Por Agroempresario.com
La ratificación del acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea continúa siendo un desafío complejo debido a las marcadas diferencias internas entre los países miembros del bloque europeo. Francia y Polonia lideran la oposición, mientras que otros como Alemania apuran su aprobación, generando un escenario de incertidumbre política y económica que afecta las perspectivas comerciales del tratado.
Desde que se firmó el acuerdo en 2019, la espera para la ratificación ha acumulado cinco años, con debates que hoy ponen en jaque la viabilidad de este pacto que promete abrir nuevos mercados y oportunidades para ambos bloques.
La ministra de Agricultura francesa, Annie Genevard, ha sido una de las voces más críticas contra la propuesta tal como está planteada. Junto con su homólogo polaco, Czesław Siekierski, denuncia que la Comisión Europea ha intentado imponer un “trato forzoso” sin un debate adecuado con los Estados miembros ni con los agricultores, principales afectados por las importaciones provenientes del Mercosur.
Genevard sostiene que la ratificación rápida y sin cambios del tratado es un riesgo para el sector agrícola europeo, que teme una avalancha de productos como carne bovina y avícola sudamericana, que competirán en condiciones desiguales debido a diferencias en regulaciones sanitarias y ambientales.
“La Comisión pretende imponernos su postura sin escuchar a los agricultores y los gobiernos”, expresó la ministra francesa, dejando en claro que la resistencia en Francia es firme y está acompañada por otros países preocupados por sus sectores rurales.
Aunque Francia y Polonia están en la primera línea de la oposición, otros países también han manifestado inquietudes. Hungría, Austria, Irlanda, Países Bajos, Bélgica, Rumania e Italia han expresado preocupaciones, pero no todos han dejado claro si bloquearán el acuerdo o simplemente se abstendrán en la votación.
Italia, junto a Francia, abogan por un “mejor equilibrio” en el texto para proteger a sus agricultores, incluso proponiendo cláusulas específicas para evitar un impacto negativo sobre la producción local. Sin embargo, Alemania impulsa una aprobación rápida, argumentando que su industria y sector automotriz necesitan nuevos mercados y acuerdos de libre comercio para sostener su competitividad global.
Esta diversidad de posiciones genera un cuadro político complejo, donde la Comisión Europea podría verse obligada a presentar el acuerdo como un “acuerdo comercial” más flexible, en lugar de un tratado general, para evitar el veto de alguno de los países miembros.
Uno de los focos de mayor preocupación para los agricultores europeos es la posible llegada de hasta 99.000 toneladas de carne bovina y 180.000 toneladas de productos avícolas con aranceles reducidos provenientes del Mercosur. En ambos casos, los productores del Viejo Continente temen no poder competir con estos commodities que, además, estarían producidos bajo normativas sanitarias y ambientales distintas.
Emmanuel Macron, presidente francés, ha condicionado su firma al establecimiento de cláusulas de salvaguardia que permitan controlar el flujo de importaciones si estas afectan la estabilidad del mercado europeo. Macron también solicitó un “protocolo adicional” para asegurar que los productos agrícolas sudamericanos cumplan con normas de producción similares a las europeas, las cuales son consideradas más estrictas.
Por su parte, el comisario europeo de Agricultura, Christophe Hansen, ha defendido las garantías existentes y ha rechazado la necesidad de agregar cláusulas adicionales, confiando en que el tratado protege suficientemente a los agricultores europeos.
La preocupación por las repercusiones sociales del acuerdo es palpable. Annie Genevard ha alertado sobre el riesgo de protestas masivas y movilizaciones agrícolas si se aprueba un tratado sin los ajustes que protejan a los productores locales. Francia, que ya ha experimentado movilizaciones significativas del sector rural, teme que la firma del acuerdo sin consenso devuelva a las calles a agricultores en defensa de su sustento.
Un amplio frente parlamentario, con representantes de diferentes partidos políticos, firmó una declaración conjunta a fines de 2024 rechazando el acuerdo en su formato actual, lo que añade una presión adicional sobre la Comisión Europea y los gobiernos nacionales para buscar una solución consensuada.
Desde el Mercosur, el presidente brasileño Lula ha instado a Europa a avanzar en la ratificación del acuerdo sin demoras. Tras reunirse con Macron en París, Lula señaló que ahora corresponde al negociador europeo presentar propuestas de cambios si las considera necesarias.
En Buenos Aires, durante la última cumbre del Mercosur, los países del bloque sudamericano anunciaron la apertura para aumentar el número de productos fuera del Arancel Externo Común, buscando flexibilizar su estructura arancelaria para fomentar el comercio interno y externo.
Existen varias posibles vías para la aprobación del acuerdo:
En paralelo, el regreso de políticas proteccionistas en Estados Unidos bajo la influencia de Donald Trump genera una presión adicional sobre Europa para cerrar nuevos acuerdos que fortalezcan su posición comercial global. Este factor externo agrega urgencia al debate interno europeo.