Por Agroempresario.com
En un momento clave para la agricultura mundial, que enfrenta la necesidad de producir más alimentos con menos impacto ambiental, surge una iniciativa revolucionaria: el proyecto Neutraweed. Este consorcio internacional, coordinado por el investigador italiano Marco Esposito, desafía el paradigma tradicional que considera a todas las malezas como un problema. En cambio, propone que ciertas comunidades de malezas pueden coexistir con los cultivos sin afectar negativamente los rendimientos, e incluso aportar beneficios al agroecosistema.
Con la participación exclusiva de la Argentina en Latinoamérica, representada por Aapresid y la Universidad de Buenos Aires (UBA), Neutraweed está explorando un enfoque innovador que podría transformar la manera en que se manejan las malezas a nivel global. Tras un primer intercambio de conocimientos en Europa, específicamente en el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA-CSIC) de Madrid, el foco se orienta ahora a comprender el funcionamiento de las denominadas Comunidades de Malezas Neutrales (CMN) y su potencial para mejorar la sostenibilidad agrícola.
Durante décadas, la visión predominante en la agricultura ha sido erradicar toda presencia de malezas para maximizar la productividad. Sin embargo, Neutraweed invita a reconsiderar esta mirada: ¿y si no todas las malezas fueran enemigas? Las malezas neutrales, o CMN, son comunidades de plantas que, a pesar de estar presentes en el cultivo, no reducen su rendimiento. Por el contrario, pueden sumar servicios ecosistémicos valiosos como atraer polinizadores, mejorar la estructura del suelo o fomentar la biodiversidad.
“Las comunidades de malezas neutrales representan un cambio de paradigma al revelar principios ecológicos que regulan la convivencia entre malezas y cultivos. Su manejo puede reducir significativamente el uso de herbicidas y la labranza del suelo”, explicó Marco Esposito en una entrevista exclusiva para la revista Malezas.
La base científica que sustenta esta propuesta es sólida y proviene de diferentes partes del mundo. En Francia, un estudio de tres años en cereales de invierno identificó comunidades con biomasa y densidad de malezas similares a las de comunidades consideradas problemáticas, pero sin impacto negativo en el rendimiento. Estas comunidades estaban dominadas por especies poco competitivas como el capiquí (Stellaria media) y la verónica (Veronica persica).
Un seguimiento de 26 años en Suecia clasificó a las malezas en benignas o perjudiciales, destacando que el capiquí y Polygonum convolvulus no afectaban la productividad, mientras que especies como Galeopsis spp. sí mostraban efectos negativos. Incluso en el Reino Unido, el capiquí fue calificado como “muy deseable” por su aporte a la biodiversidad.
Similares resultados se observaron en Italia, donde ensayos con trigo revelaron que comunidades con hasta un 46% de cobertura de malezas no reducían los rendimientos cuando predominaban especies poco agresivas, como la Anthemis arvensis, una manzanilla silvestre.
Fuera de Europa, estudios en India demostraron que la leguminosa Indigofera cordifolia incrementó el rendimiento de mijo y sésamo en casi un 20% y 22%, respectivamente. Además, una mayor diversidad funcional de malezas ayudó a reducir la dominancia de especies agresivas, disminuyendo el impacto negativo sobre el rendimiento en un 23% y la biomasa total de malezas en un 83%.
Estas investigaciones prueban que no es la cantidad total de malezas lo que determina su efecto en el cultivo, sino la composición específica de las especies y su diversidad funcional, que es la complementariedad ecológica en la ocupación del nicho.
Neutraweed plantea dos líneas de acción clave para poner en práctica estos conocimientos:
En Argentina, donde el 90% de la superficie agrícola se maneja bajo siembra directa, el proyecto avanza con la participación de Aapresid a través de la Red de Manejo de Plagas (REM) y el programa Sistema Chacras. La agrónoma Lina Bosaz, especialista de Aapresid y participante del intercambio en España, comenta: “Es fundamental validar estos conceptos en condiciones locales, ya que los sistemas europeos suelen utilizar labranza convencional, mientras que aquí predominan sistemas sin laboreo. Además, las condiciones climáticas y agronómicas son distintas, por lo que es clave seguir investigando para adaptar el manejo.”
Bosaz agrega que, lejos de promover un “descontrol” de malezas, la propuesta busca identificar y manejar con precisión las malezas neutrales o beneficiosas. Esto es especialmente importante en Argentina, donde la resistencia a herbicidas y la degradación del suelo son problemas crecientes.
“El futuro está en ver a las malezas no como enemigas, sino como indicadoras de la salud del sistema. Con respaldo científico y herramientas digitales, estamos preparados para liderar este cambio”, concluye.