Por Agroempresario.com
Durante el III Congreso Federal “Argentina Agrega Valor en Origen / Cumbre Mundial de la Bioeconomía”, organizado por Agroempresario.com y realizado el 25 de agosto en el Hilton Hotel de Puerto Madero, el referente agroindustrial Roberto Octavio Rapela ofreció una disertación contundente sobre el papel estratégico de los bioinsumos, la innovación tecnológica y la bioeconomía argentina en el nuevo paradigma de desarrollo sostenible.
Rapela, presidente honorario de la Cámara Argentina de Bioinsumos (CABIO), fue uno de los oradores centrales del encuentro y su intervención marcó un punto alto del debate sobre el futuro productivo nacional. Con tono reflexivo y didáctico, el especialista planteó una visión clara: la bioeconomía no es una promesa lejana, sino una realidad en marcha que requiere más política pública, más ciencia aplicada y más articulación entre el Estado, la academia y el sector privado.
Desde el inicio de su exposición, Rapela remarcó que la bioeconomía no es una moda ni un concepto teórico pasajero, sino “un paradigma productivo que está transformando la manera en que el mundo genera alimentos, energía, fibras y materiales”.
Explicó que esta transformación se basa en el aprovechamiento inteligente y sustentable de los recursos biológicos renovables, con un soporte fundamental en el conocimiento científico y la tecnología.
En ese sentido, destacó el avance de Europa, Estados Unidos, Brasil y los países asiáticos, que ya han incorporado políticas públicas y marcos regulatorios sólidos para impulsar sistemas productivos verdes, circulares y competitivos.
“La bioeconomía es el corazón del nuevo modelo global. No se trata solo de producir más, sino de hacerlo mejor, con menos impacto y más conocimiento”, enfatizó Rapela.
Rapela subrayó que la Argentina tiene todo para ser líder regional en bioeconomía: abundancia de biomasa, diversidad biológica, infraestructura científica de excelencia y un ecosistema productivo que combina tradición y capacidad innovadora.
“Nuestro país cuenta con una base de biomasa sumamente diversa, una comunidad científica reconocida a nivel internacional y productores que transforman conocimiento en soluciones concretas todos los días”, expresó.
Desde la Cámara Argentina de Bioinsumos (CABIO), creada en 2017, el dirigente explicó que el sector ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años, con más de 200 productos registrados por empresas nacionales y una creciente articulación público-privada que impulsa la investigación aplicada.
Según Rapela, la bioeconomía argentina ya no es una promesa: es una realidad en marcha que demanda consolidar su marco institucional y normativo para garantizar su expansión sostenible.
Uno de los ejes centrales de la exposición de Rapela fue el rol de los bioinsumos —biofertilizantes, biocontroladores, bioestimulantes, inoculantes y probióticos— en la transición hacia una agricultura más eficiente y con menor huella ambiental.
“Los bioinsumos son mucho más que un insumo agrícola: son el motor de un cambio de paradigma. Nos permiten aumentar la productividad y calidad de los cultivos, reducir el uso de químicos y agregar valor en origen”, destacó.
El especialista explicó que estos desarrollos contribuyen a revitalizar los suelos, fortalecer la resiliencia de los sistemas productivos, mejorar la calidad exportable y alinear la producción argentina con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
La demanda internacional de productos con baja huella de carbono, agregó, abre una ventana competitiva inmejorable para el país.
“Los mercados internacionales buscan trazabilidad, sostenibilidad y responsabilidad ambiental. La Argentina puede ofrecer todo eso con conocimiento y tecnología”, aseguró.
Rapela recordó que la Cámara Argentina de Bioinsumos nació hace más de una década con una misión concreta: dar visibilidad a un sector emergente y trabajar por un marco regulatorio adecuado.
Durante sus primeros años de gestión al frente de CABIO —donde ejerció como presidente activo por ocho años consecutivos—, el dirigente lideró proyectos clave para establecer normas técnicas y criterios de aprobación junto al Senasa y otros organismos del Estado.
“Hemos trabajado intensamente con el Senasa y tuvimos una excelente recepción. Nuestro objetivo siempre fue ordenar, promover y acompañar el crecimiento del sector”, afirmó.
Sin embargo, reconoció que aún falta avanzar en la consolidación de una Ley Nacional de Bioinsumos, que permita establecer reglas claras para el registro, aprobación y uso de nuevos productos biológicos.
