En la ciudad santafesina de San Lorenzo, un productor decidió desafiar los modelos tradicionales de la industria avícola y terminó protagonizando un cambio histórico para el país. Pablo Campiti, de 55 años, es el primer productor argentino en lograr la habilitación oficial del Senasa para un sistema de gallinas libres de jaula con salida a campo, un modelo basado en el bienestar animal y la sustentabilidad ambiental. Su emprendimiento, que comenzó en plena pandemia, hoy produce hasta 14.000 huevos diarios y abastece a una cadena internacional de supermercados, según publicó La Nación.
La iniciativa, bautizada Ekkohuevos, nació en 2020, cuando Campiti decidió reconvertirse profesionalmente tras el cierre de su bar por la pandemia. Sin antecedentes en el rubro avícola, se asoció con Carlos Mior, un técnico que había estudiado durante años el comportamiento de las gallinas en distintos entornos y estaciones del año. Juntos montaron el primer galpón experimental en un predio de cinco hectáreas, donde instalaron equipos importados desde Bélgica y Brasil.

En un contexto de incertidumbre, la idea parecía arriesgada. Sin embargo, el proyecto no sólo prosperó, sino que también obligó a las autoridades sanitarias nacionales a actualizar la regulación vigente. Cuando inspectores del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) visitaron las instalaciones, advirtieron que no existía un protocolo específico para este tipo de producción.
“Cuando vino la gente de Senasa y vio el sistema, me dijeron: ‘¿Y esto qué es?’. No había normativa para habilitarlo”, recordó Campiti en diálogo con La Nación. Ante esa situación, el productor impulsó —junto con el organismo— la elaboración de un nuevo marco regulatorio, conocido como Protocolo 280, que hoy sirve de referencia para otros emprendimientos que deseen adoptar el modelo libre de jaula.
El Protocolo 280 del Senasa se diseñó tomando como base el establecimiento de Campiti y Mior. Se trata de un sistema mixto, que combina espacios interiores sobre piso natural con acceso diario a pasturas de alfalfa y aire libre. Las aves reciben una alimentación equilibrada compuesta por maíz, probióticos, minerales y forraje propio.
Actualmente, la granja alberga unas 15.000 gallinas y produce entre 13.000 y 14.000 huevos diarios. El 90% de la producción se destina a una cadena multinacional de supermercados de capitales franceses, que ya exige este tipo de certificación para sus proveedores en Europa.

Más allá del aspecto comercial, Campiti enfatiza el compromiso ético del proyecto: “Lo que pregonamos es el fin del maltrato animal. Al estar libres de jaula, las gallinas tienen una vida más larga y saludable. Este sistema tiene alma, porque detrás hay respeto por los animales, por la gente y por lo que hacemos”, declaró al medio.
El emprendimiento comenzó de manera artesanal, con un solo galpón y seis mil aves, pero rápidamente creció gracias a la demanda del mercado y a la tendencia mundial hacia la producción responsable. Desde su planta en San Lorenzo, los huevos Ekkohuevos llegan hoy a góndolas de supermercados y comercios locales, y se proyecta una expansión nacional en 2026.
“Nuestra insistencia con el Senasa fue clave, porque necesitábamos cumplir con los estándares internacionales que exigía la cadena que nos compra. En Francia, el 100% de los huevos deben ser libres de jaula para 2028, y queríamos que la Argentina se pusiera a tono”, explicó Campiti.

El productor reconoce, no obstante, que la transición hacia sistemas más éticos implica grandes desafíos económicos: “En el mismo espacio donde yo tengo 7.500 gallinas, en un sistema de jaulas entrarían 25.000. La diferencia de rentabilidad es enorme, pero decidimos mantener precios razonables: vendemos un 30 o 35% por encima del huevo convencional, tratando de sostener un valor justo”.
Antes de convertirse en referente del sector, la vida de Campiti atravesó múltiples giros. Nacido en 1971, estudió en un colegio agrotécnico y cursó parte de la carrera de Agronomía en la Universidad Nacional de Rosario. Las dificultades económicas familiares lo obligaron a dejar los estudios y buscar nuevos rumbos. Durante dos décadas fue dueño de un bar llamado Xamaica, que cerró en 2020 con la llegada del confinamiento.
Lejos de rendirse, el santafesino apostó por un nuevo comienzo. “Si algo me enseñó la vida es que siempre hay que reinventarse. Cuando cerré el bar, me puse a pensar qué podía hacer distinto y apareció este proyecto. No lo imaginé, pero hoy siento que encontré mi lugar”, contó.

El cambio no fue solo profesional. Tras el nacimiento de su hijo Vicente —diagnosticado con autismo a los dos años—, Campiti afirma que su visión de la vida y del trabajo cambió por completo. “Mi hijo es mi norte. Gracias a él aprendí a entender, acompañar y valorar las cosas simples”, dijo emocionado.
Con la marca Ekkohuevos consolidada, Campiti y su equipo planean ahora expandirse hacia la recría de pollitas, es decir, criar aves desde las 24 horas hasta la semana 16 para luego venderlas a otros productores interesados en sistemas libres de jaula. “Queremos acompañar a otros emprendedores que quieran sumarse a este modelo. Pero siempre digo lo mismo: antes de producir, hay que garantizar la demanda. Las gallinas ponen todos los días, no entienden de comercio”, advirtió.
El desafío futuro será sostener la producción sin perder la esencia del proyecto: “No queremos crecer de cualquier manera. Queremos crecer bien, respetando los principios con los que empezamos”, subraya.

En la actualidad, solo dos empresas argentinas cuentan con habilitación bajo este régimen, pero la expectativa del Senasa y de los productores es que el número aumente a medida que crezca la conciencia del consumidor y se amplíen los canales de distribución.
La tendencia hacia sistemas de producción éticos y sostenibles se consolida a nivel mundial. En la Unión Europea, más del 50% de los huevos comercializados ya provienen de gallinas libres de jaula, y se prevé que para 2030 la práctica sea obligatoria en la mayoría de los países del bloque.
En América Latina, Chile, Uruguay y Brasil comenzaron a adoptar normas similares, impulsadas tanto por organizaciones de bienestar animal como por la demanda de las grandes cadenas de supermercados. En la Argentina, el cambio recién comienza, pero el caso de Campiti demuestra que la transición es posible incluso en contextos adversos.

“Hace unos años, hablar de gallinas libres de jaula en Argentina sonaba a utopía. Hoy es una realidad, y saber que el protocolo nacional se armó en nuestro establecimiento es un orgullo enorme”, afirmó.
A más de tres años del inicio del proyecto, Campiti resume su experiencia con gratitud: “Nunca imaginé que mi vida iba a terminar en esto. Pasé por muchas cosas, pero este proyecto me llena de sentido. Es trabajo, familia, respeto y esperanza”.
Desde San Lorenzo, el productor santafesino se convirtió sin proponérselo en el rostro de una nueva avicultura argentina, más ética, sustentable y en sintonía con los estándares internacionales.