Por Agroempresario.com
La industria avícola argentina se encuentra en una encrucijada estratégica. Con un consumo interno estabilizado en niveles históricamente altos —promediando 45,2 kg per cápita al año— y una producción eficiente y consolidada, el sector mira con renovado interés hacia los mercados internacionales. La reapertura de destinos clave como China y Japón en 2025 marca un hito en la política exportadora y podría colocar a Argentina como un proveedor competitivo en el creciente comercio global de carne aviar.
Según un informe reciente de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), elaborado por los economistas Franco Ramseyer y Emilce Terré, el país ocupa actualmente el sexto lugar a nivel mundial en consumo per cápita de carne aviar. Este dato revela tanto la fuerte penetración del producto en el mercado doméstico como una señal de madurez que exige repensar las estrategias de crecimiento.
De acuerdo con datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca (SAGyP), la faena aviar se mantuvo en 2024 en torno a los 739 millones de aves. Esto representa una estabilidad notable luego de años de expansión acelerada entre 2000 y 2012, cuando el sector duplicó su volumen de faena, apalancado en la mejora del acceso a insumos como maíz y harina de soja.
Pese a la estabilización en el número de aves procesadas, la producción de carne aviar creció hasta alcanzar un pico de 2,3 millones de toneladas en 2019, impulsada por innovaciones en genética, sanidad, nutrición y manejo productivo. En los primeros cinco meses de 2025, se alcanzaron 958 mil toneladas producidas, un aumento interanual del 1,9%.
Esta mejora en la eficiencia productiva refuerza el potencial exportador del país. El sector cuenta con infraestructura, capacidades técnicas y estándares sanitarios que, con la apertura de nuevos mercados, pueden traducirse en mayor volumen de exportaciones.
Desde 2015, el consumo anual de carne aviar en Argentina se mantiene por encima de los 45 kg per cápita. En 2024, el consumo aparente total fue de 2,1 millones de toneladas, consolidando una tendencia de estabilidad en la demanda interna.
Este fenómeno de saturación obliga a redireccionar los esfuerzos hacia el comercio exterior. “El mercado doméstico ya no es el motor de crecimiento del sector”, señala el informe de la BCR. “El futuro está en la internacionalización”.
En 2024, Argentina exportó 185 mil toneladas de carne aviar por un valor de US$ 222,2 millones, representando apenas un 6% de lo generado por la cadena de carne y cuero bovino. A pesar de representar una porción relativamente pequeña, las exportaciones crecieron un 15,7% respecto al año anterior, con un potencial considerable aún por desarrollar.
Los principales destinos fueron Vietnam, Brasil y Sudáfrica, pero la gran novedad de 2025 fue el retorno de China y Japón como compradores activos. China, que había suspendido las importaciones tras brotes de influenza aviar, retomó las compras en marzo de este año. Japón, por su parte, reabrió su mercado tras una breve interrupción sanitaria.
Estas reaperturas no solo abren nuevas rutas comerciales, sino que validan la capacidad sanitaria argentina y refuerzan la competitividad del sector en un contexto global exigente. En abril de 2025, las exportaciones a China ya superaron US$ 1,1 millones, una cifra que promete escalar con el correr de los meses.
Según estimaciones de la FAO, las importaciones globales de carne aviar aumentarán un 10% entre 2025 y 2033, con especial tracción desde países en desarrollo de África y Asia. Esta expansión será superior a la prevista para otras carnes, como la vacuna o la porcina.
En este contexto, Argentina cuenta con ventajas comparativas: una cadena productiva integrada, altos estándares sanitarios, y costos competitivos. “Con una demanda interna estabilizada y una producción eficiente, el crecimiento solo puede venir del exterior”, concluye el reporte de la BCR.
La posibilidad de que nuevos países reconozcan el estatus sanitario argentino y habiliten importaciones abre el juego para negociaciones diplomáticas y acuerdos fitosanitarios clave. También plantea la necesidad de inversión en logística, almacenamiento en frío y transporte internacional para consolidar la presencia argentina en nuevos mercados.
El camino hacia una mayor exportación no está exento de desafíos. Las barreras sanitarias, la competencia global —con gigantes como Brasil o Tailandia— y la necesidad de cumplir exigentes protocolos internacionales requieren coordinación público-privada.
En paralelo, se vuelve crucial diversificar los productos exportados. Hoy, una gran parte corresponde a cortes congelados, pero hay oportunidades en productos procesados, cortes premium y segmentos específicos como halal o orgánicos.
También será clave consolidar una marca país que posicione a la carne aviar argentina como un sinónimo de calidad, trazabilidad y seguridad alimentaria. La cooperación entre organismos como SENASA, INDEC, y cámaras del sector será fundamental para cumplir con estos objetivos.
Con un horizonte favorable en términos de demanda internacional y una plataforma productiva ya instalada, la carne aviar argentina tiene la oportunidad de convertirse en uno de los pilares del agroexportador nacional en los próximos años. La reapertura de China y Japón es apenas el primer paso de una estrategia que, bien ejecutada, puede transformar al país en un actor clave dentro del mapa global de proteína animal.