El algarrobo blanco (Neltuma alba) es uno de los pilares ecológicos y culturales del Gran Chaco y el Espinal. Su madera, sus frutos y su aporte estructural a los bosques nativos lo vuelven indispensable. Pero la deforestación, la sobreexplotación y la falta de manejo adecuado han reducido severamente sus poblaciones naturales, dificultando la regeneración del bosque.
Para enfrentar este retroceso, un equipo del INTA está aplicando biotecnología avanzada con el fin de asegurar la propagación y conservación de esta especie estratégica. Una de las herramientas más prometedoras es el microinjerto in vitro, una técnica que fusiona principios del injerto tradicional con el cultivo de tejidos en condiciones controladas.
El procedimiento, detallado por Edgardo Carloni, especialista del Instituto de Fisiología y Recursos Genéticos Vegetales (IFRGV) del INTA, se basa en utilizar plántulas muy jóvenes —de unos 12 días— como portainjertos. Sobre ellas se colocan pequeñas yemas tomadas de ramas de árboles adultos.
En el ambiente estéril del laboratorio, estas estructuras se integran y comienzan a desarrollar nuevas plantas que conservan las características del árbol original.
Los investigadores identificaron variables clave que influyen en el resultado del microinjerto. La época del año es una de ellas: realizar los injertos en primavera triplica la tasa de brotación respecto del verano.
También incide el tipo de portainjerto: las plántulas etioladas —cultivadas en oscuridad— duplican la efectividad frente a las que crecen con luz.
Por último, la aplicación de reguladores de crecimiento como el ácido indol-3-butírico (IBA) mejora notablemente la supervivencia de las plantas durante el proceso de aclimatación.
Los avances logrados posicionan al microinjerto in vitro como un complemento valioso de las técnicas tradicionales de propagación vegetativa. La posibilidad de multiplicar ejemplares adultos contribuye a preservar el patrimonio genético del algarrobo blanco, una especie central para la estabilidad ambiental y la producción regional del norte argentino.
“En un escenario de presión creciente sobre los bosques nativos, estas herramientas representan respuestas concretas para recuperar especies fundamentales del territorio”, subrayó Carloni.