Las exportaciones argentinas de cerezas registraron en los meses de octubre y noviembre una caída interanual del 35%, según datos oficiales citados por Más Producción, lo que encendió señales de alarma entre productores y técnicos del Valle de Río Negro y Neuquén. Aunque los envíos tempranos comenzaron con buen ritmo, el mal cuaje durante la primavera y la ocurrencia de tormentas con granizo a fines de noviembre modificaron drásticamente las expectativas iniciales, provocando que la campaña 2024/25 se encamine a cerrar con volúmenes notablemente inferiores a lo previsto.
De acuerdo con los registros consolidados por SENASA, recopilados por Más Producción, los embarques alcanzaron las 1.480 toneladas en el inicio de la temporada, una cifra que combina luces y sombras. Por un lado, representa una baja respecto del año pasado; por otro, se ubica 34% por encima del promedio de los últimos cinco ciclos, lo que evidencia un arranque sólido en términos históricos. Sin embargo, esa fortaleza inicial no alcanzó para sostener el ritmo exportador ante los contratiempos climáticos que afectaron la producción en las principales zonas frutícolas del país.
En septiembre, los productores habían proyectado una campaña robusta, impulsada por un invierno con buen comportamiento sanitario y por condiciones que favorecían un adelanto de cosecha. Las estimaciones incluso sugerían la posibilidad de repetir —o superar— el récord de más de 8.000 toneladas exportadas logrado en la temporada previa. Pero a medida que avanzó la primavera, comenzaron a aparecer señales de alerta que rápidamente modificaron el escenario.
El primer factor crítico fue el mal cuaje, un fenómeno que se manifestó a comienzos de octubre y que Más Producción caracteriza como una de las principales causas del quiebre en las proyecciones. Las horas de frío inestables durante el invierno provocaron floraciones desparejas, afectando el desarrollo de los frutos y reduciendo la carga final por planta. El problema no solo impactó en las variedades tempranas, sino que también condicionó la disponibilidad general de fruta prevista para diciembre, mes clave en la matriz exportadora de la actividad.

A este panorama se sumó un segundo evento de gran impacto: las tormentas y el granizo registrados sobre el final de noviembre en distintas áreas del Valle. Más Producción detalla que estos episodios climáticos generaron daños variables, desde pérdidas parciales hasta afectaciones que comprometen la calidad comercial del fruto. Aunque algunos lotes todavía podrían destinarse a mercados externos, los técnicos advierten que el daño leve o moderado reduce la vida poscosecha y obliga a desviar parte de la producción a la industria o al mercado interno.
La combinación de estas dos variables llevó a los especialistas consultados por Más Producción a realizar un replanteo profundo de las proyecciones. En este nuevo escenario, las estimaciones para el cierre de campaña apuntan a que las exportaciones totales podrían quedar por debajo de las 6.000 toneladas, lo que implicaría una caída cercana al 40% respecto del ciclo 2023/24. De confirmarse, el registro devolvería a la actividad a niveles similares a los de la temporada 2022/23, alejando momentáneamente el objetivo de consolidarse como un proveedor de crecimiento sostenido en el mercado internacional.
El impacto de la caída no es menor si se tiene en cuenta el rol estratégico de la actividad frutícola en el Valle y la fuerte orientación exportadora del sector. La cereza argentina compite en nichos de alta calidad en destinos como Estados Unidos, Europa y Asia, donde las exigencias de presentación, sanidad y poscosecha obligan a un manejo técnico preciso. Tanto el mal cuaje como los daños por granizo condicionan esas variables y recortan el volumen de fruta apta para exportación, afectando la recaudación de productores, empacadores y operadores logísticos.
Aun así, algunas voces del sector mantienen una expectativa moderada respecto de las variedades tardías, que podrían ofrecer un desempeño algo más favorable si las condiciones climáticas acompañan. Sin embargo, Más Producción advierte que, aun en ese caso, difícilmente logren revertir la tendencia general de la temporada. El grueso del volumen ya fue definido por los problemas registrados durante la primavera, etapa decisiva en el proceso fisiológico del cultivo.
La situación actual vuelve a poner en primer plano la vulnerabilidad del sector frutícola ante los fenómenos climáticos y las variaciones propias del desarrollo vegetal. El cuaje, uno de los procesos más sensibles en frutales de carozo, depende de la correcta acumulación de frío invernal, de la sanidad de la floración y de la estabilidad de las temperaturas primaverales. Cuando esas condiciones se alteran, como ocurrió este año, la producción tiende a mostrar fuertes oscilaciones.

Los daños por tormentas, por su parte, son un factor recurrente en la región patagónica y representan uno de los riesgos más difíciles de mitigar. A pesar de que existen sistemas de defensa como mallas antigranizo o seguros agrícolas, la implementación es desigual y no todos los establecimientos cuentan con herramientas para amortiguar el impacto de estos eventos.
A nivel económico, la caída en las exportaciones también repercute en la cadena de valor asociada: desde transportistas y cuadrillas de cosecha hasta empacadores, frigoríficos y empresas vinculadas al comercio exterior. El sector venía de un año excepcional, que había renovado inversiones y expectativas, por lo que esta contracción genera una señal de cautela en la planificación para las próximas campañas.
Más Producción señala que la experiencia de este año refuerza la necesidad de profundizar las estrategias de manejo para reducir la variabilidad productiva, así como de avanzar en tecnologías que permitan adaptarse mejor a los cambios climáticos. Investigadores y técnicos coinciden en que este tipo de fenómenos se volverán cada vez más frecuentes, lo que requiere planificación, inversión y políticas de acompañamiento que fortalezcan la resiliencia de la actividad.
Con la temporada en curso y los embarques avanzando hacia su tramo final, el sector busca sostener lo máximo posible el volumen exportable restante. Sin embargo, los hechos ya delinearon el perfil de la campaña: la 2024/25 quedará marcada como un retroceso significativo respecto a las expectativas iniciales y como un recordatorio de los desafíos que enfrenta la producción frutícola argentina frente al clima y la fisiología del cultivo.