Por Agroempresario.com
La economía de Cuba se encuentra sumida en una crisis estructural que no da tregua. El Producto Interno Bruto (PIB) cayó un 1,1 % en 2024, según informó el Ministerio de Economía del país caribeño, lo que marca el quinto año consecutivo de deterioro y suma un retroceso acumulado del 11 % desde el año 2020. Esta situación, agravada por sanciones internacionales, una profunda crisis energética, la caída del turismo y desastres naturales, mantiene a la isla en uno de sus peores momentos económicos desde el llamado “Período Especial”.
La proyección oficial inicial apuntaba a un crecimiento del 2 %, pero la realidad fue distinta. El ministro de Economía Joaquín Alonso Vázquez presentó ante la Comisión Económica del Parlamento cubano un panorama desalentador, en el que la economía nacional no logra recuperar los niveles prepandémicos y, por el contrario, continúa su proceso de contracción y fragilidad estructural.
Desde 2020, año en que el PIB cayó un 10,9 %, Cuba ha tenido un leve crecimiento del 1,3 % en 2021 y del 1,8 % en 2022, seguido de otra contracción del 1,9 % en 2023 y del 1,1 % en 2024. Es decir, no ha logrado consolidar un solo año de recuperación sostenida. La situación se agrava si se considera que la economía cubana depende en gran medida de sectores hoy debilitados, como el turismo, la exportación de servicios médicos y las remesas, todos afectados por la crisis global y las restricciones impuestas por Estados Unidos.
Durante 2024, Cuba sufrió dos apagones generales que paralizaron el sistema eléctrico nacional, agravando el malestar social y dificultando la actividad económica. A esto se sumaron dos huracanes y dos sismos de magnitud considerable, que impactaron infraestructuras ya deterioradas y obligaron al Estado a redirigir fondos de inversión hacia la asistencia inmediata, en un contexto de escasez extrema.
La falta de combustible es otro de los grandes lastres. Según Vázquez, la isla enfrenta “una imposibilidad técnica de adquirir combustibles en los volúmenes necesarios”, lo que ha paralizado sectores productivos clave, afectado el transporte y empeorado la calidad de vida en centros urbanos y rurales.
El turismo internacional, tradicional motor de ingreso de divisas, continúa muy por debajo de los niveles previos a la pandemia de COVID-19. Pese a algunos intentos de recuperación, la percepción de inestabilidad, los apagones, y la escasa disponibilidad de servicios limitan el atractivo del destino. Las cifras oficiales indican que los ingresos por turismo están 30 % por debajo del promedio de 2018-2019.
La falta de divisas impacta directamente en la capacidad de pago del país, que enfrenta crecientes dificultades para honrar sus compromisos con proveedores internacionales. En palabras del ministro Vázquez, se analiza posponer importaciones no prioritarias para evitar más incumplimientos.
A este escenario interno se suma la presión internacional. El Departamento de Estado de EE. UU. amplió recientemente su lista de entidades restringidas en Cuba, incorporando 11 nuevas, entre ellas el hotel Iberostar Selection La Habana, el edificio más alto del país. Esta medida impide a ciudadanos y empresas estadounidenses alojarse o realizar negocios con estas entidades.
Las nuevas sanciones, anunciadas en coincidencia con el aniversario de las protestas de julio de 2021, se justifican por los vínculos de estas empresas con fuerzas armadas, inteligencia o seguridad del Estado cubano. En total, más de 700 personas continúan detenidas por su participación en aquellas manifestaciones, según datos de organizaciones de derechos humanos.
El senador Marco Rubio, actual secretario de Estado, emitió un comunicado firme: “EE. UU. seguirá defendiendo los derechos humanos y las libertades fundamentales del pueblo cubano, y dejando claro que ningún régimen ilegítimo y dictatorial es bienvenido en nuestro hemisferio”.
La consecuencia más visible del colapso económico cubano es la vida cotidiana. El país atraviesa una de sus peores crisis de abastecimiento de alimentos, medicamentos y combustibles. A esto se suma una inflación galopante que ha desvalorizado el salario promedio y ha obligado a una dolarización parcial de la economía, iniciada a fines de 2023 como parte de un plan de choque fiscal.
En este contexto, la migración masiva se ha convertido en una válvula de escape. En los últimos tres años, cientos de miles de cubanos han abandonado el país, principalmente rumbo a Estados Unidos, México, y Centroamérica, configurando la mayor ola migratoria desde los años 90.
Las perspectivas para 2025 no son alentadoras. Con reservas internacionales debilitadas, sin acceso al financiamiento global, y con un aparato productivo deteriorado, Cuba enfrenta un camino cuesta arriba. El gobierno apuesta a un proceso de reestructuración económica que incluye recortes al gasto, eliminación de subsidios, y la búsqueda de nuevas alianzas comerciales, aunque sin señales claras de un cambio estructural.
En definitiva, la caída del 1,1 % del PIB en 2024 es mucho más que un dato económico: es la expresión de un modelo colapsado, de un país que se enfrenta a una emergencia económica, social y política sin precedentes.