menos negativa, ubicando el PMI oficial en 49,5 puntos. No obstante, el dato sigue indicando contracción.
La extensión de las exclusiones arancelarias ocurre poco después del breve acuerdo alcanzado entre Washington y Beijing en mayo, en el que ambas potencias acordaron una tregua de 90 días. Durante ese período, Estados Unidos redujo sus aranceles del 145 % al 30 %, mientras que China disminuyó sus propios gravámenes del 125 % al 10 %. Sin embargo, las fricciones no tardaron en reaparecer.
El expresidente Donald Trump acusó recientemente a China de incumplir el pacto, aunque sin ofrecer detalles específicos. Esta acusación avivó nuevamente la incertidumbre sobre la durabilidad de los acuerdos y la estabilidad en las relaciones comerciales bilaterales.
En paralelo, la economía china sigue mostrando señales de enfriamiento. Según el informe de Caixin, los nuevos pedidos han caído al ritmo más acelerado en más de dos años y medio, y la producción descendió por primera vez en 19 meses. Aun así, el indicador que mide las expectativas sobre la producción futura se mantuvo en zona de expansión, lo que sugiere un leve optimismo de cara al futuro inmediato.
“Las empresas encuestadas creen que el conflicto comercial China-EE.UU. amainará a corto plazo, y esperan que el mercado exterior mejore”, agregó Wang Zhe.
La extensión de la suspensión arancelaria podría tener repercusiones más allá de las fronteras de China y Estados Unidos. Muchos analistas consideran que este alivio temporal podría estabilizar ciertos mercados internacionales, en especial los vinculados a la tecnología y los insumos industriales.
Sin embargo, la sostenibilidad de esta tregua dependerá de cómo evolucionen las negociaciones políticas y del desempeño de la economía china. “La presión a la baja sobre la economía ha aumentado de forma significativa con respecto a períodos anteriores”, advirtió Wang, quien también recomendó medidas gubernamentales que impulsen el consumo interno y mejoren la renta de los hogares.
En definitiva, la extensión hasta el 31 de agosto representa una pausa táctica más que un punto de inflexión. La batalla arancelaria entre las dos mayores economías del mundo sigue abierta y, con ella, las dudas sobre la estabilidad comercial global en el segundo semestre del año.
