La brasileña Luana Lopes Lara, cofundadora de la plataforma de predicciones financieras Kalshi, se convirtió en 2025 en la multimillonaria más joven del mundo al alcanzar —con apenas 29 años— una fortuna que responde al crecimiento sostenido y acelerado de su startup, valuada hoy en US$ 11.000 millones. El hito económico se confirmó tras la última ronda de inversión, que inyectó US$ 1.000 millones al negocio y consolidó a la empresa como una de las plataformas tecnológicas emergentes con mayor proyección global.
El ascenso de Lopes Lara no solo desplazó del primer puesto a la estadounidense Lucy Guo, cofundadora de Scale AI, sino que la posicionó como referente de una generación que impulsa nuevos mercados financieros basados en información, tecnología y participación masiva. Su empresa permite operar con probabilidades sobre acontecimientos futuros —elecciones, eventos deportivos, fenómenos climáticos o sucesos culturales— y genera un volumen de transacciones que hoy supera los US$ 1.000 millones semanales, según datos de la propia compañía.

Antes del MIT, antes de Silicon Valley y antes de que su nombre ingresara al club de los mil millones, Lopes Lara vivió una infancia y adolescencia marcada por la competitividad extrema. Estudió en la Escuela de Teatro Bolshoi de Brasil, donde la disciplina balletística se expresaba de forma estricta. Jornada doble, entrenamientos intensivos y exigencias físicas al límite fueron parte de una etapa que ella misma recuerda como la más demandante de su vida.
En ese mismo período, al tiempo que perfeccionaba técnicas de danza, impulsó también su pasión por la ciencia. Influenciada por una madre docente de matemáticas y un padre ingeniero, acumuló premios académicos, entre ellos una medalla de oro en la Olimpiada Brasileña de Astronomía y un bronce en Matemáticas. Tras graduarse y pasar un año como bailarina profesional en Austria, decidió abandonar las zapatillas y viajar a Estados Unidos para iniciar su formación universitaria en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
El segundo nombre en la historia de este crecimiento es Tarek Mansour, también de 29 años y con quien comparte la cofundación de Kalshi. Ambos se conocieron como estudiantes internacionales en el MIT y encontraron afinidad en sus intereses, sus carreras y su visión tecnológica. Más tarde coincidirían en pasantías en Five Rings Capital, en Nueva York, donde el análisis financiero y el escenario de predicciones comenzaron a consolidarse como una idea de negocio viable.
Una noche, regresando a sus departamentos en el distrito financiero, observaron un patrón clave: buena parte de las operaciones bursátiles dependían de expectativas sobre el futuro. La pregunta se volvió inevitable: ¿por qué no crear un mercado que habilitara apostar directamente por probabilidades de eventos, sin necesidad de traducirlos en instrumentos tradicionales?
Ese fue el germen de Kalshi. La propuesta fue aceptada en 2019 por la aceleradora Y Combinator, pero lo más complejo aún estaba por venir.

Los mercados de predicción operan en una zona gris regulatoria y el equipo fundador lo descubrió en sus primeros intentos de formalizar la empresa. Según relató la propia Lopes Lara, consultaron más de 40 estudios jurídicos antes de encontrar quien los ayudara a sortear el vacío legal. Durante dos años no tuvieron producto final, ni operaciones comerciales, ni usuarios.
El asesoramiento llegó finalmente de la mano de Jeff Bandman, exfuncionario de la CFTC, que trabajó para lograr una autorización federal y encuadrar los contratos de predicción como productos derivados. En noviembre de 2020, el organismo aprobó el funcionamiento de Kalshi como mercado de contratos designado (DCM), una habilitación histórica que la diferenció de su principal competidor**, Polymarket**, que operó sin regulación y fue multado en 2022 por la autoridad estadounidense.
El diferencial regulatorio dio a Kalshi una ventaja inicial en el mercado, sobre todo en momentos electorales. En septiembre de 2024, tras una disputa judicial promovida por Lopes Lara y su equipo, un tribunal falló a favor de la empresa y habilitó por primera vez en más de un siglo contratos electorales legales en Estados Unidos. Previo a los comicios de ese año, Kalshi procesó apuestas por más de US$ 500 millones, mientras que Polymarket lo hizo por más de US$ 3.600 millones, anticipando correctamente la victoria de Donald Trump.

La ronda de inversión más reciente fue liderada por la firma Paradigm, con participación de Sequoia Capital, Andreessen Horowitz y Y Combinator. Según informó la compañía, el nuevo capital se concentrará en expandir integraciones con plataformas de corretaje, medios de comunicación y socios estratégicos. Además, avanzan en alianzas con entidades deportivas y tecnológicas. Entre ellas figuran Robinhood, Webull, la Liga Nacional de Hockey y la plataforma StockX.
Otra decisión estratégica fue incorporar los mercados de Kalshi al ecosistema blockchain Solana, una medida que les permite competir en el terreno cripto con mayor solidez frente a Polymarket. Paralelamente, la empresa enfrenta disputas por jurisdicción regulatoria en distintos estados, donde se cuestiona si los contratos deportivos deben considerarse derivados financieros o juegos de azar sujetos a impuestos locales.
Aun así, los inversores sostienen su confianza en el liderazgo de Lopes Lara y Mansour. Analistas del sector consideran que el crecimiento reciente —que multiplicó por cinco su valuación en seis meses— podría marcar el inicio de una expansión global del negocio de predicciones financieras.

Para Lopes Lara, el desafío continúa siendo construir la plataforma financiera más grande del mundo. Su trayectoria deja en evidencia una capacidad disciplinaria poco frecuente: de la frialdad técnica en Bridgewater y Citadel, a la resiliencia desarrollada tras una juventud marcada por el rigor de la danza clásica. Esa combinación —talento matemático, entrenamiento mental y audacia regulatoria— parece haberse convertido en la fórmula del fenómeno Kalshi.
Mientras el mercado se redefine, ella ya figura como símbolo de una nueva generación de empresarios tecnológicos latinoamericanos capaces de asumir riesgos extremos, disputar espacios legales y competir con gigantes globales. Su historia, que empezó en una sala de ballet en Brasil, hoy reescribe la economía de la predicción en Wall Street, un recorrido que incluso fue destacado por Forbes entre los casos más disruptivos y prometedores del ecosistema fintech.