Por Agroempresario.com
Un descubrimiento sin precedentes en el Ártico noruego ha capturado la atención de la comunidad científica internacional: por primera vez, un equipo de investigadores ha documentado en la naturaleza a dos orcas (Orcinus orca) “besándose”, un comportamiento hasta ahora observado exclusivamente en ejemplares en cautiverio. La escena ocurrió en octubre de 2024, durante una expedición submarina en los remotos fiordos de Kvænangen, al norte de Noruega, y fue publicada en junio de 2025 en la revista Oceans.
Este inesperado contacto oral —en el que una orca mordisquea la lengua de otra— no solo impactó por su rareza, sino también por las implicaciones que tiene para el estudio del comportamiento social de los cetáceos. La interacción duró cerca de dos minutos e incluyó tres episodios de contacto. Posteriormente, ambas orcas retomaron su rumbo individual, sugiriendo que se trató de una conducta voluntaria y no relacionada con alimentación, apareamiento o conflicto.
Hasta ahora, este tipo de interacción había sido registrado únicamente en entornos artificiales. El primer caso documentado fue en 1978 en instalaciones de cautiverio, seguido por nuevos registros en 2019 en el zoológico Loro Parque, en Tenerife, España. Sin embargo, este reciente hallazgo en aguas abiertas representa un hito para la comprensión de la vida social de las orcas.
Según los científicos, este acto podría representar un comportamiento social afiliativo. “El mordisqueo de lengua podría ser una forma de fortalecer vínculos, resolver conflictos o expresar afiliación, similar a las conductas de acicalamiento observadas en primates y otras especies sociales”, afirmó Javier Almunia, investigador especializado en mamíferos marinos y coautor del estudio.
Las orcas poseen una de las estructuras sociales más complejas dentro del reino animal. Viven en grupos familiares matrilineales, se comunican con dialectos distintos y poseen estrategias de caza cooperativa. A pesar de ello, gran parte de lo que se sabe sobre sus interacciones sociales proviene de estudios en cautiverio o de observaciones indirectas.
La conducta observada en Noruega, en condiciones naturales y sin intervención humana, respalda la hipótesis de que el contacto oral forma parte del repertorio social natural de la especie. “No estamos ante una rareza, sino frente a una pieza más del complejo mosaico de comunicación y cohesión social que define a las orcas”, agregó Almunia.
Las condiciones ambientales fueron clave para el registro. La expedición se llevó a cabo bajo un clima favorable, con poca turbulencia y excelente visibilidad submarina. Los buzos siguieron protocolos éticos de mínima intrusión, acercándose de forma pasiva y lateral para no interrumpir el comportamiento natural de los animales.
El equipo, conformado por científicos de Noruega, España y Escocia, documentó meticulosamente el encuentro. Luke Rendall, biólogo marino de la Universidad de St. Andrews y parte del proyecto, señaló: “Si bien aún no podemos confirmar la función exacta de este gesto, abre una puerta enorme para seguir estudiando la riqueza de su comportamiento. Podría ser juego, acicalamiento o un tipo de comunicación aún no descifrada”.
Aunque esta es la primera vez que se registra este comportamiento en orcas salvajes, existen antecedentes de contacto boca a boca en otras especies de cetáceos, como las belugas. Este patrón sugiere que el contacto oral podría ser un canal versátil de comunicación entre mamíferos marinos, aprovechando su morfología y entorno acuático.
“En tierra, el acicalamiento y el contacto físico son mecanismos comunes para reforzar vínculos. En el agua, el contacto oral podría cumplir funciones similares, adaptadas a las limitaciones del medio”, detalló Almunia.
Además de su valor científico, el hallazgo podría tener consecuencias significativas en el ámbito de la conservación. Las orcas son especies clave dentro de los ecosistemas marinos. Su bienestar depende en gran parte de la integridad de sus estructuras sociales, que pueden verse alteradas por la contaminación acústica, la pesca industrial y el cambio climático.
“Comprender cómo se comunican, cómo mantienen sus lazos y cómo interactúan en libertad es vital para desarrollar políticas de conservación eficaces”, indicó Rendall. “Este hallazgo subraya la necesidad de preservar hábitats como los fiordos noruegos, donde aún podemos observar comportamientos genuinos y no condicionados por el cautiverio”.
El registro ha generado amplio interés tanto en medios científicos como en el público general, al poner en evidencia una faceta poco conocida y profundamente emotiva de estos animales. Para muchos, la imagen de dos orcas besándose simboliza la sensibilidad, inteligencia y complejidad emocional que caracteriza a esta especie, frecuentemente estigmatizada por su apodo de “ballena asesina”.
Los investigadores son cautos, pero entusiastas. Saben que es solo un paso dentro de un largo camino por comprender la vida social de los cetáceos. A partir de este punto, nuevos estudios podrían centrarse en documentar si el comportamiento se repite, qué individuos lo realizan, y cómo varía según edad, sexo o contexto social.
Este episodio es una muestra de cómo la naturaleza sigue sorprendiendo, incluso en especies tan estudiadas como las orcas. También es un recordatorio de que muchas de las respuestas sobre su comportamiento solo podrán encontrarse en su entorno natural, y no en las piscinas de un zoológico.
En palabras del propio Almunia: “Este tipo de hallazgos nos conecta con la naturaleza de una manera profunda. Nos hace reflexionar sobre cómo interactuamos con ella y cuánto más necesitamos aprender antes de intervenir en los ecosistemas que apenas comprendemos”.