Por Agroempresario.com
En un contexto en el que el cambio climático y los fenómenos extremos afectan de forma creciente la producción agrícola global, todas las miradas están puestas en la evolución del fenómeno de La Niña. Especialistas del Servicio Meteorológico Nacional (SMN) y del Instituto Internacional de Investigación de Clima y Sociedad de la Universidad de Columbia coinciden en que, al menos por ahora, las condiciones se mantendrán neutrales hasta el verano de 2026 en el hemisferio sur.
Esto significa que ni La Niña ni El Niño, los dos grandes moduladores del clima global, mostrarían signos consistentes de desarrollo en los próximos meses. Para los sectores vinculados al agro y la economía regional, la persistencia de un estado neutral puede generar estabilidad climática, aunque los expertos advierten que las condiciones pueden cambiar rápidamente.
La Niña es un fenómeno climático caracterizado por el enfriamiento anómalo de las aguas superficiales del Océano Pacífico ecuatorial central y oriental. Esta variación en la temperatura altera la circulación atmosférica, los vientos alisios, la presión y el régimen de lluvias en diversas regiones del planeta. Sus efectos se sienten con fuerza en América Latina, especialmente en sectores agrícolas dependientes del régimen hídrico estacional.
En contraste, El Niño representa el calentamiento de esas mismas aguas y produce efectos opuestos. Ambos fenómenos forman parte del ciclo ENSO (El Niño-Oscilación del Sur) y, aunque no siguen un calendario fijo, suelen repetirse cada dos o siete años.
El reciente informe del Instituto Internacional de Investigación de Clima y Sociedad de la Universidad de Columbia, con sede en Estados Unidos, indicó que la fase neutra tiene una probabilidad del 70% de persistir entre julio y septiembre de 2025. Esta tendencia se extendería también hacia los meses de octubre a enero, con un 49% de probabilidad de que el estado neutro continúe.
En el mismo sentido, el climatólogo José Luis Stella, del Servicio Meteorológico Nacional argentino, explicó que las temperaturas de la superficie del mar en el Pacífico central se mantienen dentro de los valores normales y que los vientos alisios no muestran un comportamiento extremo. Esto refuerza la previsión de que el fenómeno ENSO permanecerá en estado neutral durante los próximos trimestres.
“Por el momento, se espera que el fenómeno del ENSO siga neutral. No hay señales claras de que se desarrolle La Niña en el corto plazo”, detalló Stella.
De acuerdo con los expertos, para que se declare oficialmente un episodio de La Niña, la temperatura del Pacífico ecuatorial central debe registrar una anomalía negativa de al menos 0,5°C durante varios meses consecutivos. Además, deben presentarse cambios en la circulación atmosférica y en los patrones de precipitación.
Actualmente, las mediciones oceánicas no muestran un enfriamiento sostenido de esa magnitud. Las predicciones no proyectan un descenso persistente de la temperatura, lo que descarta, por ahora, una activación inminente de La Niña.
Aunque las proyecciones actuales descartan un desarrollo inmediato del fenómeno, su posible aparición en el futuro sigue siendo motivo de análisis. El investigador Muhammad Azhar Ehsan, de la Universidad de Columbia, advirtió que cuando se activa La Niña, los impactos en América Latina pueden ser significativos.
Entre sus efectos más notorios se destacan:
Estos cambios pueden afectar rendimientos agrícolas, disponibilidad hídrica, precios de commodities y planificación logística de exportaciones.
En el caso particular de Argentina, los años con presencia de La Niña han estado asociados a déficits hídricos en regiones productivas como la Pampa Húmeda, el noroeste argentino y la región del Litoral. Durante estos períodos, la siembra y el desarrollo de cultivos como soja, maíz y trigo se ven comprometidos, al igual que la oferta forrajera para la ganadería.
Por el contrario, con El Niño, las lluvias suelen aumentar en primavera y verano, beneficiando las campañas agrícolas y los niveles de reservas de agua en suelos y embalses. La presencia o ausencia de estos fenómenos tiene implicancias directas en la planificación productiva, las inversiones y los seguros agropecuarios.
En este escenario, una fase neutra prolongada, como la pronosticada por Estados Unidos y Argentina, podría permitir una planificación más estable, sin los extremos de sequía o exceso de lluvias que caracterizan a los otros dos fenómenos.
Aunque el actual panorama climático muestra una mayor probabilidad de continuidad del estado neutral, los expertos insisten en que el seguimiento mensual del ENSO es clave. Las condiciones del océano y la atmósfera pueden cambiar en cuestión de semanas, alterando las perspectivas y reconfigurando los riesgos para la producción agrícola.
Para el sector agropecuario, el monitoreo constante de los indicadores climáticos —temperatura oceánica, presión atmosférica, vientos alisios— es vital. En un contexto de alta variabilidad climática, contar con información precisa y actualizada permite anticiparse y tomar decisiones estratégicas.