Por Agroempresario.com
En medio de un escenario global marcado por tensiones comerciales, transiciones energéticas y nuevas dinámicas geopolíticas, China está consolidando un rol protagónico en una de las industrias más estratégicas del siglo XXI: la construcción de buques para Gas Natural Licuado (GNL). Con una cifra récord de entregas previstas para 2025 y una cartera de pedidos valuada en más de 21.000 millones de dólares, el país asiático avanza decididamente hacia el liderazgo en el segmento, con implicancias directas sobre las cadenas logísticas energéticas a nivel global.
El auge del GNL —considerado el combustible fósil de mayor crecimiento a nivel mundial— ha disparado la demanda de unidades especializadas para su transporte. En 2023, las entregas de buques metaneros crecieron más del 60% a escala global, totalizando 67 unidades nuevas, según datos oficiales. Actualmente, la flota operativa supera las 830 embarcaciones, y se espera que en 2025 entren en funcionamiento otras 103, lo que ampliará significativamente la capacidad de distribución marítima de gas.
En este contexto, China se perfila como un actor decisivo. Uno de sus principales astilleros ya entregó 10 buques este año, en un proceso acelerado que prevé la construcción de 60 unidades más hasta 2031. Este avance no sólo representa un incremento cuantitativo: lo más notable es la reducción del tiempo de fabricación, que pasó de varios años a apenas 15 meses por unidad, gracias a una integración vertical de su cadena de suministro local, que hoy cubre el 80% de los componentes necesarios.
La combinación de escala, eficiencia y soberanía industrial permite a China competir directamente con potencias históricas del sector, como Corea del Sur, aún líder en el segmento. Sin embargo, de mantenerse esta tendencia, se estima que China pasará del 7% al 15% de la participación global en la flota GNL, consolidando su peso como proveedor estratégico de embarcaciones fundamentales para el comercio energético internacional.
Este liderazgo tiene un fuerte componente logístico. Los buques GNL son clave para conectar centros de producción como Qatar y Estados Unidos con mercados de consumo en Europa, Asia y América Latina. En este entramado, China no solo aporta volumen, sino también capacidad de respuesta rápida ante cambios de demanda, alteraciones geopolíticas o desbalances en las cadenas de suministro.
Para Argentina, la evolución del mercado de GNL y la expansión de flotas marítimas abren perspectivas concretas. A partir de 2027, está prevista la operación de unidades flotantes de licuefacción en la costa atlántica, que permitirán canalizar parte de la producción de gas desde Vaca Muerta hacia mercados externos. La posibilidad de acceder a buques fabricados en Asia, con mayor disponibilidad y costos más competitivos, resulta clave para integrar al país en las cadenas globales de exportación energética.
Esta proyección no solo impacta en lo comercial. Implica también un desarrollo logístico e infraestructural asociado: construcción de gasoductos, adecuación de puertos, planificación de rutas marítimas y acceso a terminales especializadas. En conjunto, estas transformaciones consolidan a Vaca Muerta no solo como una reserva estratégica, sino como hub logístico internacional de energía.
No obstante, el crecimiento acelerado de la construcción naval china genera inquietud entre sus competidores. Tanto Estados Unidos como la Unión Europea han denunciado prácticas desleales, señalando que los astilleros chinos se benefician de subsidios estatales que distorsionan el mercado y desplazan a los fabricantes occidentales. Investigaciones recientes del gobierno norteamericano sostienen que este tipo de ayudas afecta directamente la competitividad de los astilleros en América del Norte y Europa.
Más allá del debate, lo cierto es que el GNL necesita infraestructura marítima para sostener su crecimiento. La capacidad de los buques construidos en China será esencial para viabilizar los contratos de exportación desde Estados Unidos y Qatar, al igual que para abastecer la creciente demanda de energía en Europa, afectada por la transición post-rusa, y en economías emergentes como India o Brasil.
La transformación en curso afecta no solo a los países productores o constructores. También obliga a los puertos de destino a adaptarse rápidamente. Los nuevos buques GNL requieren mayor calado, equipamiento específico, sistemas de seguridad mejorados y protocolos de trazabilidad y descarga de alta eficiencia. La logística portuaria, tradicionalmente rígida, debe volverse más flexible y adaptativa.
Asimismo, la mayor disponibilidad de unidades permite mejorar la frecuencia de embarques, reducir cuellos de botella y optimizar costos operativos. La combinación de tecnología, infraestructura y volumen redefine el mapa del comercio energético global, con China como pieza central de esta nueva arquitectura.
El caso de la construcción naval de buques GNL en China ilustra una tendencia mayor: la integración vertical de las cadenas logísticas energéticas, desde el diseño y fabricación hasta la operación de rutas y terminales. En un mundo donde la energía es poder, controlar los eslabones críticos de su distribución otorga ventajas competitivas que van más allá del corto plazo.
Para América Latina y especialmente para Argentina, esta tendencia implica desafíos y oportunidades. Participar activamente de estas nuevas dinámicas logísticas —ya sea como proveedor, destino, operador o articulador regional— será clave para garantizar soberanía energética, competitividad comercial y desarrollo federal.