La ejecutiva colombiana Claudia Piedrahita, al frente de Casarena Bodegas y Viñedos, analiza la situación actual del vino argentino, los retos globales del sector y su camino de liderazgo en Mendoza. La historia es relevante porque la directiva se ha convertido en una de las figuras más influyentes de la vitivinicultura de alta gama y encarna un modelo de gestión multicultural, empático y estratégico.
Instalada en Mendoza desde hace dos décadas, Piedrahita llegó a la provincia tras formarse en comercio internacional y desarrollar sus primeros pasos profesionales en México. Una visita a la región —que también marcó su vida personal— despertó su interés por el vino y la llevó a construir una carrera en bodegas de prestigio, hasta alcanzar un rol decisivo en Casarena, ubicada en Luján de Cuyo, uno de los enclaves más reconocidos del vino argentino.

Desde su posición, observa un escenario desafiante que combina inestabilidad económica, presión impositiva y costos logísticos elevados. Aun así, identifica un rasgo local que considera diferenciador: la capacidad de reacción frente a las crisis. Sostiene que la gimnasia de adaptación permanente es una ventaja competitiva en un mercado global que atraviesa cambios en los hábitos de consumo y en las reglas de juego.
La ejecutiva afirma que, mientras muchos actores internacionales muestran cautela ante la incertidumbre, las empresas argentinas se mueven con rapidez. Esa dinámica —dice— explica parte de los logros obtenidos por la industria nacional, aunque reconoce que afuera la presencia del país todavía es reducida. Para ella, es imprescindible continuar con un trabajo articulado que consolide la categoría “Argentina” en los principales mercados del mundo.

Además del plano económico, Piedrahita destaca avances tecnológicos y ambientales impulsados por bodegas que adoptan prácticas sustentables con convicción y mirada de largo plazo. Considera que el compromiso con el entorno dejó de ser un discurso aspiracional para convertirse en una realidad que impacta en la competitividad y en la identidad del sector.
Su recorrido profesional estuvo atravesado por un doble desafío: ser mujer y extranjera en un ámbito históricamente dominado por hombres y fuertemente localista. En más de una ocasión fue la única mujer en espacios de decisión y asegura que forjar un estilo propio de liderazgo fue una tarea compleja. Reconoce que, al inicio, intentó imitar patrones masculinos para encajar, pero con el tiempo comprendió que la autenticidad es la única forma de sostener un liderazgo sólido.
Piedrahita describe un cambio gradual dentro del sector: más mujeres ocupan puestos técnicos y más hombres incorporan habilidades vinculadas a la gestión emocional y al trabajo colaborativo. Para ella, estos movimientos anticipan una industria más diversa y equilibrada, donde la construcción de equipos se apoya tanto en el conocimiento como en la sensibilidad.
A nivel personal, la ejecutiva combina su identidad colombiana con una profunda integración en la vida mendocina. Está casada con el mendocino Alejandro Zogbi y es madre de tres hijos adolescentes. Afirma que la organización familiar es fundamental para sostener el ritmo de trabajo y que en su hogar conviven, de manera natural, el café colombiano y las expresiones culturales de Mendoza.

El café, de hecho, es un símbolo que la conecta con su origen y con su presente. Considera que el paralelismo entre el café y el vino —ambos productos de la tierra, de carácter artesanal y estrechamente ligados a los sentidos— explica parte de su afinidad con la industria vitivinícola. Su primer contacto con una bodega mendocina, durante una visita familiar, fue decisivo. Aquella experiencia despertó una vocación que tardó años en concretarse, pero que terminó por definir su trayectoria.
Hoy, a los 46 años, Piedrahita asegura que su desarrollo profesional y personal está profundamente arraigado en Mendoza. Cree que la industria vitivinícola ofrece un espacio de crecimiento continuo y que el liderazgo, para ser genuino, debe surgir desde una conexión interna con los valores y la identidad de cada persona.

En su visión, el vino argentino atraviesa un momento bisagra, condicionado por un contexto global inestable pero también fortalecido por la resiliencia local y por la calidad alcanzada en las últimas décadas. La ejecutiva sostiene que la construcción colectiva será clave para consolidar la presencia internacional del país y ampliar el impacto de una industria que, aunque pequeña en volumen, es cada vez más respetada en los mercados premium.
La historia y las reflexiones de Piedrahita surgen de un extenso diálogo mantenido con Diario UNO, medio al que compartió su visión sobre la actualidad del sector, su recorrido como líder multicultural y el rol que la autenticidad juega en la construcción de equipos y proyectos sostenibles.