Por Agroempresario.com
El retroceso de glaciares a nivel global no solo implica un aumento en el nivel del mar, sino también un cambio profundo en el comportamiento de los suelos que antes estuvieron cubiertos por hielo milenario. Un reciente estudio realizado en Groenlandia revela que estas superficies, al quedar expuestas, podrían dejar de absorber dióxido de carbono (CO₂) y metano (CH₄) y comenzar a emitirlos, alterando el balance global de gases de efecto invernadero.
El cambio climático es la fuerza motora detrás del retroceso acelerado de glaciares en todo el mundo. Según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), 2023/24 marcó el 37º año consecutivo en que glaciares de referencia perdieron masa en lugar de ganarla. Esto ha revelado paisajes que han permanecido congelados por miles de años, ahora expuestos a la atmósfera y a procesos biogeoquímicos inéditos.
Si bien es sabido que el deshielo contribuye a la elevación del nivel del mar, este fenómeno conlleva también consecuencias menos visibles pero cruciales: la transformación de sumideros de carbono en fuentes emisoras. La investigación liderada por la Universidad de Florida y la Universidad de Maryland, publicada en Communications Earth & Environment, destaca que estos nuevos ecosistemas pueden llegar a liberar metano y dióxido de carbono a la atmósfera, dos de los gases con mayor impacto en el calentamiento global.
El trabajo se desarrolló en la cuenca del Kobbefjord, en el suroeste de Groenlandia, donde confluyen aguas de deshielo glaciar y de filtraciones provenientes de suelos antiguos, ahora expuestos tras el retroceso del hielo. Los investigadores analizaron cómo estas diferentes fuentes de agua afectan el balance de gases de efecto invernadero en el área.
El agua que proviene directamente del deshielo glaciar contiene bajo contenido de carbono orgánico disuelto, pero este carbono es altamente reactivo. Esto favorece procesos de meteorización química, que a su vez capturan dióxido de carbono, funcionando como un sumidero de gases de efecto invernadero. En cambio, el agua filtrada a través de suelos antiguos transporta carbono más complejo y resistente a la descomposición, que cuando es degradado por microorganismos libera metano y más dióxido de carbono.
Esta diferenciación es clave para entender cómo el mismo ecosistema puede comportarse de maneras opuestas dependiendo de la fuente de agua predominante.
Durante el primer período de estudio, en días soleados con temperaturas altas y predominancia del agua glaciar, el sistema actuó como sumidero, absorbiendo más gases de efecto invernadero de los que liberaba. Sin embargo, en un segundo período con días nublados, menor deshielo y mayor aporte de agua de suelos antiguos, el sistema se convirtió en fuente neta, emitiendo gases hacia la atmósfera.
Este cambio es resultado del envejecimiento del suelo expuesto y la proliferación de la actividad microbiana que descompone el carbono complejo, liberando metano, un gas con un potencial de calentamiento 25 veces mayor que el dióxido de carbono en un horizonte de 100 años.
Los científicos analizaron múltiples variables para comprender el funcionamiento de este sistema:
Estos análisis revelaron que la meteorización impulsada por ácido carbónico (producido por el propio CO₂ disuelto en el agua glaciar) favorece la captura de dióxido de carbono, mientras que las condiciones anaeróbicas y la actividad microbiana en suelos antiguos impulsan la producción de metano.
Según la directora del Departamento de Ciencias Geológicas Ellen Martin, PhD, de la Universidad de Florida, la pérdida de dióxido de carbono durante la desglaciación tras el Último Máximo Glacial redujo la capacidad de la atmósfera para retener calor, mitigando temporalmente el calentamiento global. Sin embargo, miles de años después, el aumento en la producción de metano a partir de suelos expuestos contribuyó nuevamente al calentamiento.
Este patrón no es exclusivo de Groenlandia. Alrededor del 30% del hemisferio norte estuvo cubierto por capas de hielo durante el Último Máximo Glacial hace unos 15,000 años. La exposición progresiva de estos suelos activa sucesiones biogeoquímicas que pueden pasar de fijar carbono a emitir, dependiendo de variables locales como el tipo de roca, desarrollo del suelo, condiciones hidrológicas y actividad microbiológica.
Los investigadores advierten que en el corto plazo el aumento del deshielo por el calentamiento antropogénico podría aumentar la escorrentía de agua glaciar y potenciar la meteorización de sedimentos frescos que capturan CO₂, generando una retroalimentación negativa para el calentamiento global. No obstante, esta fase sería temporal, y a largo plazo, la tendencia de los suelos expuestos a emitir metano y dióxido de carbono podría intensificarse.
Este estudio en Groenlandia pone en evidencia que el retroceso de los glaciares implica una transformación profunda de los ecosistemas, con efectos potencialmente negativos en el equilibrio global de gases de efecto invernadero. La dualidad entre el papel inicial de sumidero y la eventual transición a fuente emisora subraya la necesidad de incorporar estas dinámicas en los modelos climáticos para prever con mayor precisión el impacto futuro del cambio climático.