Una joven mendocina apuesta al pistacho y construye un negocio que crece al ritmo del futuro

Una joven emprendedora de Mendoza, Milagros Mc Donnell, decidió a los 24 años impulsar un proyecto agrícola centrado en la producción y comercialización de pistachos, un cultivo de lenta maduración pero de creciente valor en el mercado argentino. El emprendimiento, desarrollado en la finca familiar ubicada en Maipú, se volvió relevante porque anticipó el auge del pistacho mucho antes de que se instalará como tendencia. La historia fue publicada por Diario UNO, medio que reconstruyó el camino de una creadora que combina tradición rural, intuición comercial y paciencia estratégica.

Criada en un entorno ligado a la producción vitivinícola y olivícola, Mc Donnell eligió abrirse paso en una actividad emergente, apostando tanto a la siembra de sus propias plantas como a la construcción de una marca —Nushka— que hoy abastece comercios locales y se posiciona dentro de un mercado que no deja de expandirse.

Un origen marcado por la tierra y una idea persistente

Milagros creció en una finca donde las conversaciones familiares se mezclaban con las dinámicas del clima, las cosechas y los desafíos permanentes del campo. Su familia produce malbec, Pedro Giménez y aceite de oliva, y ese universo la acompañó desde siempre. Sin embargo, cuando comenzó a estudiar Administración de Empresas, sintió la necesidad de emprender un camino propio sin desprenderse de sus raíces rurales.

Mientras buscaba un segmento que combinara lo aprendido en la finca con una mirada más empresarial, surgió el pistacho. Según reconstruyó Diario UNO, la joven comenzó a estudiar el cultivo en profundidad y encontró en él una oportunidad: un fruto noble, adaptable y en crecimiento, pero que demandaba un componente clave que pocos se animan a apostar: el tiempo.

Una decisión contracorriente en tiempos de inmediatez

Lejos de los emprendimientos de impacto rápido, el pistacho requiere entre 10 y 12 años para comenzar a producir de manera estable. Pese a ese horizonte distante, Milagros decidió avanzar y adquirió 150 plantas sin injertar, un número pequeño a escala agrícola, pero significativo para una emprendedora que comenzaba desde cero.

En paralelo, el cultivo empezó a ganar terreno y otros productores avanzaron con superficies mucho mayores. El fenómeno dio inicio al boom del pistacho, un movimiento que creció de la mano de productos premium, heladerías gourmet y chocolates que pusieron al fruto seco en el centro de la escena. Pese a ese contexto desafiante, la joven mendocina optó por sostener su decisión inicial sin modificar la esencia del proyecto.

Nushka: una marca joven con visión de largo plazo

Para acelerar el desarrollo comercial del emprendimiento, Milagros comenzó a adquirir pistachos a granel que complementarán su producción incipiente. Así nació Nushka, una marca que combina identidad mendocina, estética cuidada y un enfoque profesional para llegar a comercios, consumidores y potenciales aliados comerciales.

Además, como representante de una generación que entiende las lógicas de visibilidad, Mc Donnell se convirtió en la voz y el rostro digital del proyecto: genera contenido, muestra procesos, explica curiosidades y construye una comunidad interesada en la producción local de frutos secos. Todo ello, mientras sus propios árboles avanzan lentamente hacia la futura cosecha.

Una mirada realista sobre el auge del pistacho

Aunque reconoce el crecimiento del mercado, la emprendedora no se deja llevar por la efervescencia del momento. Según señaló a Diario UNO: “La moda va a pasar”, y considera que el pistacho encontrará su lugar en usos más sutiles, tanto en gastronomía dulce como salada. La tendencia de los productos premium puede disminuir, pero la demanda de calidad se sostendrá, especialmente en segmentos donde el fruto se destaca por su sabor suave y elegancia natural.

Esa visión forma parte del ADN de Nushka: una marca que no se define por una moda, sino por un producto que se consolida, evoluciona y construye valor a largo plazo.

Un paralelismo inesperado con la historia familiar

La historia guarda un detalle que Milagros interpreta como una coincidencia significativa. Su padre —contador de profesión— compró la finca familiar “La Cristina” cuando también tenía 24 años. Él ingresó al mundo agrícola con más incertidumbre que conocimiento, pero con determinación. Ella, desde otro contexto y con herramientas modernas, repite ese impulso emprendedor.

Cuando recorre la finca, Milagros observa ese paralelismo no como una carga, sino como un hilo invisible que une generaciones y reafirma que el campo puede transformarse sin perder esencia.

Un emprendimiento que crece con la misma paciencia que su cultivo

Nushka atraviesa una etapa inicial, acorde al ciclo del pistacho. Pero la empresaria construye el proyecto con una claridad poco habitual en emprendedores tan jóvenes. Sabe que la clave será sostener el crecimiento comercial mientras espera la primera producción propia, consolidar la marca en un mercado competitivo y diferenciarse desde una propuesta que mezcla tradición, análisis y estrategia.

La joven emprendedora eligió un cultivo lento, pero no una vida lenta. Eligió sembrar futuro en un sector agrícola donde los resultados requieren trabajo sostenido y visión de largo plazo. Y eligió hacerlo antes de que la moda estallara, lo que hoy convierte su apuesta en una decisión estratégica que empieza a dar frutos —aunque todavía no sean los del pistacho—.