Por Agroempresario.com
El reciente informe de JP Morgan sobre el posible desarme de posiciones en pesos reavivó temores en el mercado local. La advertencia trajo a la memoria lo sucedido en abril de 2018, cuando el mismo banco internacional decidió deshacerse de su cartera de bonos en moneda local, generando un efecto dominó que desembocó en una crisis cambiaria. Sin embargo, los analistas coinciden en que el contexto actual es muy diferente y que el impacto de un movimiento similar sería mucho menor.
El economista Fernando Marull señaló que actualmente los inversores extranjeros poseen apenas un 10% del volumen de bonos en pesos que tenían durante el gobierno de Mauricio Macri. “En 2018 la tenencia extranjera rondaba los 30.000 millones de dólares; hoy no supera los 2.500 millones”, explicó. Esta diferencia sustancial reduce considerablemente el riesgo de que un desarme provoque una corrida cambiaria como aquella.
Durante el período 2016–2018, los instrumentos favoritos para el carry trade eran las Lebac, emitidas por el Banco Central, que permitían una rápida salida hacia el dólar ante cualquier ruido financiero. En la actualidad, el Tesoro Nacional opta por alternativas como las Lecap y el Bonte 2030, que si bien también ofrecen tasas atractivas, tienen una mecánica de suscripción distinta: se compran en dólares pero se pagan en pesos. Esto limita el acceso al mercado por parte de inversores especulativos.
El control de capitales aplicado en los últimos años también restringió el ingreso y salida de fondos del exterior, impidiendo que los inversores aprovechen las tasas en pesos sin cumplir ciertos requisitos. Recién tras la flexibilización parcial del cepo para personas físicas, los fondos del exterior comenzaron a explorar nuevamente el mercado local, aunque con limitaciones iniciales como la permanencia mínima de seis meses, recientemente eliminada solo para emisiones primarias.
El principal temor frente a un eventual desarme masivo de posiciones en pesos es la presión que podría ejercer sobre el tipo de cambio. El antecedente de 2018 mostró cómo una decisión puntual de un actor relevante como JP Morgan puede desatar una ola de ventas que impacte rápidamente en el mercado cambiario.
No obstante, el equipo económico actual parece mejor preparado para enfrentar estos movimientos. La política de tasas reales positivas —con rendimientos que superan ampliamente la inflación— actúa como ancla para evitar la migración hacia el dólar. Por ejemplo, las Lecap más cortas ofrecen un interés mensual del 2,7%, mientras se espera que la inflación de julio ronde el 1,5%. Esto implica una tasa real anual cercana al 12%, un nivel comparable al que históricamente se observa en economías como la de Brasil.
Este rendimiento elevado en pesos busca desalentar la dolarización de carteras y promover la reinversión dentro del mercado de deuda local.
En paralelo a la política de tasas, el Gobierno también recurre a instrumentos derivados para contener expectativas. El mercado de dólar futuro ha sido utilizado activamente para estabilizar la percepción de devaluación. En mayo, el Banco Central intervino con ventas de contratos para fin de año, y durante junio volvió a operar en ese sentido.
Estos contratos ofrecen una referencia de tipo de cambio a futuro que permite a los inversores calcular su rendimiento real en pesos, generando incentivos para mantener sus posiciones sin correr hacia el dólar. El objetivo es sostener un nivel razonable de demanda en moneda local mientras se modera la presión cambiaria.
A pesar de que el tipo de cambio oficial mostró cierta volatilidad —con un salto reciente de 10 pesos hasta $1.215—, los analistas consideran que el riesgo sistémico sigue contenido. En el segmento mayorista, el dólar ya superó los $1.200, pero el salto aún no implica una tendencia descontrolada. Parte de la clave radica en el tamaño reducido de las posiciones extranjeras y en los límites operativos que aún persisten para muchos jugadores del mercado.
El informe de JP Morgan no generó, por el momento, una reacción masiva. Según fuentes del mercado, el impacto fue más mediático que real, ya que el volumen en juego no tiene la capacidad de mover el mercado por sí solo.
El panorama podría complicarse hacia el tercer trimestre, cuando se prevé una reducción estacional en la oferta de dólares del sector privado, especialmente del agro, afectado por las retenciones reimpuestas. Además, la cercanía del calendario electoral aumenta la demanda de divisas para cobertura y atesoramiento, lo que podría derivar en mayores tensiones si no se maneja con cautela.
Por eso, mantener un equilibrio entre tasas elevadas y control de expectativas será clave para el equipo económico. El objetivo: evitar una salida anticipada de fondos que genere volatilidad innecesaria.