Argentina volvió a captar la atención de los grandes bancos internacionales de inversión, que comenzaron a revisar sus estrategias sobre bonos soberanos y acciones locales ante señales de mayor orden macroeconómico. J.P. Morgan y Morgan Stanley, dos de las entidades más influyentes de Wall Street, coincidieron en que el país atraviesa una etapa de transición que, sin generar euforia, empieza a reconstruir una narrativa de previsibilidad económica. El giro se apoya en decisiones recientes del Banco Central, en el alineamiento político tras las elecciones legislativas y en la expectativa de reformas estructurales que podrían consolidar la estabilidad lograda. Así lo informó Forbes, a partir de reportes y análisis difundidos por ambos bancos.
El principal cambio observado por los analistas internacionales se encuentra en la política cambiaria. El Banco Central puso en marcha un esquema de bandas del tipo de cambio que se ajustan en función de la inflación doméstica, con el objetivo de evitar tanto la apreciación real del peso como los saltos abruptos que históricamente afectaron la confianza. Para los bancos de inversión, este sistema introduce reglas más claras en un mercado tradicionalmente marcado por la discrecionalidad, y reduce el margen para movimientos inesperados que impacten en precios y expectativas.

En paralelo, la acumulación de reservas internacionales volvió a ocupar un lugar central en la estrategia oficial. El programa de compras de divisas anunciado por la autoridad monetaria contempla adquisiciones graduales, atadas a la demanda de dinero y a la liquidez del mercado cambiario, con flexibilidad operativa para evitar episodios de volatilidad. Desde la óptica de J.P. Morgan, este enfoque representa una mejora cualitativa frente a esquemas anteriores, más reactivos y menos transparentes, aunque todavía plantea desafíos en términos de sostenibilidad en el mediano plazo.
El contexto político también juega un rol clave en la evaluación de los bancos globales. Tras el respaldo obtenido por el oficialismo en las elecciones legislativas, el Gobierno busca capitalizar el momento para avanzar con reformas estructurales en los frentes laboral, fiscal y regulatorio. En reuniones mantenidas con funcionarios y empresas locales, J.P. Morgan detectó un alto grado de alineamiento interno respecto de la necesidad de impulsar estos cambios como condición indispensable para sostener la estabilidad macroeconómica y atraer inversiones de largo plazo. Para los analistas, la consistencia política aparece como uno de los principales activos del actual escenario.
En cuanto a la relación con los organismos internacionales, el vínculo con el Fondo Monetario Internacional es visto más como un factor de orden que como una fuente decisiva de financiamiento. Morgan Stanley considera que las modificaciones recientes en la política económica facilitan una segunda revisión del programa vigente sin sobresaltos, aunque advierte que, en términos netos, el FMI podría convertirse en un drenaje moderado de divisas en 2026. Por ese motivo, el foco de los inversores está puesto en la capacidad del país para generar flujos privados, mejorar su perfil externo y recuperar el acceso voluntario al crédito internacional.

En este marco, las recomendaciones de inversión comenzaron a ganar mayor definición. En el segmento de renta fija, Morgan Stanley mantiene una visión constructiva sobre los bonos soberanos en dólares y sugiere posicionarse en deuda argentina de hard currency, con preferencia por los tramos largos de la curva. Entre los instrumentos destacados aparece el bono ARGENT 2038, señalado como uno de los que ofrece mejor relación riesgo-retorno, bajo el supuesto de que la estabilidad macro y los avances políticos continúen reduciendo el riesgo país.
El mercado accionario también muestra señales de renovado interés. J.P. Morgan ratificó su recomendación Overweight para Argentina, apoyada en valuaciones históricamente bajas y en un escenario macro que, si bien no está exento de riesgos, ofrece mayor visibilidad que en ciclos anteriores. Según el banco, el Merval opera con múltiplos significativamente inferiores a los observados en otros procesos de normalización económica, lo que abre espacio para una compresión de primas si se consolida la credibilidad del programa oficial.
Dentro de su portafolio modelo, J.P. Morgan mantiene una visión positiva sobre Grupo Financiero Galicia, YPF y Vista, tres compañías que combinan exposición al ciclo doméstico con capacidad para capturar mejoras macroeconómicas. En el sector financiero, la estabilización de tasas y la expectativa de una recuperación gradual del crédito aparecen como los principales catalizadores hacia 2026. En energía, el atractivo se centra en el crecimiento de la producción y en estructuras de costos que permiten sostener márgenes incluso en escenarios de precios internacionales menos favorables.
Otro factor que comienza a ganar peso en las proyecciones es la posible reclasificación de Argentina dentro del índice MSCI. De acuerdo con J.P. Morgan, si se profundiza el levantamiento de los controles cambiarios y se consolida el acceso al mercado, podría iniciarse un proceso de consulta para el regreso al universo de mercados emergentes. De concretarse, este paso implicaría la llegada de flujos pasivos relevantes hacia activos locales, reforzando la dinámica positiva tanto en bonos como en acciones.
A pesar del cambio de clima, los bancos advierten que el escenario aún presenta riesgos. La acumulación efectiva de reservas será monitoreada de cerca por los inversores, al igual que el cumplimiento de las metas fiscales y el avance concreto de las reformas. Un desvío en cualquiera de estos frentes podría reactivar rápidamente la volatilidad y afectar la incipiente mejora en la percepción del riesgo argentino.

Con todo, el diagnóstico de los bancos internacionales muestra un matiz distinto al de años anteriores. Argentina dejó de ser vista exclusivamente como un caso extremo dentro del universo emergente y comenzó a ser analizada como una economía que, con un marco macroeconómico más ordenado y señales políticas claras, intenta reconstruir su vínculo con los mercados financieros globales. Para los inversores, el mensaje es cauteloso pero claro: el país volvió a convertirse en una historia que merece seguimiento.