Por Agroempresario.com
En un escenario regional en constante movimiento, la fuerte apreciación del real brasileño frente al dólar estadounidense se convirtió en un alivio inesperado para la economía argentina. Esta dinámica no solo impacta en el tipo de cambio nominal, sino que también mejora el tipo de cambio real multilateral, un indicador clave para evaluar la competitividad del país frente a sus principales socios comerciales.
Durante las últimas semanas, mientras en Argentina el dólar oficial experimentaba leves subas, en Brasil el billete verde caía con fuerza, pasando de los 6 reales a inicios de año a cerca de 5,41 según el cierre del último miércoles. Esta revalorización de la moneda brasileña tiene efectos positivos para la Argentina, que encuentra en este fenómeno un colchón frente a posibles presiones devaluatorias.
Según el Banco Central de la República Argentina (BCRA), el tipo de cambio real multilateral alcanzó su nivel más alto del año y se ubica ya un 15% por encima de los valores previos a la implementación del régimen de flotación administrada. Este índice es vital para medir la competitividad del país: cuanto más alto, más barata resulta Argentina en términos relativos para exportar y atraer turismo o inversiones productivas.
En términos simples, una apreciación de las monedas de los socios comerciales, como el real o el euro, frente al dólar, permite que la Argentina mantenga su competitividad sin necesidad de devaluar nominalmente. Es decir, sin hacer saltar el dólar local de forma abrupta.
Este contexto se ve reflejado también en el comportamiento del índice DXY, que mide la evolución global del dólar contra una canasta de monedas. En lo que va de 2025, el DXY acumula una caída cercana al 12%, la mayor en décadas, lo que evidencia el debilitamiento de la moneda estadounidense en los mercados internacionales.
En el plano local, el dólar oficial mayorista pasó de $1.160 a $1.245 en el último mes, un incremento moderado que no generó un impacto significativo en los precios internos. Esta evolución se ve acompañada por una fuerte desaceleración inflacionaria, lo que en conjunto genera una mejora sostenida del tipo de cambio real.
La apreciación de monedas como el real tiene un efecto doblemente favorable: por un lado, permite ganar competitividad externa; por otro, reduce la presión sobre el Banco Central, que puede sostener un esquema de bandas cambiarias más controlado y evitar un salto brusco que afecte la estabilidad macroeconómica.
Este fenómeno no es nuevo. Durante los años noventa, la fortaleza del dólar, impulsada por el superávit fiscal de Estados Unidos bajo la presidencia de Bill Clinton, encareció artificialmente a economías emergentes atadas al dólar, como Argentina durante la convertibilidad. Aquella rigidez cambiaria, sumada a las devaluaciones competitivas en Brasil, Rusia y el Sudeste Asiático, derivó en una pérdida de competitividad terminal y, finalmente, en la crisis de 2001.
Hoy, el escenario es diferente. La política cambiaria argentina ha incorporado mecanismos de flexibilidad que permiten amortiguar impactos externos, como el régimen de bandas cambiarias o la intervención discrecional del Banco Central en los mercados de futuros.
Además, el flujo de divisas por exportaciones agroindustriales y acuerdos financieros internacionales brindan cierto respaldo a las reservas internacionales, que se mantienen estables en torno a los USD 40.000 millones, según estimaciones del mercado. Este respaldo, combinado con la baja de la inflación y la apreciación regional de monedas clave, conforma un escenario donde el tipo de cambio real mejora sin generar desequilibrios nominales.
En resumen, la apreciación del real y de otras monedas como el euro o el yuan reducen la urgencia de ajustes cambiarios bruscos. Aunque persisten desafíos estructurales, como la consolidación fiscal y el acceso pleno a los mercados de crédito, el entorno internacional se vuelve una ayuda silenciosa para la economía argentina.
Los efectos de este reacomodamiento del dólar a nivel global seguirán siendo clave en los próximos meses. Si esta tendencia se consolida, Argentina podría mantener su competitividad externa sin sacrificar estabilidad interna. En un contexto tan frágil, cualquier viento a favor es bienvenido.