Por Agroempresario.com
En un lugar donde el frío extremo y las condiciones inhóspitas parecen imponer límites, un proyecto argentino está logrando cultivar verduras frescas durante todo el año en tres bases antárticas: Marambio, Esperanza y Belgrano II. Esta misión, que parecía imposible hace una década, hoy es una realidad gracias a la perseverancia del ingeniero agrónomo Jorge Birgi y al trabajo conjunto del INTA, la Universidad Nacional de la Patagonia Austral, el Comando Conjunto Antártico y otras instituciones.
Cultivar verduras frescas en la Antártida es un reto mayúsculo por sus condiciones climáticas extremas: temperaturas que pueden bajar hasta -30 grados centígrados, vientos fuertes y una logística complicada para transportar alimentos frescos desde el continente. Sin embargo, Jorge Birgi, ingeniero agrónomo tucumano radicado en Río Gallegos, no solo aceptó el desafío, sino que se convirtió en el pionero del proyecto que permitió la producción hidropónica en estas condiciones extremas.
Birgi recuerda que en 2015 recibió un correo electrónico del INTA que lo motivó a pensar en la viabilidad de cultivar verduras en la Antártida. Así nació el Módulo Antártico de Producción Hidropónica (MAPHI), un sistema especialmente diseñado para adaptarse a la realidad de las bases argentinas. Hoy, después de años de investigación y prueba, el MAPHI funciona exitosamente en las bases Marambio (instalado en 2022), Esperanza (2023) y Belgrano II (2024).
El proyecto MAPHI es un claro ejemplo de colaboración multisectorial. Participan activamente la Estación Experimental Agropecuaria (EEA) Santa Cruz del INTA, la Universidad Nacional de la Patagonia Austral (UNPA), el Comando Conjunto Antártico (Cocoantar), la Dirección Nacional del Antártico y la EEA Mendoza del INTA, encargada del control fitosanitario de las semillas que ingresan al continente blanco.
Esta articulación permitió no solo desarrollar la tecnología sino también superar los obstáculos logísticos y regulatorios que implica llevar material y vida vegetal a uno de los lugares más inhóspitos del planeta. Además, la tecnología de monitoreo remoto diseñada por la UNPA permite a Birgi y a su equipo controlar las condiciones de cultivo desde Río Gallegos, lo que representa una innovación crucial para la sostenibilidad del proyecto.
Los módulos MAPHI están diseñados para funcionar dentro de contenedores marítimos adaptados, que brindan las condiciones ambientales necesarias para el cultivo durante todo el año. El MAPHI 1, instalado en Marambio, mide aproximadamente 6 metros de largo por 2 de ancho, mientras que el MAPHI 2, para Esperanza, es el doble de largo, permitiendo una mayor producción.
Las verduras que se cultivan incluyen lechuga, rúcula, acelga, lechuga morada y verde, aromáticas como cilantro, perejil, albahaca, y rabanitos. También se producen microgreens, pequeñas verduras baby que se cosechan en 12 a 15 días, y que son altamente nutritivas. Estos cultivos frescos no solo mejoran la dieta diaria del personal militar y científico en las bases, sino que también tienen un impacto psicológico positivo.
Para mantener las condiciones ideales, se utilizan lámparas de sodio que permiten alcanzar temperaturas internas cercanas a 30 grados Celsius, aun cuando afuera la temperatura puede estar por debajo de los -20 grados. El sistema está cerrado y sólo accede el personal asignado para evitar pérdidas de temperatura y proteger los cultivos.
El proyecto no sólo representa una mejora significativa en la calidad de vida de quienes habitan las bases argentinas en la Antártida, sino que también abre nuevas posibilidades para la producción agrícola en regiones extremas o con condiciones climáticas adversas. Según el INTA Santa Cruz, este sistema podría ser aplicado en zonas áridas, suelos pobres o lugares con estaciones de cultivo limitadas.
Además, la experiencia adquirida contribuye al desarrollo tecnológico nacional y posiciona a Argentina en un lugar de vanguardia en la agricultura hidropónica aplicada a condiciones extremas. A diferencia de otros países, cuyo enfoque en la Antártida puede ser más experimental o vinculado a la investigación espacial, el proyecto argentino tiene un enfoque práctico, orientado a la producción sustentable y eficiente para alimentar a las bases.
Llegar y operar en las bases antárticas requiere una logística compleja. Los módulos y materiales se transportan en aviones Hércules y en el rompehielos ARA Irízar. El proceso de armado y mantenimiento es realizado por personal del Comando Conjunto Antártico, que también participa en la operación diaria de los módulos.
El transporte de semillas es otro desafío: la EEA Mendoza del INTA certifica que cada semilla sea apta para ingresar al ecosistema antártico, asegurando que no afecten el frágil medio ambiente. Este control fitosanitario es un paso clave para cumplir con las regulaciones de la Dirección Nacional del Antártico y los acuerdos internacionales.
Jorge Birgi, referente del proyecto, destaca: “Este sistema no solo mejora la alimentación y el bienestar de quienes viven en las bases antárticas, sino que también pone a prueba tecnologías y diseños en un entorno extremo que pueden ser replicados en otros contextos.”
César Araujo Prado, suboficial auxiliar del Cocoantar, recuerda los desafíos logísticos y técnicos para instalar y mantener los módulos, y resalta el impacto positivo que los cultivos frescos tienen sobre la moral del personal.