Por Agroempresario.com
Argentina continúa siendo una de las economías más cerradas del mundo en términos de apertura comercial. Sin embargo, dentro de ese esquema, su dependencia de un número reducido de socios estratégicos es cada vez más evidente. Brasil y China concentran casi la mitad de las importaciones que realiza el país, con una participación combinada del 47% en los últimos doce meses, de acuerdo con un reciente informe de la Bolsa de Comercio de Córdoba junto con la Fundación Ecodur. Este fenómeno, marcado por la falta de diversificación en el origen de los productos, evidencia tanto las ventajas arancelarias del bloque regional como la escasa producción local en sectores clave como la industria automotriz y la tecnología.
Brasil se posiciona como el principal proveedor de bienes a la Argentina, con ventas por US$ 16.062 millones. Gran parte de esta relación comercial se explica por los acuerdos vigentes en el Mercosur, particularmente el Acuerdo de Complementación Económica N.º 14 (ACE 14). Este acuerdo permite el ingreso de vehículos brasileños al país sin pagar aranceles de importación, lo que representa una diferencia significativa frente a los autos provenientes de países extrazona, que enfrentan un impuesto del 35%.
Las estadísticas son contundentes: Argentina importó autos por US$ 2.936 millones desde Brasil, lo que representa el 81% del total de vehículos adquiridos en el exterior. Esta cifra refleja no sólo la cercanía geográfica entre ambos países, sino también la dependencia estructural del mercado automotor argentino respecto de la industria brasileña.
El segundo lugar lo ocupa China, cuyas exportaciones a Argentina totalizaron US$ 14.229 millones en el último año. El sector que más sobresale en esta relación bilateral es el de la tecnología y los equipos de comunicación, con los teléfonos celulares como principal producto. En concreto, más del 53% de los celulares importados por Argentina provienen de China, con un valor total de US$ 966 millones.
Este dato refleja la ausencia de una industria tecnológica nacional competitiva, lo que deja al país en una posición de alta vulnerabilidad frente a los vaivenes del mercado chino, tanto en precios como en logística o políticas de exportación.
Detrás de los dos gigantes asiático y sudamericano, Estados Unidos ocupa el tercer lugar en el ránking de importaciones hacia Argentina, con un total de US$ 6.346 millones. El principal rubro importado es el de combustibles y aceites derivados del petróleo, que sumaron US$ 583 millones. No obstante, el informe destaca que con el crecimiento de la producción nacional de hidrocarburos en Vaca Muerta, es esperable que este volumen disminuya en los próximos años.
En el cuarto lugar aparece un actor regional inesperado: Paraguay. El país vecino exportó hacia Argentina porotos y frijoles de soja por un valor de US$ 2.694 millones, lo que representa el 88% del total importado en ese rubro. Esta dinámica responde a la fuerte capacidad de molienda de granos en Argentina, que importa materia prima paraguaya para su procesamiento y posterior comercialización local o internacional.
Más allá de los cuatro primeros socios, la lista de principales proveedores incluye a Alemania, Tailandia, México, India, Italia y Japón, todos con volúmenes significativamente menores. En general, las importaciones desde estos países se centran en partes para automóviles, productos farmacéuticos, maquinaria y accesorios tecnológicos.
La suma de importaciones desde Brasil y China supera los US$ 30.000 millones, sobre un total de US$ 64.000 millones, según datos de COMEX-INDEC procesados por la Bolsa de Comercio de Córdoba. Esta alta concentración no es menor: implica que cualquier alteración política, comercial o logística en alguno de estos dos países podría afectar seriamente el abastecimiento argentino de bienes esenciales.
Pese a los intentos del gobierno argentino de promover una mayor apertura comercial, la estructura exportadora del país sigue dominada por pocos actores. Esto no solo genera riesgos sistémicos, sino que también limita la capacidad del país de negociar mejores condiciones de acceso a nuevos mercados o diversificar su matriz productiva.
Una estrategia de diversificación implicaría, entre otros aspectos, incentivar la producción local en rubros clave como la tecnología y la industria automotriz, mejorar la infraestructura para atraer nuevas inversiones, y revisar los acuerdos comerciales vigentes con otros países o bloques regionales.
En el actual esquema, el 47% del comercio exterior argentino sigue dependiendo de dos socios estratégicos, Brasil y China. Si bien esto permite beneficios arancelarios y precios competitivos, también pone de manifiesto la falta de alternativas locales o regionales. En un mundo cada vez más inestable desde el punto de vista geopolítico, sostener un modelo tan concentrado podría significar un riesgo económico y estratégico en el mediano plazo.
La necesidad de generar una política industrial activa, fomentar el desarrollo de proveedores locales, e incentivar la inversión en sectores de valor agregado es hoy más urgente que nunca.