Por Agroempresario.com
En el marco del III Congreso Federal “Argentina Agrega Valor en Origen / Cumbre Mundial de la Bioeconomía”, organizado por Agroempresario.com y realizado el pasado 25 de agosto en el Hilton Hotel de Puerto Madero, el ingeniero agrónomo y docente de la FAUBA, Alejandro Pannunzio, brindó una profunda disertación sobre el rol del agua en la producción agropecuaria, el impacto de la infraestructura de riego y drenaje, y la necesidad de contar con un marco político y económico que permita desarrollar tecnologías sin incertidumbre.
“Regar no cuesta caro, lo que falta es infraestructura y horizonte de políticas claras”, afirmó Pannunzio ante un auditorio colmado. Su presentación comenzó remarcando que el 70% del agua dulce en el mundo se destina al riego, y que ese uso debe estar acompañado por eficiencia, sostenibilidad y capacitación.
“Tenemos que usar el agua de otra manera: con más eficiencia, menos energía y sin contaminar”, puntualizó.
Actualmente, se riegan 345 millones de hectáreas a nivel global, lo que representa el 18% del área cultivable total, pero esa porción produce el 45% de los alimentos.
“Esto evidencia el alto impacto del riego en la estabilidad y aumento de la producción, algo crítico en un país como Argentina que ha sufrido sequías devastadoras”, advirtió.
Por ejemplo, en la campaña 2022/23, Argentina produjo 88 millones de toneladas, frente a los 133 millones de la campaña anterior. Esta merma significó 21.500 millones de dólares menos en valor de producción.
Pannunzio fue claro:
“Si un equipo de riego cuesta 4.000 dólares por hectárea, con esos 21.500 millones se podrían haber instalado sistemas de riego en 5 millones de hectáreas”.
Pannunzio subrayó que el enfoque debe ser agua + suelo + infraestructura, incluyendo el drenaje, ya que muchas regiones del país padecen excesos hídricos.
“El desafío no es solo evitar inundaciones, sino almacenar los excesos de agua para usarlos en períodos de déficit, un concepto esencial para enfrentar el cambio climático”, explicó.
Pese a los avances tecnológicos, la eficiencia de riego mundial es del 56%. Se aplican 2.700 km³ de agua al año, cuando solo se requieren 1.500 km³ para regar los 345 millones de hectáreas actuales.
Pannunzio insistió en que no se trata de reemplazar sistemas sino de mejorar los existentes, especialmente el gravitacional, predominante en cultivos como el arroz.
En nuestro país, existen zonas con alto potencial para el riego complementario, especialmente donde las precipitaciones son escasas.
“Pensar que hay que regar ad libitum es un error. Tenemos que aplicar el milímetro necesario en el momento justo, como los agrónomos sabemos según el estadio fenológico de cada cultivo”, remarcó.
También resaltó casos como el del acuífero Puelche, en la provincia de Buenos Aires, que permite el riego con perforaciones.
Otro concepto abordado fue la huella hídrica, que mide cuánta agua se usa directa e indirectamente para producir bienes y servicios.
Pannunzio sugirió usar esta métrica no como un elemento regulatorio, sino como una herramienta de concientización y planificación estratégica, especialmente en zonas con estrés hídrico, que pueden visualizarse en mapas satelitales.
Pannunzio recordó el caso de Fernández, Santiago del Estero, donde hace 40 años se realizaba horticultura intensiva que se perdió por problemas de salinidad.
“No se trata solo del rinde de hoy, sino de qué pasa si durante 20 años aplico agua con cierto contenido de sales. ¿Lo va a resistir el suelo?”, cuestionó.
También lamentó que en Argentina no se utilicen lo suficiente prácticas como el enyesado y encalado, claves para el manejo del sodio y el equilibrio del pH del suelo.
Una de las críticas más enfáticas fue a la falta de capacitación técnica:
“Es imposible mejorar el uso del agua sin formar recursos humanos. Podemos comprar los mejores equipos, pero si no sabemos operarlos, no sirven”.
Pannunzio llamó a incorporar en la formación de técnicos y profesionales el concepto central de la relación agua-suelo-planta-atmósfera, y enseñarlo como un circuito dinámico a monitorear constantemente.
Finalmente, el docente apuntó a las condiciones económicas y políticas que frenan el desarrollo del riego en Argentina:
“El crédito para riego existe, pero el productor no sabe si el ingreso marginal por rendimiento será suficiente para pagar el crédito, porque los derechos de exportación le sacan precio”.
La falta de previsibilidad desalienta la adopción de tecnologías.
“No pedimos que saquen las retenciones mañana, pero sí que nos digan cuál es el horizonte, cuánto van a bajar por mes. Sin certezas, no se puede invertir”, reclamó.
Pannunzio cerró su intervención con una reflexión demográfica y social:
“Cuando no hay tecnología ni producción en el interior, la gente migra. Muchos quieren vivir en su pueblo, pero necesitan oportunidades. El agua puede dárselas”.
Reclamó caminos, canales de riego y drenaje, y una política que permita que el valor generado por el campo quede en el campo, porque eso reactiva pueblos, genera empleo y mejora la calidad de vida rural.
Alejandro Pannunzio dejó en claro que el riego eficiente y planificado no es un lujo, sino una necesidad estructural para estabilizar la producción, mitigar los impactos del clima y generar desarrollo sostenible.
“Regar no cuesta caro. Lo que cuesta caro es no hacerlo”.