El pedido de Rapela fue directo: Argentina necesita una Ley Nacional de Bioinsumos que reconozca oficialmente el valor de estas tecnologías en el sistema agroproductivo y regule su desarrollo, uso y comercialización.
“Necesitamos un marco regulatorio moderno, que fomente la innovación y brinde seguridad jurídica a las empresas y productores. Es el paso necesario para un desarrollo tecnológico pleno”, sostuvo.
La normativa, explicó, debería contemplar la clasificación, aprobación y etiquetado de los bioinsumos, así como incentivos para la investigación y la producción nacional.
De esta manera, la Argentina no solo podría abastecer su mercado interno con soluciones sustentables, sino también convertirse en un exportador de tecnología biológica, generando empleo y divisas a partir del conocimiento.
Otro de los temas que abordó Rapela fue el trabajo de CABIO en los periurbanos, zonas donde la transición hacia sistemas biológicos es prioritaria para reducir impactos ambientales y mejorar la convivencia con las comunidades rurales.
“Estamos trabajando intensamente sobre el tema de los periurbanos. Necesitamos apoyo para impulsar una transición biológica que reemplace gradualmente el uso de químicos sin generar desequilibrios productivos”, explicó.
El dirigente sostuvo que el desafío radica en crear conciencia y políticas de acompañamiento que faciliten el cambio de prácticas en zonas sensibles, priorizando la salud del suelo, la biodiversidad y la sustentabilidad social.
Durante su intervención, Rapela hizo un llamado a la cooperación entre el Estado, la empresa, el productor y la academia, como base de un nuevo modelo de desarrollo territorial.
“La bioeconomía no puede ser solo un concepto en los papeles. Debe convertirse en una realidad concreta que mejore la vida de nuestro país y de nuestra gente”, afirmó con énfasis.
La innovación abierta, la transferencia tecnológica y la formación de recursos humanos especializados fueron señaladas como condiciones indispensables para consolidar el liderazgo argentino en bioeconomía.
Rapela destacó también el papel del sector científico nacional, con instituciones como el INTA, el CONICET y las universidades públicas, que aportan investigación y desarrollo de base biológica de primer nivel.
En otro tramo de su presentación, Rapela reivindicó la bioeconomía como motor de arraigo, empleo y desarrollo federal. Explicó que el paradigma bioproductivo permite transformar materias primas en origen, generando valor agregado en cada territorio.
“No se trata solo de producir materias primas. Se trata de transformarlas en origen, de generar trabajo y oportunidades en cada rincón del país”, sostuvo.
El especialista destacó que este modelo no solo mejora la rentabilidad del sector agropecuario, sino que fortalece las economías regionales, diversifica la matriz productiva y reduce la dependencia de importaciones de insumos químicos.
La bioeconomía, agregó, integra sostenibilidad, tecnología y competitividad, tres pilares que deben guiar el futuro del agro argentino.
Hacia el cierre de su discurso, Rapela insistió en que la verdadera riqueza de la bioeconomía reside en el conocimiento aplicado.
“Lo más importante no son los números, sino el impacto. Más suelos vivos, más productores con acceso a tecnología sostenible, más exportaciones con valor agregado. Ese es el verdadero progreso”, concluyó.
El dirigente remarcó que el desafío actual es escalar los avances tecnológicos, consolidar la articulación institucional y lograr una visión común de largo plazo.
Para Rapela, la bioeconomía no es el futuro, es el presente, y representa una oportunidad única para reposicionar a la Argentina como referente mundial en producción sustentable.
El mensaje final de Roberto Octavio Rapela resonó como una convocatoria abierta al compromiso colectivo:
“Tenemos la capacidad, el talento y la vocación para ser referentes globales en bioinsumos. Sigamos trabajando juntos para que la bioeconomía argentina sea una realidad concreta y duradera.”
Con esa visión, el orador selló su participación en el III Congreso Federal “Argentina Agrega Valor en Origen / Cumbre Mundial de la Bioeconomía”, un evento que reunió a empresarios, científicos, funcionarios y productores para debatir cómo transformar el potencial biológico del país en motor de desarrollo.
El consenso fue claro: el futuro de la Argentina productiva está en la bioeconomía, el conocimiento y el valor agregado en origen.