Por Agroempresario.com
Mientras inversores de 40 países recorrían el Santa Fe Business Forum, cinco startups biotecnológicas de Rosario, Santa Fe lograron recaudar más de US$ 5 millones para expandir sus proyectos al mercado global. Desde curar la artrosis hasta crear cuero con hongos, estas empresas transforman la investigación científica en soluciones comerciales de gran impacto.
Dharma Bioscience desarrolla tratamientos inyectables que regeneran cartílago para la artrosis. Mycorium Biotech transforma residuos orgánicos en cuero sostenible mediante hongos. BEAM CropTech mejora la fotosíntesis para aumentar el crecimiento de plantas. Nat4Bio protege frutas de exportación con biológicos y Syocin Biotech utiliza proteínas de precisión para eliminar bacterias dañinas sin afectar otros microorganismos.
Estas empresas combinan ciencia de punta con visión de negocio, creando un ecosistema que posiciona a Rosario como un polo de innovación biotecnológica en Latinoamérica.
Agustín Schiavio, CEO y cofundador de Mycorium, recuerda: “El momento en que dije 'esto puede llegar a ser muy grande' fue cuando estaba en banca de inversión. Me puse a leer papers sobre los hongos y cómo generar economía circular con ellos”.
La startup produce un material similar al cuero en apenas diez días usando residuos orgánicos. “Le damos un alimento especial al hongo y realizamos ingeniería genética para potenciar su rendimiento”, explica Schiavio.
Actualmente, Mycorium produce 200 metros cuadrados al año, recaudó casi US$ 500.000 y busca levantar US$ 1 millón adicional. Su objetivo es expandirse a Europa, donde los conglomerados de lujo demandan cuero sostenible.
Franco Cescotti, cofundador de Dharma Bioscience, lidera la investigación de microARN para regenerar cartílago. La colaboración con el médico fisiatra Gastón Topol permitió estimular células inactivas en pacientes con prótesis de rodilla.
Fundada en 2022, Dharma ya recaudó US$ 600.000 y busca cerrar una ronda de US$ 800.000. Inversores incluyen fondos como F500 y Franco Costanzo, ex arquero de River Plate. “En 2027 comenzaremos los primeros ensayos en humanos”, adelanta Cescotti, apuntando a un mercado de US$ 100.000 millones anuales.
Valeria Arredondo y Carlos Crocco desarrollaron tecnología que permite a las plantas captar más luz solar y crecer más rápido. Fundada en 2020, BEAM sobrevivió tres años de bootstrapping antes de recibir inversiones.
Con dos rondas de US$ 300.000 cada una, la empresa duplicó su valuación en menos de un año. Arredondo afirma: “Esta tecnología puede mejorar cultivos globalmente, y no reconoce fronteras agrícolas”. La empresa busca expandirse a Estados Unidos, estableciendo un laboratorio en Saint Louis, Missouri, y a los principales mercados latinoamericanos.
Joaquín Fisch, cofundador de Nat4Bio, desarrolla biológicos que reducen hasta en 50 % las dosis de fungicidas para proteger cítricos, peras, manzanas y paltas. La startup, incubada por GridX y acelerada por IndieBio en Nueva York, ha recaudado cerca de US$ 1 millón desde el año 2022.
“El equipo, mayoritariamente compuesto por mujeres doctoras en ciencias biológicas, refleja la diversidad del ecosistema científico tucumano”, destaca Fisch. Su tecnología permite exportaciones más seguras y sostenibles, mejorando la competitividad del sector frutícola argentino.
Julia Roulet, cofundadora de Syocin Biotech, lidera el desarrollo de proteínas que eliminan bacterias específicas sin afectar a otros microorganismos. Fundada en 2020, la empresa recaudó US$ 1 millón en dos años y opera desde Rosario y el sur de California.
“Syocin tiene potencial en agricultura y salud humana, especialmente frente a la resistencia bacteriana creciente”, explica Roulet. La startup atrae inversores de Argentina, Estados Unidos y Europa, enfocándose en la sostenibilidad a largo plazo de los sistemas agrícolas.
El crecimiento de estas startups no es casual. Fondos como GridX conectan científicos con emprendedores, mientras aceleradoras internacionales como IndieBio validan proyectos locales. Julia Roulet comenta: “Cuando soñaba con emprender en biotecnología, era casi imposible, hoy es una realidad”.
Valeria Arredondo agrega: “Hoy hay más conocimiento sobre startups y facilidad para acceder a venture capital”, evidenciando la madurez del ecosistema santafesino.
Los fundadores coinciden: los rechazos son parte del camino. “Los 'NO' son diarios; son muchos más que los ‘sí’”, dice Roulet. Fisch señala: “Cada ‘no’ ayuda a ajustar estrategia y entender mejor el mercado”.
Schiavio subraya la persistencia: “Aprendemos a convivir con varios ‘no’ hasta encontrar el momento adecuado o el inversor que comparte nuestra visión”. La experiencia de estas startups demuestra que la resiliencia es clave para transformar la ciencia en negocios globales.
El venture capital biotecnológico en Argentina aún se encuentra en formación, lo que obliga a buscar internacionalización temprana. Arredondo asegura: “La tecnología no reconoce fronteras agrícolas”. Cescotti coincide: “Si la artrosis es un problema global, la compañía también debe ser global”.
La estrategia de expansión internacional permite acceder a capital, mercados y experiencia, mitigando la limitación de recursos locales.
Schiavio recomienda testear productos desde temprano: “No esperes a estar seguro, valida antes”. Arredondo enfatiza persistencia y paciencia: “Inténtalo siempre, con estrategias alternativas”. Fisch destaca el networking: “El conocimiento de clientes e inversores marca la diferencia”.
Las lecciones de estas cinco startups muestran que el éxito depende de la combinación de innovación, visión global y persistencia frente a los desafíos locales.
Con ensayos clínicos proyectados para 2027, expansión a Estados Unidos y Europa, y productos que podrían revolucionar medicina y agricultura, estas startups representan solo el inicio de un ecosistema en crecimiento.
Roulet concluye: “Se necesita mucha energía, dedicación y visión a largo plazo. Aunque las startups deben crecer rápido, el horizonte mínimo es de diez años”. En Rosario, la ciencia y el emprendimiento se unen para transformar la investigación en soluciones globales.
El polo biotecnológico santafesino demuestra que Argentina puede generar innovación de alto valor, atraer inversión internacional y competir en mercados globales gracias a la combinación de talento científico, visión empresarial y apoyo institucional.