Por Agroempresario.com
El mercado global del oro atraviesa una de sus semanas más turbulentas luego de que Estados Unidos, a través de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), confirmara la imposición de aranceles a las importaciones de lingotes de oro de un kilo y 100 onzas. Esta medida inesperada generó un shock inmediato en el comercio de metales preciosos y llevó los futuros del oro en Nueva York a máximos históricos, con operadores y refinerías tratando de interpretar el alcance real de este cambio normativo.
La decisión, que se encuadra en los aranceles recíprocos promovidos originalmente durante la administración de Donald Trump, impacta directamente en el flujo comercial entre Estados Unidos, Suiza, Hong Kong, y Reino Unido, todos actores clave en el comercio global de oro. Las consecuencias ya se sienten en los mercados, donde los precios del oro en Nueva York se dispararon respecto al precio spot en Londres, lo que refleja una creciente incertidumbre sobre el abastecimiento y el cumplimiento de los contratos.
En un escenario económico global ya de por sí volátil, la confirmación del CBP sorprendió incluso a los analistas más experimentados. Según una carta oficial de la Oficina de Aduanas, los lingotes de oro comunes en el mercado de futuros (principalmente de 1 kilo y 100 onzas) serán gravados con aranceles. Esto revierte la suposición previa de que estaban exentos por tratarse de metales preciosos destinados a operaciones financieras, no comerciales.
La decisión se conoció luego de una consulta elevada por una refinería suiza —una de las principales proveedoras de lingotes al mercado estadounidense—, y fue difundida inicialmente por el Financial Times. El mercado reaccionó de forma inmediata: los contratos de futuros del oro en el Comex, la principal bolsa de metales en Nueva York, aumentaron hasta USD 100 por onza por encima del precio spot en Londres, un diferencial históricamente inusual.
Esta nueva clasificación arancelaria encuadra a los lingotes bajo el código 7108.13.5500 como “oro semimanufacturado” en lugar de “oro en bruto”, sujeto al código 7108.12.10, que no tiene arancel. Este cambio técnico, aunque aparentemente menor, transforma por completo el esquema de comercialización del oro.
Con Suiza enfrentando un arancel del 39% —el más alto aplicado por EE.UU. entre países desarrollados—, las exportaciones desde ese país quedaron prácticamente paralizadas. Las principales refinerías asiáticas, cuya identidad no fue revelada por confidencialidad, también detuvieron temporalmente sus envíos a EE.UU. hasta obtener mayor claridad sobre la normativa.
Expertos como Joni Teves de UBS AG sostienen que esta nueva interpretación puede generar una disrupción sin precedentes. “La existencia de aranceles sobre productos de oro entregables en futuros estadounidenses pone en duda el papel de Comex como referencia internacional”, declaró la analista. Otros, como Nikos Kavalis de Metals Focus, consideran que la medida podría haber sido producto de una evaluación errónea por parte de CBP, y no descartan futuras impugnaciones legales.
Mientras tanto, Robert Gottlieb, ex operador de metales preciosos y ejecutivo de JPMorgan Chase, expresó su sorpresa ante la medida: “El oro circula entre bancos centrales y reservas del mundo entero. Nunca imaginamos que sería objeto de aranceles”.
Las tensiones diplomáticas también subieron de tono. La presidenta suiza Karin Keller-Sutter realizó un viaje de emergencia a Washington D.C. con la intención de revertir el arancel impuesto por la Casa Blanca. Sin embargo, su intento fue en vano: no logró una reunión con Trump ni con sus asesores económicos.
Este fracaso dejó al gobierno suizo en una posición incómoda. Suiza había incrementado drásticamente sus exportaciones de oro a EE.UU. a comienzos del año, lo cual, según analistas, habría generado el inesperado incremento del déficit comercial bilateral, disparador clave de esta medida arancelaria.
Los datos del Servicio Geológico de Estados Unidos indican que en enero de 2025 las importaciones de oro alcanzaron un pico de 43 toneladas, el doble del promedio mensual de producción de las refinerías locales. La posibilidad de que los aranceles impacten también a los lingotes de 400 onzas, estándar en Londres, genera más interrogantes: de ser así, todo el sistema de arbitraje entre plazas se vería colapsado.
En tal escenario, los contratos de futuros del CME Group (operador del Comex) podrían volverse inviable. La limitada capacidad de refinación de oro en EE.UU. sería incapaz de absorber la demanda, sobre todo si los inversores apuestan a reconvertir lingotes extranjeros en unidades de un kilo para evitar los aranceles.
Mientras se esperan definiciones, el nerviosismo se apodera del sector. La brecha entre el precio al contado (Londres) y el precio de futuros (Nueva York) sigue creciendo, lo cual no solo complica las operaciones de cobertura, sino que distorsiona los fundamentos del mercado. La incertidumbre también se traslada a otros metales preciosos, como la plata y el platino, ante el temor de medidas similares.
La experiencia reciente con el cobre —exento inesperadamente de aranceles por la Casa Blanca— no hace más que incrementar el desconcierto. Para muchos, el sistema actual de aranceles estadounidenses parece más una herramienta geopolítica que un mecanismo de regulación económica.
En medio de esta tormenta comercial, muchos se preguntan si Estados Unidos está dispuesto a ceder su liderazgo como epicentro del comercio de metales preciosos. La imposición de aranceles a los lingotes de oro puede desincentivar el uso del mercado estadounidense como punto de entrega física, favoreciendo a otras plazas como Londres, Hong Kong o incluso Dubái.
Lo cierto es que, hasta que el panorama se aclare, el mercado del oro permanecerá en una situación de altísima volatilidad. La combinación de medidas unilaterales, decisiones técnicas poco transparentes y tensiones diplomáticas ha puesto en jaque uno de los mercados más antiguos y estables del sistema financiero global.