Por Agroempresario.com
La asunción del nuevo presidente de Corea del Sur, Lee Jae-myung, este miércoles abre un capítulo crucial en la historia reciente del país asiático. Con una fuerte impronta progresista, promesas de reconciliación nacional y una agenda de reformas estructurales, Lee se enfrenta a un entorno cargado de desafíos tanto internos como externos. En medio de una creciente tensión geopolítica y una economía afectada por medidas proteccionistas de socios estratégicos como Estados Unidos, el nuevo mandatario deberá desplegar todo su pragmatismo para estabilizar al país y proyectar liderazgo.
La economía de Corea del Sur, fuertemente dependiente de sus exportaciones, ha entrado en una fase crítica. Apenas unas horas después de que Lee jurara como presidente, el gobierno de Donald Trump anunció un aumento del 50% en los aranceles al acero y aluminio surcoreanos. Esta decisión impacta directamente sobre uno de los sectores clave de la economía nacional, que ya venía mostrando signos de fatiga.
Según explicó Kim Dae-jong, profesor de la Universidad de Sejong, “el acero es uno de los pilares industriales del país, y estas barreras comerciales podrían agravar la ya frágil situación económica”. Lee, durante su campaña, propuso abrir negociaciones bilaterales con Washington para mitigar el impacto de estas decisiones, aunque sin apresurarse. Su experiencia como gobernador y alcalde lo posiciona como un negociador pragmático, capaz de intervenir personalmente si las condiciones lo ameritan.
El vínculo con Corea del Norte es uno de los temas más sensibles de la política surcoreana. Tras el fracaso de los intentos de diálogo liderados por el ex presidente Moon Jae-in, Pyongyang endureció su postura. En la actualidad, no solo ha declarado a Corea del Sur como enemigo oficial, sino que ha enviado más de 14.000 soldados a colaborar con Rusia en la guerra contra Ucrania.
Lee hereda una relación completamente deteriorada por la política confrontativa de su predecesor, Yoon Suk-yeol, quien llegó a impulsar medidas que podrían haber llevado al país al borde de la ley marcial. Durante la campaña, Lee prometió adoptar un enfoque más equilibrado, apostando por el diálogo sin dejar de lado la defensa nacional. “¿No construyó Corea del Norte esas barreras de tanques por miedo a que el Sur empujara con tanques?”, preguntó irónicamente en un debate, señalando la necesidad de desescalar la tensión.
En medio de un clima de guerra comercial y rivalidad geopolítica entre Estados Unidos y China, Corea del Sur se encuentra en una encrucijada estratégica. Mientras Washington exige compromiso militar en la región del Indo-Pacífico, Beijing sigue siendo el principal socio comercial de Seúl.
El Secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, ya advirtió sobre la posibilidad de un conflicto en la región, en el cual espera una postura firme de sus aliados. No obstante, Lee ha optado por una línea diplomática más neutral. Al ser consultado por la revista TIME sobre sí defendería a Taiwán ante una eventual agresión china, respondió con ironía: “Pensaré en esa respuesta cuando los extraterrestres estén a punto de invadir la Tierra”.
La estrategia del nuevo presidente parece ser la de no tomar partido abiertamente en el enfrentamiento de las superpotencias, buscando preservar la estabilidad regional y las relaciones económicas vitales para el país.
La fractura social interna es otro de los focos de preocupación. La polémica gestión de Yoon, quien intentó imponer la ley marcial tras el escándalo político de diciembre pasado, dejó profundas cicatrices en el entramado institucional del país. Lee, líder del Partido Demócrata, ha prometido enmendar la Constitución para dificultar futuros intentos de interrupción del orden democrático.
El profesor Gi-Wook Shin, de la Universidad de Stanford, alertó que si el nuevo gobierno actúa con exceso de agresividad contra los conservadores, solo logrará profundizar la polarización. Lee, consciente de este riesgo, ha llamado a la unidad nacional y propone una investigación transparente que no derive en una caza de brujas, sino en un ejercicio de memoria institucional.
Corea del Sur enfrenta una de las tasas de natalidad más bajas del mundo, un fenómeno que amenaza la sustentabilidad del sistema económico y previsional. Lee ha identificado esta problemática como una prioridad absoluta, al vincularla con la falta de oportunidades, el alto costo de vida y la creciente desigualdad.
Durante la campaña, prometió reformas estructurales para revertir esta tendencia: reducción de la jornada laboral, extensión de la edad de jubilación, ampliación de los servicios públicos de cuidado infantil y para adultos mayores, impulso a las pequeñas empresas y un ambicioso plan de viviendas accesibles. “Muchos jóvenes surcoreanos no creen que sus hijos puedan tener una vida mejor que la suya. Ese es el núcleo del problema”, sostuvo en uno de sus discursos.
A pesar de las incertidumbres, Lee Jae-myung llega al poder con una base de apoyo sólida y una imagen de dirigente competente. Su trayectoria en el gobierno local y su capacidad para comunicar de forma directa lo han convertido en una figura de peso en la política surcoreana. Su desafío será convertir esa experiencia en resultados concretos, mientras navega en aguas tormentosas.
En una era marcada por la interdependencia global, el conflicto de intereses y los riesgos existenciales, Corea del Sur necesitará una conducción firme, estratégica y empática. Si Lee logra avanzar en su agenda sin ceder a los extremos, podría redefinir no solo el rumbo de su país, sino también el equilibrio geopolítico de toda Asia.