Por Agroempresario.com
La historia de Nahuel Navarro es un ejemplo de cómo el talento, la pasión y las oportunidades correctas pueden transformar por completo una vida profesional. Desde una pequeña cocina de campo en Carlos Keen, provincia de Buenos Aires, hasta el corazón de la alta gastronomía en Girona, España, el joven chef argentino vivió una experiencia que marcaría un antes y un después en su carrera: fue elegido para hacer una pasantía en El Celler de Can Roca, reconocido como el mejor restaurante del mundo.
En 2015, con apenas 20 años, Nahuel trabajaba en Los Girasoles, un restaurante de campo con huerta orgánica y granja, gestionado por la Fundación Camino Abierto. Allí, además de atender a visitantes, el equipo cocinaba a diario para un comedor comunitario que alimentaba a niños de la fundación. Fue en ese entorno rural donde el destino comenzó a tejer la trama de un viaje inesperado.
Un día, tres visitantes muy especiales llegaron al lugar: los hermanos Joan, Josep y Jordi Roca, chefs del célebre restaurante catalán. No solo probaron los platos de la casa, sino que observaron de cerca el trabajo de Nahuel. Semanas después, lo invitaron a sumarse a la gira que el equipo realizaba en Buenos Aires. Entre julio y agosto de 2015, compartió cocina con ellos y, tras dos intensas semanas, recibió la propuesta que cambiaría su vida: viajar a Girona para trabajar codo a codo con los mejores.
En enero de 2016, Nahuel aterrizó en España para iniciar una pasantía de cuatro meses. Lo esperaba una rutina intensa: jornadas que comenzaban a las ocho de la mañana y se extendían hasta la medianoche, con breves pausas para almorzar y cenar en el restaurante de los padres de los Roca, un sitio de comida casera donde se servían tortillas, carnes, frijoles y hasta erizos de mar, uno de los manjares que más recuerda.
Compartía habitación con siete jóvenes de diferentes países, todos apasionados por la gastronomía. El ambiente era multicultural y enriquecedor, pero la exigencia era máxima. “Los platos tenían tantas preparaciones que nunca llegué a ver uno completo. Yo solo hacía una partecita”, recuerda.
Durante tres meses, Nahuel trabajó en la sección de producción, recibiendo y preparando carnes que luego se cocinaban durante 24 horas a baja temperatura. Después pasó a la sección de salsas y decoraciones, donde la precisión y la prolijidad eran fundamentales. “Tenía que respetar cada forma y trabajar bajo mucha presión. Fue un gran aprendizaje de disciplina y organización”, asegura.
En su paso por El Celler de Can Roca, Nahuel vivió momentos únicos. Recuerda el día en que, por un descuido, una bolsa llena de champiñones se rompió y terminó todo en el piso. “Pensé que me iban a echar, pero lo resolví rápido y nadie dijo nada”, cuenta entre risas.
También fue testigo del revuelo que se armaba cuando llegaban comensales célebres. Durante su estadía, el restaurante recibió a figuras como Shakira y Gerard Piqué, y un mes antes había estado el rey de España. En esas ocasiones, los propios hermanos Roca salían a emplatar personalmente para garantizar una experiencia perfecta.
A pesar del nivel de exigencia, Nahuel destaca la calidez humana de sus superiores. “Aunque es un lugar de élite, los jefes eran muy cercanos. Me preguntaban por mi música favorita, por mi vida en Argentina… Incluso un jefe hincha de Osasuna me llevó a un partido y me regaló una camiseta”, recuerda.
Finalizada la pasantía, Nahuel volvió a la Argentina. El reencuentro con su familia y amigos fue emocionante, pero el regreso no estuvo exento de desafíos. Envió currículums a los restaurantes más prestigiosos de Buenos Aires, como Osaka, sin recibir respuesta. Con el tiempo, se alejó de la gastronomía y comenzó a trabajar en construcción. “Volví medio peleado con la cocina, no quería cocinar ni un pancho”, confiesa.
Su reencuentro con los fuegos llegó en 2020, en plena pandemia. Sin trabajo y con tiempo libre, un amigo le mostró la técnica de las “smash burgers”, hamburguesas que se cocinan aplastándolas directamente sobre la plancha. El resultado lo convenció de inmediato y así nació Bunker Burger, un emprendimiento casero en Villa del Parque que rápidamente ganó popularidad.
En pocos meses, pasó de preparar unas pocas hamburguesas para amigos a vender hasta 500 en un fin de semana. “La hamburguesa tiene algo especial para mí: es parte de mi infancia y mi adolescencia. Hacer algo que la gente disfrute tanto me llena de orgullo”, afirma.
A una década de aquella experiencia en Girona, Nahuel rescata no solo las técnicas y la disciplina aprendidas, sino también valores humanos. “La prolijidad, la higiene y la buena energía para trabajar son cosas que me traje de allá. También aprendí que, por más que estés en un lugar de renombre, nunca hay que perder la humildad”, reflexiona.
Su historia es testimonio de cómo el camino de un chef no siempre es lineal. Entre el mundo de la alta cocina y un emprendimiento de hamburguesas artesanales, lo que permanece constante es la pasión por cocinar y compartir. “Para mí, la cocina es uno de los gestos de amor más grandes que podés hacer para otra persona y para vos mismo también”, concluye.