Por Agroempresario.com
En el corazón del Chaco, el INTA Sáenz Peña lidera un trabajo silencioso pero fundamental: proteger la diversidad genética del algodón argentino. Allí funciona el único banco de germoplasma del país especializado exclusivamente en esta especie, con más de 700 accesiones que constituyen la base para el desarrollo de variedades más fuertes, rendidoras y adaptadas a los nuevos desafíos productivos.
Este reservorio no solo guarda semillas: protege el pasado productivo, garantiza el presente y proyecta el futuro de una cadena algodonera clave para las economías regionales, que emplea a miles de familias en el norte argentino y abastece a la industria textil nacional.
Desde 1956, cuando se inscribió la primera variedad comercial de algodón en Argentina, el INTA Sáenz Peña se consolidó como un pilar técnico-productivo del sector. Según explicó Mónica Spoljaric, investigadora del instituto, el banco chaqueño es “la única base genética de algodón de la Argentina” y su aporte resulta “incalculable para el mejoramiento y la sostenibilidad del cultivo”.
El banco conserva materiales ex situ, es decir, fuera de su ambiente natural, permitiendo que investigadores puedan acceder a un patrimonio genético invaluable para el desarrollo de nuevas variedades mediante cruces y estudios controlados. Esta tarea es parte del programa nacional de mejoramiento genético de algodón, activo desde los años 60.
En un contexto global donde el mercado textil exige calidad, trazabilidad y sustentabilidad, conservar la diversidad genética es un escudo ante plagas, enfermedades y el cambio climático.
Spoljaric señaló que el banco del INTA conserva tres grupos de materiales:
La colección incluye genotipos provenientes de Estados Unidos, India, Australia, Brasil, Paraguay, Colombia, China, Grecia, España, Bulgaria y varios países africanos como Camerún, Chad, Sudán y Senegal, así como del norte argentino.
El trabajo en el banco no se limita a almacenar semillas. Involucra una cadena técnica integral: recolección, conservación, multiplicación, regeneración, caracterización en campo, y también intercambio con otros bancos genéticos internacionales, cumpliendo con estándares globales y normas nacionales.
Cada acceso es cuidadosamente caracterizado para identificar rasgos deseables como resistencia a enfermedades, tolerancia a sequía o calor extremo, precocidad y mejor calidad de fibra.
El recorrido comenzó en 1956 con la inscripción de “SP Toba INTA”, surgida de un cruzamiento intervarietal. Desde entonces, el INTA ha liberado variedades históricas como:
Estas variedades mejoraron rendimiento, calidad de fibra y resistencia a enfermedades como la fusariosis.
Con el tiempo se sumaron otras más modernas y adaptadas:
Cada una responde a distintas necesidades regionales y productivas, permitiendo una adopción estratégica según las características del lote y del clima.
El banco genético chaqueño no es solo un archivo de semillas: es un respaldo científico y técnico para el desarrollo agrícola nacional. Permite sostener la producción algodonera, preservar la soberanía genética y avanzar hacia modelos de agricultura inteligente y resiliente.
En un escenario donde la innovación tecnológica y la sostenibilidad son clave, esta institución demuestra que el futuro del algodón argentino se construye con raíces profundas, diversidad genética y un trabajo colaborativo entre la ciencia y el campo.