Por Agroempresario.com
Estados Unidos y Brasil intensifican su compromiso con los biocombustibles, una estrategia que busca contrarrestar la caída de los precios agrícolas a nivel global e impulsar una demanda sostenida de maíz, soja y caña de azúcar. Con ambiciosos planes regulatorios y productivos, ambos países están modelando una nueva etapa para el agro, donde el agregado de valor, la sostenibilidad ambiental y la innovación tecnológica convergen para potenciar las economías regionales.
Durante las primeras semanas de julio, los precios del maíz y la soja mostraron una notable volatilidad. Tras un leve repunte a comienzos de mes, una fuerte caída del 4% revirtió todas las ganancias. Las lluvias en la zona núcleo de producción estadounidense, particularmente en el Corn Belt, y el cambio en las condiciones climáticas reconfiguraron las expectativas del mercado.
En este marco, mientras la oferta agrícola se encamina hacia cosechas robustas, el foco del análisis se traslada hacia la demanda. Es aquí donde los biocombustibles emergen como una solución clave para absorber excedentes, estabilizar precios y agregar valor a las materias primas.
En junio, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) propuso un incremento del 67% en el uso de biodiesel hacia 2027, lo que equivaldría a una mezcla total de 5,86 mil millones de galones. Esta decisión marca un punto de inflexión para la industria agroenergética, con efectos directos sobre la demanda de aceite de soja.
Además, el crecimiento del sector viene acompañado por un aumento en la capacidad de procesamiento. Según la American Soybean Association (ASA), Estados Unidos cuenta actualmente con una capacidad de molienda de soja de 69,4 millones de toneladas anuales. Proyectos de ampliación y nuevas plantas en estados como Dakota del Sur, Kansas, Illinois, Ohio y Luisiana podrían elevar esta cifra a 74,5 millones para 2026.
Este incremento tiene implicancias comerciales para otros países productores. Al aumentar el procesamiento local, Estados Unidos exportará más aceite refinado y menos poroto de soja, generando una competencia directa con países como Argentina, que lidera las exportaciones de harina de soja.
Brasil, por su parte, anunció un aumento en el corte de etanol a partir del próximo mes. Esta decisión fortalece su estrategia para consolidarse como primer exportador mundial de maíz, desplazando a Estados Unidos. Además, reafirma su compromiso con el uso de combustibles renovables, principalmente etanol derivado del maíz y de la caña de azúcar.
Este movimiento se alinea con las metas climáticas globales y genera una fuerte sinergia entre agricultura y energía. La demanda adicional de maíz para etanol representa una oportunidad estructural para los productores brasileños y contribuye a sostener los precios del cereal.
Argentina se encuentra ante un escenario mixto. Por un lado, el mayor uso de biodiesel y etanol en mercados internacionales representa una oportunidad para revalorizar el aceite de soja, uno de los principales productos de exportación del país. Por el otro, el crecimiento de la capacidad de procesamiento en Estados Unidos podría afectar la colocación de harina de soja argentina en los mercados globales.
Un ejemplo de respuesta local a esta tendencia es la planta de biocombustibles que la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) instaló en Villa María, Córdoba. Esta instalación se destaca por su integración con el sistema productivo regional, el agregado de valor en origen y los beneficios ambientales que genera. Representa un modelo replicable para otras regiones que buscan mejorar su competitividad y reducir su impacto ambiental.
Según Luiz Fernando Roque, Coordinador de Inteligencia de Mercado en Hedgepoint Global Markets, "la EPA recibirá opiniones y comentarios sobre el tema en línea hasta el 8 de agosto. Después, deberíamos tener noticias sobre el progreso de la propuesta".
Estas decisiones regulatorias deben entenderse en un contexto más amplio: la transición energética global, los compromisos de descarbonización del transporte y la creciente presión para reducir la dependencia de los combustibles fósiles. Los biocombustibles, particularmente el biodiesel y el Sustainable Aviation Fuel (SAF), están llamados a desempeñar un papel clave en la descarbonización del sector energético.
Un viejo operador de mercado en Chicago resumía la lógica del comportamiento de los precios: “Si llueve en Chicago durante la rueda, los precios se derrumban. Nadie espera ver si llovió bien en todos lados”. Esta afirmación refleja no sólo la sensibilidad del mercado a los factores climáticos, sino también la volatilidad estructural que los biocombustibles pueden ayudar a amortiguar, al ofrecer una demanda más estable y previsible.
La convergencia entre agroindustria, política energética y sostenibilidad está redefiniendo el mapa agrícola global. Estados Unidos y Brasil avanzan con políticas concretas para fortalecer el vínculo entre el campo y los biocombustibles. En este escenario, la Argentina debe acelerar su adaptación: potenciar la industria local de biodiesel, fomentar el agregado de valor y mejorar la infraestructura de transformación en origen.
El futuro de la agroindustria no sólo estará determinado por las toneladas producidas, sino también por la capacidad de convertir esas toneladas en energía limpia, empleo, desarrollo y competitividad global.