Por Agroempresario.com
Más allá de su imponente presencia, cada árbol encierra una compleja historia de adaptaciones ambientales, eficiencia ecológica y utilidad productiva. Ahora, un estudio internacional sin precedentes, que analizó más de 10.000 especies de árboles en todo el mundo, arroja nueva luz sobre un aspecto clave: la densidad de la madera, un factor que determina desde la resistencia del material hasta la capacidad de captura de carbono.
Esta investigación, impulsada por científicos de 40 países y con participación destacada del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Argentina, construyó el primer mapa global de densidad de la madera, y explicó cómo y por qué varía entre regiones, ecosistemas y especies.
La densidad —la cantidad de masa por unidad de volumen— no es solo una propiedad física: es una brújula biológica y productiva. Define para qué puede utilizarse un tipo de madera (desde papel hasta durmientes de ferrocarril), cuánto carbono puede capturar un árbol a lo largo de su vida y cómo se adapta cada especie a su ambiente.
“El quebracho, por ejemplo, es ideal para estructuras por su alta densidad, mientras que especies como el álamo se emplean para muebles livianos o papel”, explicó Pablo Peri, investigador del INTA Santa Cruz y coautor del trabajo.
Según los datos del estudio, los bosques tropicales muestran una densidad media de 0,57 gramos por centímetro cúbico, en contraste con los bosques boreales, donde la densidad baja a 0,46 g/cm³. Esta diferencia se relaciona con el tipo de especies que habitan cada región: las gimnospermas (como pinos y cipreses) predominan en climas fríos y producen maderas más livianas, mientras que las latifoliadas (como robles y fresnos), típicas de climas cálidos, tienen una madera más densa y resistente.
Este conocimiento no sólo tiene valor ecológico: también es estratégico para la industria forestal. Conocer la densidad de una especie permite planificar mejor desde qué árbol plantar hasta cómo gestionar una plantación y decidir qué productos se pueden obtener.
“La industria necesita esta información para optimizar el uso de cada tipo de madera. No es lo mismo producir madera para muebles que para postes o biocombustibles”, detalló Peri.
El estudio, además, puede ser utilizado para mejorar prácticas de manejo forestal sostenible, elegir especies según su función ecosistémica y productiva, y maximizar la rentabilidad sin comprometer los recursos naturales.
Uno de los hallazgos más relevantes del estudio es su aporte al cálculo global de almacenamiento de carbono en los bosques. Al combinar datos de volumen forestal con la densidad de la madera, los investigadores estimaron que los árboles del planeta almacenan al menos 374 gigatoneladas de carbono, siendo los troncos los mayores reservorios.
Esta cifra es crucial en el contexto de los acuerdos internacionales sobre cambio climático, donde los bosques juegan un rol esencial como sumideros naturales de gases de efecto invernadero.
“Hoy tenemos una cuantificación más precisa del stock de carbono forestal. Esto es esencial para diseñar políticas de mitigación del cambio climático, pagos por servicios ambientales o créditos de carbono”, señaló el experto del INTA.
La investigación demostró que el ambiente condiciona la estructura interna de los árboles. Las condiciones hidrotermales —es decir, la combinación entre temperatura, humedad y nutrientes del suelo— influyen directamente en la densidad de la madera.
En regiones más cálidas y húmedas, los árboles tienden a desarrollar maderas más densas. Esto refleja un tipo de adaptación evolutiva, donde las especies desarrollan tejidos más compactos para resistir condiciones adversas, almacenar más agua o soportar mayor presión de viento o competencia.
Gracias al aporte coordinado de investigadores e instituciones como el INTA, este estudio representa un avance significativo para comprender cómo interactúan los árboles con su entorno y cómo aprovechar sus recursos de forma más eficiente y sostenible.
Desde la industria forestal hasta la lucha contra el cambio climático, la densidad de la madera ya no es un dato técnico aislado: es una pieza central para entender la salud de los ecosistemas, las dinámicas productivas y las decisiones que marcarán el futuro del planeta.