La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, expresó su confianza en lograr en enero el apoyo político necesario para firmar el acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur, luego de que la rúbrica prevista para esta semana fuera postergada por la falta de consenso entre los Estados miembros. El anuncio fue realizado este viernes en Europa, en un contexto marcado por fuertes tensiones políticas internas, protestas de agricultores y negociaciones diplomáticas de alto nivel. El tratado es relevante porque apunta a crear una de las mayores zonas de libre comercio del mundo y redefinir el vínculo económico entre ambos bloques tras más de dos décadas de negociaciones. Así lo informó Infobae.
“Confío en que contemos con la mayoría necesaria”, sostuvo Von der Leyen durante una conferencia de prensa, al referirse al acuerdo cuya firma estaba prevista para este sábado y que finalmente fue aplazada, principalmente por la oposición de Francia e Italia. Para que el tratado avance, la Comisión Europea necesita el aval de una mayoría cualificada de los Estados miembros, un objetivo que por el momento no logró concretar.
El acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur —integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay— es el resultado de más de 25 años de negociaciones. Su objetivo central es la eliminación progresiva de aranceles y barreras comerciales para facilitar el intercambio de bienes y servicios entre ambos bloques. En el esquema previsto, la UE obtendría mayores facilidades para exportar vehículos, autopartes y maquinaria, mientras que los países sudamericanos accederían con mejores condiciones al mercado europeo para productos agroindustriales como carne, arroz, miel y soja.
El aplazamiento de la firma representó un revés político para la Comisión Europea y para varios países que impulsaban una rápida concreción del acuerdo, entre ellos Alemania, España y los Estados nórdicos. No obstante, desde Berlín relativizaron el impacto del retraso. Una fuente del gobierno alemán afirmó que la cuestión no quedará “solucionada este año”, pero consideró “casi seguro” que el tratado será firmado, con una posible fecha “a mediados de enero”.
La resistencia más fuerte provino de Francia, donde el sector agrícola mantiene una oposición histórica al acuerdo. El presidente Emmanuel Macron advirtió que “es demasiado pronto” para definir si su país podrá aceptar el tratado en enero. “Espero que sí, porque eso significaría que habremos logrado avances que, en algunos casos, serán históricos”, señaló el mandatario, aunque insistió en que deben concretarse los cambios reclamados por París para que “el texto cambie de naturaleza”.
Italia también expresó reparos, alineándose con las críticas vinculadas al impacto del acuerdo sobre la producción agrícola y el cumplimiento de estándares ambientales y sociales. Estas objeciones fueron determinantes para que Von der Leyen no lograra reunir el respaldo necesario en Bruselas antes de la fecha prevista para la firma.
La Comisión Europea tenía previsto rubricar el tratado durante una cumbre del Mercosur en Foz do Iguaçu, Brasil, lo que hubiera significado un gesto político de alto impacto hacia América del Sur. Sin embargo, la falta de apoyos obligó a postergar la decisión y reabrir la ronda de negociaciones internas dentro de la UE.
El contexto político se vio agravado por una fuerte movilización de agricultores europeos. En paralelo a una cumbre de jefes de Estado y de Gobierno celebrada en Bruselas, miles de manifestantes se congregaron para expresar su rechazo al acuerdo. Según la policía local, unas 7.300 personas, acompañadas por alrededor de 50 tractores, participaron en una protesta autorizada y mayormente pacífica.
Sin embargo, otros 950 tractores avanzaron hacia el barrio europeo, bloquearon calles clave y protagonizaron incidentes que elevaron la tensión. Las protestas dejaron escenas de neumáticos incendiados, lanzamiento de papas y otros proyectiles, y la intervención de las fuerzas de seguridad con cañones de agua y gases lacrimógenos. El operativo policial se concentró especialmente en las inmediaciones de las instituciones comunitarias.

Los agricultores señalaron que su rechazo no se limita al acuerdo con el Mercosur. También cuestionaron las tasas a los fertilizantes y la reforma de la Política Agrícola Común (PAC) impulsada por la Comisión Europea. Desde su perspectiva, estas medidas agravan la pérdida de competitividad del sector frente a productos importados.
Florence Pellissier, agricultora francesa, denunció lo que consideró una “competencia desleal” por parte de los países sudamericanos, al afirmar que algunos productos importados son elaborados con sustancias prohibidas en la UE. “No podemos competir en igualdad de condiciones”, sostuvo durante la protesta.
En la misma línea, el ganadero belga Maxime Mabille fue aún más crítico. “Estamos aquí para decir no a Mercosur”, afirmó, y acusó a la Comisión Europea de intentar “imponer el acuerdo por la fuerza”. Sus declaraciones reflejaron el clima de desconfianza que atraviesa a una parte significativa del sector agropecuario europeo.
Ante este escenario, Von der Leyen mantuvo una reunión con representantes de Copa-Cogeca, la principal organización agrícola europea. Tras el encuentro, aseguró a través de un mensaje difundido en la red social X que “Europa siempre estará a su lado”. Desde la entidad afirmaron que cerca de 10.000 manifestantes de distintos países participaron en las protestas, en su mayoría provenientes de Francia.
Las críticas de los agricultores europeos se centran en que los países del Mercosur no estarían sujetos a las mismas normativas medioambientales, sanitarias y laborales que rigen dentro de la UE. Según argumentan, esa diferencia permitiría a los productores sudamericanos ofrecer precios más bajos, afectando la rentabilidad de las explotaciones europeas. Estas preocupaciones se suman al debate sobre el futuro de las subvenciones agrícolas, que la Comisión busca reformular dentro del presupuesto comunitario.
Pese a las resistencias, la Comisión Europea sostiene que el acuerdo incluye cláusulas ambientales y sociales que garantizan estándares mínimos y mecanismos de control. Además, Von der Leyen y otros líderes europeos consideran que el tratado tiene un valor estratégico en un contexto global marcado por la fragmentación del comercio internacional, el aumento de tensiones geopolíticas y la necesidad de diversificar socios económicos.
Desde la óptica de los países del Mercosur, el acuerdo representa una oportunidad clave para ampliar el acceso al mercado europeo, atraer inversiones y consolidar cadenas de valor con mayor agregado. Para economías como la argentina y la brasileña, el tratado es visto como un paso central para fortalecer las exportaciones y reducir la dependencia de mercados tradicionales.
El aplazamiento, sin embargo, introduce un nuevo compás de espera tras años de negociaciones intermitentes. Aunque Von der Leyen se mostró confiada en destrabar las resistencias en las próximas semanas, el resultado final dependerá de la capacidad de la Comisión para articular consensos políticos internos y ofrecer garantías adicionales a los sectores más críticos.
De cara a enero, el escenario permanece abierto. Mientras algunos gobiernos europeos consideran que el acuerdo es prácticamente inevitable, otros mantienen una postura cautelosa y condicionan su apoyo a cambios sustanciales en el texto. En ese delicado equilibrio se jugará el futuro de un tratado que, de concretarse, marcaría un antes y un después en las relaciones comerciales entre Europa y América del Sur.