Por Agroempresario.com
En el corazón de Buenos Aires, una empresa familiar lleva cuatro décadas cultivando hongos, pero en los últimos años decidió ir más allá: apostó por un modelo productivo 100% circular, sustentable y sin desperdicios. Se trata de Hongos del Pilar, una firma argentina que ha logrado convertir residuos orgánicos en materia prima de alto valor, produciendo actualmente más de 166.000 kilos de hongos al mes.
Con foco en la economía circular y el uso eficiente de los recursos, la compañía se ha convertido en referente nacional en el cultivo de champiñones blancos y portobellos. Su proceso productivo, que incorpora compostaje, reutilización de subproductos y manejo sustentable de sustratos, permite transformar lo que antes se desechaban en una oportunidad regenerativa para la agricultura y el ambiente.
“Nuestro modelo productivo aprovecha subproductos orgánicos de otras industrias, como la avícola y la equina, transformándolos mediante compostaje en un sustrato fértil y natural”, explica Marcos Calderon, gerente general de Hongos del Pilar. “Esto no solo evita la disposición de residuos, sino que genera valor en cada etapa del proceso”, agrega.
En la planta ubicada en Pilar, se generan más de 300 toneladas de resaca de champiñón por ciclo. Este residuo, lejos de ser descartado, es reutilizado como insumo en un proceso de compostaje a cielo abierto que demora entre 6 y 8 semanas, dependiendo del clima.
Allí, los restos orgánicos se incorporan a cordones de compostaje de 50 metros de largo, que se voltean semanalmente con maquinaria especializada. Este manejo permite activar la fermentación microbiana del sustrato y su posterior estabilización, clave para que pueda ser reincorporado al sistema productivo.
Una vez estabilizado, el 30% del sustrato puede regresar al cultivo de hongos. El resto se destina a aplicaciones agronómicas como frutales de carozo, jardinería o agricultura intensiva, e incluso se comercializa con terceros.
“Una vez compostado y estabilizado, el sustrato se embolsa en big bags y se vuelve a inspeccionar. Luego se mezcla con turba proveniente de Ushuaia, y se utiliza como capa de cobertura para los cultivos. Así cerramos un ciclo completo, sin desperdicio”, detalla Calderon.
Pese a su fuerte orientación sustentable, la empresa aún enfrenta desafíos en el envasado del producto final. Actualmente, utiliza bandejas de telgopor y film plástico, materiales que no son reciclables fácilmente.
“Estamos evaluando alternativas para eliminar estos materiales, pero al tratarse de un producto de nicho, todavía no hemos encontrado una opción que conserve vida útil, frescura y calidad sin comprometer la sustentabilidad”, explicaron desde la empresa.
Además de su compromiso ambiental, Hongos del Pilar forma parte de una tendencia de consumo creciente. Los hongos, que alguna vez fueron considerados un producto gourmet, ahora tienen un lugar fijo en la mesa de los argentinos.
Desde supermercados y verdulerías hasta empanadas y platos elaborados en restaurantes, los hongos ganan protagonismo. Según la empresa, esto responde al auge de la alimentación consciente y el interés por ingredientes naturales, sabrosos y nutritivos.
“Antes eran exóticos, hoy son cotidianos. Este cambio llegó para quedarse”, resume Calderon. Según datos de la consultora Kantar, un 48% de los hogares argentinos busca reducir el consumo de carne, incorporando más vegetales. En este contexto, los hongos aparecen como una alternativa ideal por su sabor, textura y valor nutricional.
La historia de Hongos del Pilar es también la historia de una transformación en el agro argentino: un paso desde el modelo lineal hacia una producción basada en el aprovechamiento de recursos, la regeneración y la innovación ambiental.
Gracias a su sistema circular, la empresa no solo produce alimentos, sino también soluciones para otras cadenas productivas, generando impacto positivo tanto en el ambiente como en la economía regional.
En un contexto donde el cambio climático y la sostenibilidad son temas urgentes, iniciativas como la de Hongos del Pilar marcan el camino hacia una agricultura regenerativa, eficiente y consciente. Un ejemplo de cómo el campo argentino puede liderar procesos de transformación, generando alimentos saludables sin comprometer el planeta.