Por Agroempresario.com
En un hecho histórico para el bienestar animal en Argentina, Kenya, la última elefanta en cautiverio del país, vivió su primer día en libertad en el Global Sanctuary for Elephants, ubicado en el corazón del estado brasileño de Mato Grosso. Su llegada marca el final de una etapa y la culminación de un proceso de más de siete años que incluyó esfuerzos conjuntos entre organizaciones internacionales, autoridades argentinas y expertos en conservación.
Después de cinco días de viaje desde Mendoza y más de 4.000 kilómetros recorridos, Kenya descendió con determinación de la caja en la que fue transportada. Lo hizo con la curiosidad y energía de quien descubre un nuevo mundo: olfateó el ambiente, se revolcó en la tierra roja, se bañó, comió frutas frescas y recorrió el nuevo entorno con la vitalidad que no había podido desplegar durante cuatro décadas de encierro.
El santuario de Mato Grosso está diseñado para reproducir el ecosistema original de los elefantes africanos, con charcas, vegetación autóctona, barro y suficiente espacio para deambular libremente. Kenya lo exploró desde el primer instante. Según Tomás Sciolla, representante en Argentina de la Fundación Franz Weber —organización clave en este proceso—, “Kenya se bañó, se revolcó, exploró como si lo hubiera hecho toda la vida. Fue más rápida incluso que Pupy, la última elefanta trasladada antes que ella. Está deseosa de conocer tanta paz, tanto verde, tanta vida”.
Durante la primera noche en el santuario, Kenya descansó tranquila. “Se la escuchaba vocalizar de vez en cuando, lo que, según los expertos, es una señal de felicidad”, explicó Sciolla. A la mañana siguiente, los cuidadores le abrieron el paso hacia un potrero con árboles y charcas. Y como si hubiera esperado ese momento durante toda su vida, Kenya salió sin dudar, a paso firme, hacia su libertad.
Scott Blais, fundador del santuario, expresó que “todo salió mejor de lo esperado”. El equipo ya está evaluando la posibilidad de permitirle a Kenya el contacto visual con otras elefantas, como Pupy, separadas solo por una valla. La integración será progresiva, respetando los tiempos y reacciones de cada animal. El proceso incluye un seguimiento veterinario y conductual constante, propio de un proyecto que se rige por los más altos estándares internacionales de bienestar animal.
Además de Tomás Sciolla y Scott Blais, participaron del traslado expertos veterinarios, cuidadores especializados en elefantes, y miembros de la Fundación Franz Weber. Todos coinciden en que Kenya ha respondido favorablemente a cada etapa de esta transición.
Kenya llegó a la Argentina en 1984, proveniente de un zoológico de Alemania. Tenía apenas cuatro años. Se presume que fue capturada en África tras la muerte de su madre, como sucede habitualmente con elefantes traficados para circos y zoológicos. Desde entonces, vivió en soledad en el ex zoológico de Mendoza, un espacio reducido que limitó su desarrollo físico y emocional.
Durante años, se trabajó en su preparación física y mental para afrontar un viaje tan largo y un cambio de vida tan radical. Se implementaron ejercicios, entrenamiento con refuerzos positivos y una dieta especial, todo con la finalidad de asegurar su bienestar durante el traslado y su adaptación al nuevo entorno.
Con la partida de Kenya, la Argentina se convierte en el primer país de América Latina en liberar a todos sus elefantes cautivos. Esta historia comenzó con Pelusa, la elefanta del zoológico de La Plata, quien lamentablemente falleció antes de poder ser trasladada. Luego siguieron Mara, Pocha, Guillermina, Kuky, Pupy, y Sharima. En el camino quedaron muchos nombres y muchas luchas.
“Cada elefanta representa una deuda histórica. No es solo un animal rescatado, es un símbolo del cambio de conciencia sobre cómo debemos tratar a las especies salvajes en cautiverio”, afirmó Sciolla. También destacó que este proceso incluyó “entrenamientos específicos, permisos internacionales, planificación veterinaria y diplomacia entre países”. Nada fue improvisado.
Los elefantes necesitan caminar al menos 10 kilómetros diarios para mantenerse saludables. El encierro genera afecciones físicas, principalmente en las patas, y problemas mentales debido al estrés. Más de la mitad de los elefantes cautivos mueren por estas causas. Por eso, el santuario en Mato Grosso no solo ofrece espacio y contacto con la naturaleza, sino también tratamiento veterinario permanente, libertad de elección y la posibilidad de formar vínculos sociales con otros elefantes.
Hoy Kenya comparte este nuevo mundo con otras elefantas rescatadas de distintos puntos de América del Sur. Mara, Pupy y Guillermina, entre otras, la esperan en el mismo espacio, algunas de ellas ya adaptadas a la vida en libertad.
“Argentina se convierte en ejemplo para la región. Esperamos que otros países tomen decisiones similares, basadas en la ética y la ciencia”, remarcó Sciolla. La Fundación Franz Weber continúa trabajando en otros países de Latinoamérica, asesorando a gobiernos y promoviendo leyes de protección animal.
Kenya, que un día fue arrebatada de la selva africana, hoy recobra parte de lo que le pertenece por derecho natural: libertad, contacto con la tierra, la lluvia, el sol y otros de su especie. Su historia no es solo una historia de rescate; es también la historia de un país que decidió hacer las cosas bien.