Por Agroempresario.com
La producción de aceitunas y aceite de oliva en Argentina combina tradición agrícola, innovación y un enfoque creciente en sustentabilidad. Según Ernesto Benseny, encargado de comercio internacional en una empresa del sector, la demanda internacional de estos productos continúa en aumento, impulsada por la dieta mediterránea y la preferencia de los consumidores por alimentos saludables y de calidad.
“Argentina tiene un gran potencial porque la producción agrícola es contracíclica, sustentable y de gran calidad”, destaca Benseny, subrayando la capacidad del país para abastecer tanto el mercado local como el internacional. Este potencial se ve reflejado en la expansión de los olivares en provincias como Catamarca, La Rioja, San Juan y Mendoza, que forman un corredor productivo clave para la logística nacional e internacional.
El transporte de aceitunas y aceite de oliva requiere soluciones adaptadas a distintos formatos de comercialización. El aceite puede enviarse a granel, con infraestructura especializada como “flexitanks”, o envasado, que demanda unidades de consolidación más pequeñas. Esta complejidad logística exige coordinación multimodal entre rutas terrestres y transporte marítimo, garantizando eficiencia y cuidado de la calidad del producto.
“El desafío no es solo llevar la producción al mercado, sino hacerlo de manera sustentable”, señala Benseny. La logística inteligente busca reducir la huella de carbono, optimizar rutas y cargas, y garantizar que el aceite o las aceitunas lleguen en condiciones óptimas al consumidor final.
Los cambios en los hábitos de consumo impactan directamente en la industria olivícola. Las generaciones jóvenes demandan productos saludables, sustentables y prácticos, lo que influye en la forma de presentar y comercializar aceitunas y aceite de oliva. Este interés también se refleja en mercados estratégicos como Brasil, uno de los principales compradores de aceite y aceitunas argentinas.
“El gran desafío es mover volúmenes considerables respetando la huella de carbono y las condiciones de transporte”, explica Benseny. Para lograrlo, la planificación logística y la infraestructura de transporte son esenciales, desde la cosecha hasta la entrega en destino.
La industria olivícola argentina mantiene un proceso productivo integral que comienza en el vivero y culmina en la mesa del consumidor. Una plantación de olivo recién empieza a dar frutos útiles a partir del cuarto o quinto año, momento en que se inicia la cosecha y el proceso de fermentación, que dura entre 60 y 90 días para alcanzar la calidad deseada.
Durante este período, cada árbol recibe seguimiento constante: fertilización, riego y observación agronómica. Los suelos áridos y la escasez de lluvias hacen que el riego y la gestión del agua sean críticos. Los ingenieros agrónomos llevan un registro detallado de cada planta, similar a una “historia clínica”, para asegurar que cada fruto cumpla con los estándares de calidad y sabor.
La sustentabilidad se ha convertido en un pilar estratégico de la producción olivícola. Según Benseny, integra tres dimensiones:
Además, los subproductos del olivo pueden reutilizarse. La pulpa residual se utiliza como biocombustible en digestores, generando energía y cerrando el ciclo productivo de manera sostenible. Esta característica es clave para cumplir con las certificaciones internacionales, que exigen trazabilidad y sustentabilidad en toda la cadena.
Los certificados de calidad son esenciales para acceder a mercados internacionales. No solo son un requisito, sino que brindan confianza al consumidor sobre la seguridad alimentaria y la trazabilidad del producto. La combinación de certificaciones y prácticas sustentables permite que las aceitunas y el aceite argentino compiten globalmente, cumpliendo estándares de excelencia en diversos países.
Benseny concluye que la logística y el comercio exterior son inseparables. Sin una infraestructura logística eficiente que respalde el movimiento de bienes, la demanda internacional no se puede traducir en ventas concretas. Su rol implica supervisar toda la cadena de valor, anticipar desafíos, monitorear tendencias de consumo y asegurar que el aceite y las aceitunas lleguen al consumidor final con calidad y frescura.
Con un enfoque integral que combina producción de alta calidad, logística sustentable y comercio exterior estratégico, la industria olivícola argentina se posiciona para crecer en mercados globales, ofreciendo productos saludables, responsables y competitivos.