Con solo 31 años, el ingeniero neozelandés Craig Piggott se convirtió en uno de los emprendedores más influyentes del agtech global tras crear Halter, una startup que utiliza collares inteligentes con GPS, sensores y software para guiar el movimiento del ganado sin cercas físicas. La compañía, fundada hace nueve años en Nueva Zelanda, alcanzó en 2025 una valuación de US$ 1.000 millones tras una ronda de inversión de US$ 100 millones y ya administra más de 650.000 vacas en Nueva Zelanda, Australia y Estados Unidos. La información fue difundida por Forbes.
La relevancia del caso radica en el impacto productivo y tecnológico de la propuesta: Halter permite ahorrar entre 20 y 40 horas de trabajo semanal a los productores, optimizar el uso de las pasturas, reducir costos de alambrado y mejorar el monitoreo sanitario del rodeo, en un sector históricamente rezagado en digitalización.
Piggott creció en una granja lechera familiar en la región de Waikato, en las afueras de Matamata, un pueblo conocido internacionalmente por haber sido escenario de El Señor de los Anillos. Desde chico fue testigo de la dureza del trabajo rural: jornadas que comenzaban a las 4 de la mañana, más de 100 horas semanales y una presión constante por los costos, la escasez de mano de obra y las exigencias regulatorias.
“En retrospectiva, la agricultura fue una excelente preparación para dirigir una startup. Trabajás muchas horas, siete días a la semana, y no siempre tenés el control”, explicó Piggott en diálogo con Forbes. Esa experiencia marcó su objetivo: ayudar a los productores a aprovechar mejor cada hectárea de tierra.

Tras graduarse como ingeniero mecánico en la Universidad de Auckland, ingresó en 2016 a Rocket Lab, la empresa aeroespacial fundada por Peter Beck. Allí se destacó rápidamente por su capacidad para resolver problemas, pero menos de un año después tomó una decisión clave: renunció a su trabajo para crear Halter, junto a un amigo de la universidad.
La idea inicial de Halter fue desarrollar collares con GPS para guiar a las vacas lecheras hasta las salas de ordeñe. El desafío técnico era enorme: los dispositivos debían ser autónomos, resistentes, precisos y cómodos para el animal. Uno de los primeros obstáculos fue integrar un panel solar que mantuviera la batería cargada incluso en invierno, con poca luz.
Para garantizar durabilidad, el equipo optó por vidrio a prueba de balas y rediseñó varias veces el sistema energético. “Los collares tienen que soportar un uso diario intenso”, explicó Piggott. Tras meses de pruebas junto a productores, lograron un prototipo funcional.
Los collares emiten sonidos y vibraciones direccionales para guiar al ganado. Si el animal no responde, el entrenamiento se refuerza con un pulso eléctrico de baja energía, inferior al de una cerca eléctrica tradicional. Según la empresa, una vaca se adapta al sistema en dos o tres días.
Con el tiempo, Halter amplió su tecnología al ganado de carne, permitiendo gestionar rodeos en superficies mucho más extensas. Hoy, los collares no solo reemplazan las cercas físicas, sino que también recopilan datos sanitarios de forma continua: temperatura corporal, patrones de masticación y actividad.
Esa información se procesa mediante algoritmos de aprendizaje automático, a los que la empresa denomina “cowgorithms”, capaces de anticipar enfermedades y detectar los momentos de mayor fertilidad. Todo se controla desde una aplicación móvil, que muestra el rodeo como puntos en movimiento sobre un mapa digital.
Actualmente, Halter opera en 1.300 establecimientos y gestiona más de 809.300 kilómetros de cercas virtuales. Nueva Zelanda, donde hay más vacas que personas, concentra más del 75% de sus clientes.
El principal objetivo estratégico de la empresa es Estados Unidos, el mayor productor de carne vacuna del mundo, responsable del 20% de la producción global, según el Departamento de Agricultura de ese país. Desde la apertura de una oficina en Colorado en 2024, más de 200 productores en 22 estados adoptaron la tecnología de Halter, cercando virtualmente 39.400 kilómetros.
Según la compañía, los productores estadounidenses que utilizan sus collares ya ahorraron US$ 220 millones en costos de alambrado tradicional. En agosto, Halter firmó un acuerdo con la Oficina de Administración de Tierras de EE.UU. y la Fundación para las Tierras Públicas, que contempla US$ 2,7 millones en financiamiento para ganaderos que adopten esta tecnología en campos públicos.

En su hoja de ruta para los próximos tres a cinco años, Halter proyecta desembarcar en Reino Unido, Irlanda, Argentina y Brasil. “La agricultura cubre la mitad de la superficie terrestre habitable del mundo. Aumentar su productividad es uno de los problemas más importantes que debemos resolver”, afirmó Piggott a Forbes.
En junio de 2025, Halter cerró una ronda Serie D por US$ 100 millones, liderada por el fondo BOND, con sede en San Francisco, que también invirtió en Canva, OpenAI y Revolut. La operación elevó la valuación de la empresa a US$ 1.000 millones, convirtiéndola en uno de los pocos unicornios de Nueva Zelanda.
“Mientras muchas startups de IA buscan problemas genéricos, la ganadería es uno de esos mercados gigantescos que esperan innovación”, señaló Daegwon Chae, socio de BOND, en declaraciones a Forbes. Comparó a Halter con Tesla, frente a competidores que describió como “buggies diésel de los años 50”.
El mercado global de tecnología agrícola podría alcanzar los US$ 62.000 millones en 2030, según la consultora BCG. Halter compite con empresas como Nofence (Noruega), eShepherd (Gallagher), Vence (Merck), CowManager y smaXtec, aunque inversores sostienen que ninguna ofrece hoy la misma combinación de funciones.
Halter opera bajo un esquema de suscripción mensual, con planes para ganadería lechera y de carne. Los precios parten desde NZ$ 9,90 por collar, y los clientes deben instalar torres de transmisión de seis metros de altura, con un costo cercano a NZ$ 7.800 cada una, que cubren un radio de hasta ocho kilómetros.
Según documentos presentados ante el regulador neozelandés, los ingresos por suscripciones crecieron 45%, hasta NZ$ 35,9 millones, en el ejercicio cerrado en marzo de 2025. La ganancia neta fue de NZ$ 53,8 millones, sobre ingresos totales de NZ$ 71,8 millones, aunque con una caída interanual atribuida a cambios en la estructura corporativa.
Desde grandes campos en Colorado hasta estancias en Australia y Nueva Zelanda, Halter empieza a redefinir cómo se maneja el ganado en el siglo XXI. Para productores como Dean McHardy, gerente de Tangihau Station, el sistema es “un cambio de juego absoluto” que permite mover el rodeo en tiempo real, optimizar el pastoreo y mejorar la calidad del forraje sin necesidad de mano de obra adicional.

Lo que comenzó como la intuición de un joven ingeniero criado entre vacas se convirtió en una empresa que hoy vale US$ 1.000 millones y apunta a transformar la ganadería a escala global. Una señal clara de que la tecnología aplicada al agro ya no es una promesa, sino un negocio en plena expansión, según informó Forbes.