Por Agroempresario.com
El precio de la harina de soja, el principal producto de exportación de Argentina, cayó esta semana a su valor más bajo en más de 15 años. Con una cotización de US$281 por tonelada FOB, el producto estrella del complejo sojero argentino marcó un nuevo mínimo que no se veía desde 2010. Esta baja afecta directamente las proyecciones de ingreso de divisas del país, que dependen fuertemente de las exportaciones agroindustriales.
Según un informe reciente de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) elaborado por Bruno Ferrari y Julio Calzada, para el año 2025 se estiman exportaciones netas del complejo soja por US$16.322 millones, lo que representaría el tercer peor resultado en términos reales de los últimos 15 años. A pesar de representar casi el 30% de las exportaciones totales del país, el complejo enfrenta una presión creciente en los mercados internacionales.
Desde la pandemia de COVID-19, los precios de las materias primas agrícolas han vivido una fuerte volatilidad. Durante el primer semestre de 2020, los precios tocaron fondo debido al freno de la demanda global. Luego, en 2022, alcanzaron máximos históricos debido a interrupciones en la cadena de suministro, alta demanda pospandemia y crecientes tensiones geopolíticas.
En la actualidad, los principales productos del complejo soja muestran trayectorias dispares: mientras el poroto de soja se mantiene relativamente estable entre US$370 y US$395, el aceite de soja subió más de un 30% hasta US$1176, impulsado por el crecimiento del sector de biocombustibles y la suba del petróleo. En contraste, la harina de soja se desplomó más del 10% desde inicios de año.
El crecimiento en la producción de aceite de soja ha generado un efecto colateral: una oferta abundante de harina que excede la capacidad de absorción de la demanda global, presionando a la baja su precio. Este fenómeno se agrava debido a que la soja tiene un contenido de aceite más bajo en comparación con otras oleaginosas como la palma o la colza. Para producir más aceite, se procesa más soja, lo que genera un excedente de harina.
A pesar de que la demanda global de harina de soja está creciendo, los precios más bajos dificultan la competencia entre exportadores. En este contexto, Argentina se mantiene como líder mundial en exportaciones de harina de soja, pero la rentabilidad se reduce a medida que el precio FOB continúa cayendo.
El impacto de esta baja ya se refleja en el comportamiento del mercado: en las últimas semanas, China adquirió un buque de harina de soja argentina, marcando la primera compra del país asiático desde que habilitó oficialmente las importaciones de este producto en 2019. Este dato revela que los precios bajos están activando nueva demanda internacional, aunque de forma puntual.
El complejo soja, integrado por la harina, el aceite y el poroto, representa un 27,6% del total de exportaciones argentinas, según datos del 2024. La harina de soja por sí sola equivale al 13,4% del total exportado, lo que la convierte en el bien más relevante de la canasta exportadora nacional.
Para 2025, las proyecciones de exportación indican ingresos por:
Estas cifras, si bien levemente superiores a las de 2024, se ubican muy por debajo de los picos alcanzados en 2011, cuando el complejo soja exportó el doble en términos reales.
Al observar el comportamiento histórico, el volumen exportado del complejo soja tuvo un pico en 2015, para luego iniciar una curva descendente. En 2024, los volúmenes netos exportados se aproximaron a los niveles de 2003, y aunque se espera una leve recuperación en 2025, todavía se mantendrán muy lejos de los máximos históricos.
En términos de precios, 2022 fue el mejor año desde al menos 2003 en valor FOB promedio. Sin embargo, los precios actuales y las proyecciones para 2025 indican que el valor promedio de exportación será el más bajo desde 2020 en términos nominales, y el más bajo desde 2006 en términos reales, ajustados por inflación global.
El impacto directo es la reducción de ingreso de divisas, cruciales para sostener las reservas del Banco Central y equilibrar la balanza comercial. Con un precio tan bajo para su principal producto exportado, Argentina necesita vender más cantidad para compensar la pérdida de valor por tonelada, algo difícil en un contexto de estancamiento de rendimientos y falta de inversiones en infraestructura portuaria.
Además, la presión fiscal y la inestabilidad macroeconómica del país generan incertidumbre en los productores, lo que puede traducirse en decisiones conservadoras de siembra y menor innovación tecnológica, afectando la productividad futura.
A pesar de este panorama, algunos factores podrían revertir parcialmente la tendencia bajista. Por un lado, un acuerdo comercial más estable entre Estados Unidos y China podría reconfigurar los flujos globales de comercio de soja. Por otro, la demanda estructural de biocombustibles podría seguir impulsando al alza los precios del aceite y traccionar, indirectamente, parte de la producción de harina.
Desde el punto de vista técnico, los analistas del mercado de futuros advierten que la harina de soja está muy cerca de su piso técnico y que podría rebotar si se dan condiciones climáticas adversas en Sudamérica o si se recorta la oferta global por razones logísticas o políticas.