Por Agroempresario.com
Desde el corazón productivo del norte argentino, el productor y exportador Santiago de San Román —titular de Familia Crestón— analiza el presente de las legumbres en la región y las oportunidades que surgen con cultivos como el poroto mungo. Con base en Salta, una provincia que lidera el ranking exportador de porotos y garbanzos, su mirada se centra en la necesidad de especialización, diversificación y mejora genética para seguir siendo competitivos en un contexto cambiante.
“El cultivo de legumbres es una opción muy justa hoy. No hay margen de error”, advierte San Román. En un escenario donde el control del clima es imposible y los costos crecen sostenidamente, el Excel se volvió herramienta imprescindible. “Todos los costos subieron. Los fletes, en particular, son un factor determinante”, señala.
Salta vivió un 2025 complejo desde lo climático. “Una helada más o menos temprana nos afectó el 50% de la producción de legumbres en el norte”, dice el productor, reconociendo que el clima es una variable que no se puede controlar. En cambio, sí insiste en la importancia del rendimiento como factor clave: “La única variable en la que el productor puede incidir es sacar más kilos por hectárea”.
La pérdida de liderazgo en exportación de poroto alubia también preocupa. “Argentina ya no marca el precio, Egipto sí. Llevamos tres años fuera de competencia”, lamenta. Esto complica la planificación y vuelve más necesario que nunca diversificar y buscar cultivos alternativos.
Entre las nuevas opciones, San Román menciona al poroto azuki, de alta demanda en Asia, y al poroto black ace, con gran aceptación en Perú y excelente adaptación a la zona. Sin embargo, el gran protagonista emergente es el poroto mungo, una legumbre que despierta cada vez más interés por sus características productivas y su mercado estable.
“El este salteño es ideal para el poroto mungo. También el Chaco y el norte de Santa Fe podrían producirlo muy bien”, asegura. Y agrega una observación clave: “Compite con la ganadería, pero podría integrarse. Es un cultivo de 90 días, que bien planificado puede encajar perfectamente en un esquema mixto”.
Aunque requiere cierto nivel de conocimiento técnico, el cultivo no es inaccesible. “Tiene su expertise, hay que aprenderlo, pero en Salta se hace hace años. La superficie sembrada crece, aunque falta genética para mejorar la productividad y la calidad”.
San Román destaca que el poroto mungo no tiene dificultades comerciales: “El mercado asiático lo absorbe: Indonesia, Vietnam, China, Japón… hay demanda todo el año. Lo atractivo no es solo el precio en una ventana de exportación, sino la estabilidad del mercado”.
Un aspecto clave que menciona es la genética: “Si queremos sacar más kilos por hectárea, necesitamos trabajar en genética. Es una de las variables más relevantes para mejorar la productividad en el mediano plazo”.
La mirada a futuro también está puesta en cómo agregar valor en origen. “En Salta deberíamos convertir los granos en carne. Es una alternativa viable, pero requiere infraestructura y planificación”, sostiene. Con respecto a las exportaciones, San Román es claro: “No vamos a exportar un frasco con porotos a Europa. Lo que debemos hacer es producir un grano de excelente calidad que pueda ser procesado allá, cumpliendo sus exigencias”.
Así, desde el NOA, una región estratégica para el crecimiento de la legumbricultura en Argentina, el productor invita a pensar el futuro con una lógica de precisión, diversificación e inversión en conocimiento y genética. En esa línea, el poroto mungo se posiciona como un cultivo con gran potencial en zonas hoy dominadas por otros sistemas, pero abiertas a la integración y reconversión productiva.