Por Agroempresario.com
El chorizo argentino, ícono de la parrilla criolla y protagonista indiscutido del choripán, fue incluido entre las diez mejores salchichas cocidas del mundo, según el ranking elaborado por la prestigiosa guía gastronómica internacional Taste Atlas. Esta selección celebra no solo el sabor y la técnica de cocción de los embutidos, sino también su relevancia cultural en la identidad de los pueblos.
Basado en más de 7.000 votos de chefs, especialistas en cocina y comensales de todo el mundo, el ranking de las 50 mejores salchichas cocidas resalta preparaciones tradicionales que se mantienen vivas a lo largo del tiempo, como parte esencial de celebraciones, rituales gastronómicos y costumbres regionales.
En este selecto grupo, el chorizo argentino ocupa el puesto número 10, superando a decenas de variantes de embutidos cocidos de América, Europa, África y Medio Oriente. Con esta distinción, el chorizo consolida su estatus como un producto emblema del patrimonio culinario argentino, al mismo nivel que otros íconos como el asado, el dulce de leche o la empanada.
Elaborado mayormente con carne de cerdo, o una mezcla equilibrada con carne vacuna, el chorizo argentino se destaca por su combinación de pimentón, ajo, orégano, pimienta negra y una proporción justa de grasa que garantiza una cocción jugosa sobre las brasas. Su textura crocante por fuera y tierna por dentro lo convierten en una entrada clásica en los asados o en la base del tradicional choripán, acompañado de pan y chimichurri.
Taste Atlas valoró especialmente la forma de cocción a la parrilla, que potencia su aroma y sabor, y subrayó el rol central que cumple en la experiencia social del asado argentino. “Un verdadero asado no está completo sin chorizo”, afirmaron desde la plataforma gastronómica, que considera el contexto cultural tanto como el producto en sí.
Este no es el único galardón reciente que recibió el chorizo. En enero de 2025, Taste Atlas incluyó al choripán argentino en el ranking de los 100 mejores sándwiches del planeta, ubicándolo en el puesto 23, junto con otras especialidades nacionales como el lomito (11.º), el sándwich de milanesa tucumano (31.º) y el bondipan (35.º).
Este doble reconocimiento consolida al chorizo argentino como una preparación versátil, capaz de adaptarse a distintos formatos sin perder su esencia ni su protagonismo cultural.
El listado de Taste Atlas incluye clásicos mundiales como la salsiccia italiana, la chistorra española, el boerewors sudafricano, las alheiras portuguesas y la tradicional bratwurst bávara. También destacan la merguez norteafricana, el sucuk turco y el chorizo español.
Cada uno de estos embutidos tiene una historia particular y una receta que combina ingredientes autóctonos con técnicas heredadas por generaciones. En ese contexto, el chorizo argentino se impone por su fuerte anclaje cultural, su identidad parrillera y su papel en las reuniones sociales.
En Argentina, el chorizo no es solo un alimento: es un vehículo de identidad y pertenencia. Está presente en las picadas, en las fiestas patrias, en los asados de domingos y feriados, en los estadios de fútbol, y en cualquier momento donde haya fuego, familia y amigos. Su preparación y consumo están rodeados de rituales, debates (¿choripán con chimichurri o con criolla?), preferencias personales y orgullo regional.
Además, su versatilidad lo ha llevado a la gastronomía gourmet, donde chefs de todo el país reinterpretan el clásico en versiones innovadoras: con panes artesanales, emulsiones de chimichurri, o incluso integrándose en recetas de alta cocina.
Aunque el chorizo argentino nació como una versión criolla de embutidos europeos, ha sabido encontrar su personalidad única y diferenciarse del chorizo español, del italiano o del brasileño. En los últimos años, su popularidad creció en mercados internacionales, especialmente en países con comunidades argentinas, donde es posible encontrarlo en carnicerías, ferias gastronómicas y restaurantes especializados.
Este reconocimiento de Taste Atlas puede abrir nuevas puertas para su comercialización global, así como reforzar su valor como producto turístico y exportable.
El impacto de este tipo de reconocimientos trasciende lo cultural y se proyecta en lo económico. Argentina cuenta con una industria chacinadora sólida, con gran capacidad de producción y una reputación internacional creciente. Productos como el chorizo argentino pueden ser parte estratégica del posicionamiento del país como exportador de alimentos de calidad, sumando valor agregado a la cadena cárnica.
Además, el interés de mercados internacionales por productos con origen e historia refuerza la importancia de seguir fortaleciendo las denominaciones de origen, la trazabilidad y la excelencia en la producción artesanal y semiindustrial.