Por Agroempresario.com
En un contexto de creciente incertidumbre geopolítica y comercial, Canadá empieza a mirar con mayor interés al Mercosur como un socio estratégico para diversificar sus relaciones económicas y reducir su histórica dependencia de Estados Unidos. Este giro coincide con una coyuntura compleja tanto en América del Norte como en Europa, donde las tensiones internas están debilitando las posibilidades de avanzar con acuerdos multilaterales con el bloque sudamericano.
Las declaraciones del ministro de Comercio Internacional de Canadá, Maninder Sidhu, dejaron claro que existe un interés concreto por parte del gobierno de Ottawa en reanudar las conversaciones con el Mercosur. El objetivo, aseguró, es abrir nuevas puertas comerciales que permitan reducir la vulnerabilidad que representan las políticas arancelarias del expresidente Donald Trump, cuyas medidas proteccionistas han trastocado el comercio global de commodities.
La reconfiguración de la política comercial estadounidense desde la administración Trump viene afectando duramente a sus principales socios, entre ellos Canadá. Con amenazas recientes de imponer aranceles del 35% a partir del 1º de agosto, el vínculo bilateral entre ambos países atraviesa una etapa de tensión que está empujando a Canadá a replantear sus alianzas.
“Mi trabajo es abrir nuevas puertas”, declaró Sidhu, quien también reconoció que las empresas canadienses están sobreexpuestas al mercado estadounidense y que han perdido competitividad frente a otros países por el impacto de los aranceles.
Este no es un dato menor si se considera que Estados Unidos representa más del 60% de las exportaciones agrícolas de Canadá y abastece casi el 57% de sus importaciones agroindustriales. Entre los productos más intercambiados se encuentran el etanol, los alimentos para mascotas, la carne vacuna y porcina, además del maíz. En 2023, el comercio agrícola bilateral representó más de USD 4.000 millones solo en estos rubros.
Ante este panorama, el Mercosur aparece como un bloque con potencial para equilibrar la balanza comercial canadiense. De hecho, ya hubo conversaciones con el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, y el propio presidente Luiz Inácio Lula da Silva manifestó en abril su intención de avanzar en un acuerdo comercial formal con Canadá.
Los productos del Mercosur —granos, carne vacuna, maíz, frutas, productos agroindustriales— son bienes estratégicos que podrían ser considerados en un eventual tratado de libre comercio, sobre todo en momentos en que Canadá busca asegurar el suministro de alimentos y materias primas sin quedar a merced de decisiones políticas unilaterales de Estados Unidos.
Además, Canadá cuenta actualmente con 15 acuerdos de libre comercio que le dan acceso a 1.500 millones de consumidores, y quiere ampliar ese horizonte en los próximos meses, aunque aún no ha definido objetivos concretos.
Mientras tanto, en Europa la situación es distinta pero no menos complicada. Las crecientes tensiones entre los agricultores europeos y la Comisión Europea amenazan con frenar cualquier avance hacia un acuerdo con el Mercosur. La propuesta de recorte presupuestario a la Política Agrícola Común (PAC) generó un estallido social en el campo, que acusa al bloque de “traicionar un pacto fundacional de la posguerra”.
La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, intentó apaciguar las aguas asegurando que los recortes no impactarán directamente en los ingresos de los agricultores. Sin embargo, el presupuesto de la PAC pasaría de 386.600 millones de euros a 300.000 millones luego de 2027, lo que representa una reducción de más del 20 %, sin contar el efecto de la inflación.
El malestar fue tal que cientos de agricultores se manifestaron en Bruselas, con banderas, cánticos y hasta una canción generada por inteligencia artificial que sonaba a todo volumen. El grupo Copa-Cogeca, que nuclea a los principales gremios del agro europeo, calificó el día como un “Miércoles Negro para la agricultura” y acusó a von der Leyen de “cínica y unilateral”.
El rechazo a un acuerdo con el Mercosur se volvió aún más explícito en Francia, donde productores rurales llevaron vacas Charolais hasta la embajada de Brasil en París, en señal de protesta. Vestidos con camisetas que decían “Productores de carne bovina furiosos”, denunciaron que el tratado abriría la puerta a una “competencia desleal” que afectaría los precios, la rentabilidad y la viabilidad de sus explotaciones familiares.
En ese marco, el nombre del presidente Emmanuel Macron no fue bien recibido. Los ruralistas franceses lo acusan de no defender los intereses del agro europeo frente a acuerdos que, desde su perspectiva, benefician a productores extracomunitarios que no cumplen con los mismos estándares ambientales y laborales que rigen en la UE.
El conflicto en Europa y la incertidumbre en Estados Unidos configuran una ventana de oportunidad para el Mercosur y para los países que buscan diversificar sus relaciones comerciales. En este tablero geopolítico, Canadá aparece como un jugador dispuesto a explorar nuevos caminos, mientras el bloque sudamericano sigue buscando nuevos aliados que le permitan fortalecer su posicionamiento global.
La necesidad de resiliencia económica, soberanía alimentaria y diversificación de mercados se ha vuelto una prioridad para las economías modernas, y eso incluye al país del norte. Un acuerdo con el Mercosur permitiría a Canadá acceder a nuevos proveedores de alimentos, consolidar cadenas de suministro más estables y garantizar precios más competitivos para su mercado interno.
Desde la perspectiva del Mercosur, un tratado con Canadá ampliaría sus canales de exportación, especialmente en sectores como ganadería, agricultura extensiva, biocombustibles y alimentos procesados, a la vez que sumaría un socio comercial confiable y políticamente estable, en contraste con el imprevisible escenario estadounidense.
Las tensiones comerciales entre Canadá y Estados Unidos, sumadas a las turbulencias en el agro europeo, reconfiguran el mapa de las alianzas internacionales. En ese nuevo escenario, el Mercosur aparece como un bloque atractivo para Canadá, tanto por su potencial agrícola como por su rol estratégico en la economía global.
Mientras Washington aplica medidas proteccionistas y Bruselas pierde sintonía con su propio campo, Ottawa busca acuerdos pragmáticos que le permitan garantizar su seguridad alimentaria, mantener su competitividad y ganar autonomía económica. El acercamiento al Mercosur no solo es una reacción a la coyuntura; puede ser también un paso firme hacia una nueva arquitectura del comercio internacional.