Por Agroempresario.com
Cuando el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció por primera vez su ofensiva arancelaria el 2 de abril de 2025, el mundo observó con preocupación cómo la guerra comercial amenazaba a varias potencias globales. Brasil, la mayor economía de América Latina, fue uno de los países afectados por una tasa arancelaria del 50%, una de las más altas impuestas a nivel mundial. Sin embargo, pese a la contundencia del anuncio, la realidad económica para Brasil por ahora es menos grave de lo que se temía.
Trump justificó la imposición de estos gravámenes no por razones estrictamente económicas, sino por motivos políticos: su enojo hacia el expresidente brasileño Jair Bolsonaro, acusado de planear un golpe de Estado, y su intención de castigar a Brasil por esta “cacería de brujas”. Además, Trump ha aplicado medidas similares a India y amenazó a otros países por decisiones políticas, evidenciando cómo el comercio internacional se ha convertido en un arma geopolítica.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva —popularmente conocido como Lula— respondió con un fuerte discurso de soberanía y desafío, afirmando que Brasil no se dejará “tutelar” ni “humillar” por potencias extranjeras. A pesar de la retórica combativa, Lula no aplicó represalias comerciales inmediatas. Más bien, se benefició del lobby de empresas brasileñas y sus socios estadounidenses, que presionaron para obtener exenciones a los aranceles, mitigando así el golpe económico.
Actualmente, casi 700 productos brasileños están exentos de la tasa del 50%, incluyendo sectores estratégicos como la industria aeronáutica, petróleo, pulpa de madera y jugo de naranja. Sin embargo, sectores clave como el café, la carne de res y algunas frutas tropicales continúan afectados, lo que genera incertidumbre y pérdidas para los exportadores.
El impacto económico directo de los aranceles, incluso antes de las exenciones, se percibe como limitado debido a la estructura del comercio brasileño. A diferencia de países como México o varias economías asiáticas altamente abiertas, Brasil mantiene una economía relativamente cerrada: las exportaciones representan menos de un 20% del PIB, un porcentaje mucho menor que en otros países emergentes.
Además, Brasil ha reducido su dependencia comercial de Estados Unidos en las últimas dos décadas. Hoy, sólo el 13% de sus exportaciones están sujetas a los gravámenes impuestos por Trump, mientras que el porcentaje destinado a China ha crecido casi seis veces, alcanzando el 28%. Esta diversificación comercial es un factor clave para amortiguar el impacto de las medidas estadounidenses.
A pesar de la protección parcial, algunos sectores se ven significativamente afectados. El café brasileño, que representa cerca del 16% de las exportaciones totales del país a Estados Unidos, experimentó una caída del 33% en sus envíos durante julio 2025, comparado con el año anterior. Cecafé, la asociación que nuclea a los productores de café, advirtió sobre un impacto “significativo” en tostadores y comerciantes, generando preocupación por la estabilidad de la cadena productiva.
El sector de la carne de vacuno también enfrenta desafíos, dado que el 17% de las exportaciones brasileñas de carne se destinan a Estados Unidos. Los envíos ya muestran una tendencia a la baja, producto de la incertidumbre comercial. Otros productos como mangos, berries de açaí y otras frutas tropicales han visto interrumpidos sus flujos comerciales hacia ese mercado.
No obstante, la resiliencia del sector productivo brasileño es considerable. Los productos más afectados son los commodities que pueden reorientar su destino con relativa facilidad. Por ejemplo, la Unión Europea continúa siendo el principal comprador de café brasileño, mientras que las exportaciones hacia Asia Oriental, Oriente Medio y Norte de África aumentaron un 25% y 61% respectivamente en el último año. China, que ha intensificado su relación comercial con Brasil, aprobó el 2 de agosto la importación de nuevas empresas cafeteras brasileñas, fortaleciendo aún más la diversificación.
Para mitigar los efectos negativos, el gobierno de Lula ha anunciado medidas de apoyo, incluyendo la compra de excedentes de productores afectados por los aranceles. Estas políticas buscan estabilizar el mercado interno y evitar que los exportadores sufran pérdidas irreversibles mientras se negocian nuevas condiciones comerciales.
La posibilidad de una futura flexibilización de los aranceles estadounidenses no se descarta. Un aumento en los precios internos de Estados Unidos podría generar presiones políticas para modificar la actual postura proteccionista. Además, la relación bilateral está bajo constante análisis, y la presión de los sectores empresariales en ambos países es un factor que puede inclinar la balanza hacia un diálogo más favorable.
El mayor riesgo para Brasil podría estar en las próximas acciones diplomáticas y comerciales. Lula anunció que consultará con otros miembros de los BRICS —un bloque compuesto por 11 economías emergentes entre las que se encuentran China e India— para diseñar una estrategia conjunta frente a los aranceles impuestos por Estados Unidos.
Esta iniciativa podría derivar en una escalada de la guerra comercial. Trump ya ha calificado a los BRICS como un grupo “antiamericano” y durante la reciente cumbre en Río de Janeiro amenazó con aplicar un arancel adicional del 10% sobre sus productos. Como presidente electo en 2024, Trump había llegado a plantear un arancel del 100% si los BRICS intentaban abandonar el dólar como moneda para sus acuerdos comerciales.
La confrontación con Trump ha tenido un efecto positivo en la imagen de Lula dentro de Brasil. Su discurso de defensa de la soberanía nacional y resistencia ante lo que definió como una “intromisión” extranjera le ha generado un aumento en las encuestas de popularidad.
Además, otros países como Canadá han experimentado situaciones similares, donde un discurso firme frente a políticas comerciales estadounidenses les ha permitido obtener un respaldo electoral importante, como ocurrió con el Partido Liberal en las recientes elecciones canadienses.
Aunque los aranceles de Donald Trump a Brasil representan una amenaza importante, su impacto económico real es limitado por la combinación de exenciones, la diversificación de mercados y las medidas de apoyo estatal. El verdadero desafío estará en la capacidad de Brasil para mantener la estabilidad comercial sin entrar en una escalada que pueda perjudicar aún más su economía.
Lula parece estar jugando con cautela, capitalizando políticamente el enfrentamiento con Trump sin profundizar el conflicto. La clave para Brasil estará en fortalecer sus alianzas internacionales, diversificar aún más sus exportaciones y negociar para que los aranceles se reduzcan o eliminen en el futuro cercano.