Por Agroempresario.com
Con la llegada de las bajas temperaturas, los productores ovinos de la Patagonia argentina vuelven a encender alertas frente a una amenaza recurrente: la sarna ovina. Esta enfermedad parasitaria, provocada por ácaros y potenciada por el clima frío, no solo compromete la salud de los animales, sino que genera serias pérdidas productivas y económicas en las majadas del sur del país.
Ante este escenario, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) impulsa una serie de acciones concretas para prevenir, detectar y controlar posibles brotes, con foco en las regiones históricamente afectadas como Río Negro, Neuquén y el norte de Chubut. Las medidas incluyen desde cuarentenas obligatorias hasta tratamientos sanitarios supervisados, en colaboración con organismos técnicos y gobiernos provinciales.
La detección precoz es una herramienta vital para evitar la propagación de la enfermedad. El Senasa, junto con el INTA, la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca, y las Coprosa provinciales, trabaja en reforzar la capacitación de productores y técnicos para identificar los primeros signos clínicos del parásito en ovinos.
Entre los síntomas más comunes se encuentran el prurito intenso, el rascado constante, mordidas, y en casos más avanzados, la caída de lana, costras y endurecimiento de la piel. Las lesiones iniciales suelen aparecer en zonas de lana húmeda, como las fosas nasales, entre los dedos y la región perianal. Un indicador táctil característico es el llamado “granito”, una pequeña vesícula con tonalidades verdosas.
La observación desde el corral o potrero permite detectar comportamientos anómalos sin perturbar el movimiento natural del rebaño, lo cual es esencial para no alterar la dinámica de los animales ni falsear las señales clínicas.
El Senasa recomienda aplicar cuarentenas de al menos 21 días a todos los animales que ingresan a un establecimiento. Durante ese período, se deben realizar revisaciones minuciosas para descartar signos de sarna y aplicar, si corresponde, tratamientos antiparasitarios.
Además, se aconsejan controles sanitarios bianuales en momentos clave del calendario productivo, como la señalada, las vacunaciones o antes del servicio. En caso de coincidir con la esquila, es imprescindible desinfectar maquinaria y elementos de trabajo, a fin de evitar diseminaciones accidentales del ácaro.
Otra herramienta de prevención es el mantenimiento de alambrados perimetrales en condiciones óptimas, lo cual minimiza el contacto con animales ajenos que podrían actuar como vectores de contagio.
Cuando se detecta un caso sospechoso o confirmado de sarna ovina, el productor debe informar inmediatamente al Senasa. El protocolo vigente establece el tratamiento del 100% del rodeo, aun si solo se presentan síntomas en algunos ejemplares.
Actualmente, los tratamientos inyectables han demostrado limitaciones en la erradicación completa del parásito, por lo que se recomienda el uso de baños por inmersión, bajo la supervisión de un veterinario oficial. Este método permite una cobertura total y más efectiva del cuerpo del animal, alcanzando las zonas más afectadas y rompiendo el ciclo de reproducción del ácaro.
El cumplimiento de estos procedimientos no solo protege al establecimiento afectado, sino que evita la dispersión de la enfermedad a otras zonas libres, como Santa Cruz, Tierra del Fuego y gran parte de Chubut, donde se mantiene el estatus sanitario libre.
La lucha contra la sarna ovina no puede ser abordada de manera aislada. Se requiere de la articulación entre el Estado, los organismos técnicos, las provincias y los propios productores para establecer una red de prevención, monitoreo y respuesta rápida que contenga su avance.
Además del daño directo a la salud animal y las pérdidas económicas por merma de lana y peso, la enfermedad genera restricciones comerciales y perjuicios reputacionales para la producción ovina de la Patagonia, una de las más reconocidas del país.
El fortalecimiento de las medidas sanitarias, el cumplimiento riguroso de las cuarentenas, la vigilancia permanente y la inversión en tecnologías de control no solo son claves para erradicar la enfermedad, sino para asegurar la sustentabilidad de un sector vital para el desarrollo rural del sur argentino.