China dio un paso decisivo en la transformación de su sistema alimentario al autorizar por primera vez el consumo de micoproteína y establecer un marco normativo específico para su producción, uso y etiquetado. La decisión fue adoptada por la Comisión Nacional de Salud, que aprobó formalmente un ingrediente alimentario elaborado a partir de hongos y fijó estándares técnicos que regulan toda la cadena. La medida, anunciada a mediados de diciembre de 2025, marca un hito por su impacto en la diversificación de fuentes de proteína, la seguridad alimentaria y el desarrollo de la industria de proteínas alternativas, según informa Economía Sustentable.
La micoproteína autorizada se obtiene del hongo Fusarium venenatum, un microorganismo utilizado desde hace décadas en otros mercados, pero que hasta ahora no contaba con una regulación específica en China. Con esta aprobación, el país no solo habilita un nuevo ingrediente, sino que define reglas claras para un segmento que hasta el momento se movía en una zona de incertidumbre regulatoria.

A diferencia de otros países que adoptaron esquemas más flexibles, China optó por un modelo regulatorio detallado, con estándares nacionales que abarcan composición, procesos productivos, límites técnicos, etiquetado y advertencias sanitarias para grupos sensibles, como niños pequeños y mujeres embarazadas. El objetivo declarado es garantizar la inocuidad del producto y ofrecer previsibilidad a una industria en expansión.
Este enfoque implica una definición política de largo plazo: asegurar el acceso a proteínas estables, reducir la dependencia de importaciones y avanzar en alternativas que no presionen sobre los recursos naturales tradicionales. Para un país con más de 1.400 millones de habitantes, la cuestión alimentaria es un componente central de su planificación estratégica.
El desarrollo industrial está liderado por Fushine Bio, una empresa que opera la mayor planta de micoproteína de Asia-Pacífico. Su producto, comercializado bajo el nombre FuNext, se elabora a partir del micelio del hongo, la red filamentosa que constituye su estructura, mediante un proceso de fermentación de biomasa que utiliza glucosa y agua como principales insumos.
Las cepas aprobadas, identificadas como A3/5 y TB01, se caracterizan por su crecimiento acelerado: en condiciones controladas, la biomasa se duplica cada cinco horas. Esta velocidad de producción permite alcanzar niveles de eficiencia muy superiores a los de la proteína animal convencional, con procesos predecibles y escalables.

Desde el punto de vista nutricional, la micoproteína ofrece un perfil completo de aminoácidos esenciales, alto contenido de fibra y presencia de micronutrientes clave, sin colesterol y con bajo tenor graso. Además, su producción prescinde de pasturas, alimentos balanceados y antibióticos, factores que suelen asociarse a la ganadería intensiva.
Fushine Bio comercializa FuNext en tres formatos: una versión húmeda con textura fibrosa destinada a productos estructurados como nuggets o albóndigas; una versión seca en polvo, orientada a alimentos funcionales y fortificados; y un formato de corte entero, cuya estructura se asemeja al músculo y permite su uso en filetes, tiras o bloques.
El alcance de la decisión china va más allá de sus fronteras. Al definir un estándar nacional para proteínas obtenidas por fermentación, el país establece un precedente regulatorio que podría influir en otros mercados de Asia-Pacífico. Para las empresas del sector, la previsibilidad normativa es un activo central que facilita la inversión, el escalado industrial y la planificación de largo plazo.
Mientras que en Estados Unidos el sistema se apoya en mecanismos de autoevaluación de seguridad, China eligió un camino más centralizado y normativo. Esa diferencia podría acelerar la adopción de estas tecnologías en países que buscan equilibrar innovación, control sanitario y autonomía alimentaria.
Pese al avance regulatorio, la micoproteína enfrenta desafíos tecnológicos. Estudios recientes señalan que la rigidez de la pared celular del hongo puede afectar la digestibilidad y limitar el aprovechamiento proteico. Para resolver este punto, se investigan soluciones que incluyen edición genética de precisión y la combinación de tratamientos físicos y químicos orientados a mejorar la biodisponibilidad.
La propia empresa reconoce estos retos y trabaja en optimizar los procesos sin comprometer la seguridad ni el perfil nutricional del producto, un aspecto clave para su aceptación masiva.

En paralelo a la aprobación regulatoria, Fushine Bio avanza con un ambicioso plan de expansión. La compañía inició la construcción de una nueva línea industrial que apunta a multiplicar su capacidad anual, pasando de 1.200 a 200.000 toneladas. El salto productivo refleja una estrategia que excede el consumo humano directo e incorpora aplicaciones en alimentos para mascotas, nutrición clínica especializada y usos en entornos extremos, como misiones espaciales.
La estabilidad, eficiencia y volumen que ofrece la fermentación de biomasa la convierten en una tecnología atractiva para escenarios donde el acceso a alimentos frescos es limitado.
El atractivo ambiental de la micoproteína es uno de sus principales argumentos. Su producción requiere menos agua y superficie que la ganadería tradicional y genera una fracción de las emisiones asociadas a la proteína animal. Al no depender de cultivos forrajeros importados, también contribuye a reducir la presión indirecta sobre bosques y ecosistemas vulnerables.
Además, al desarrollarse en entornos controlados, la fermentación de biomasa disminuye riesgos ambientales como la contaminación del suelo, la eutrofización de cuerpos de agua o el uso extendido de antibióticos. No se presenta como una solución única, pero sí como un componente relevante en la transición hacia sistemas alimentarios más sostenibles.
La micoproteína no busca sustituir por completo a la ganadería ni resolver todos los desafíos alimentarios globales. Su potencial radica en complementar la oferta existente, aliviar presiones sobre los recursos y garantizar fuentes de proteína estables en entornos urbanos densamente poblados.
Integrada en productos de consumo habitual y con precios accesibles, puede facilitar una descarbonización gradual de la dieta sin exigir cambios drásticos en los hábitos del consumidor. En ese sentido, la decisión de China trasciende lo regulatorio y se inscribe en una visión estratégica que combina tradición e innovación, biología y tecnología.
Con esta aprobación, el país reconoce que el futuro de la alimentación se construirá con múltiples herramientas y que los hongos, eficientes y discretos, están llamados a ocupar un lugar cada vez más relevante en ese proceso.